San Sebastián: crítica de «Licht», de Bárbara Albert
La película austríaca se centra en una pianista ciega que, en el siglo XVIII, inició un tratamiento para recuperar la vista. Un drama clásico y un tanto académico basado en un caso real.
En su nueva película, la realizadora austríaca (FREE RADICALS) se centra en un caso real, el de la pianista ciega María Theresia von Paradis, quien vivió durante el siglo XVIII y fue una figura que alcanzó cierta relevancia en la alta sociedad vienesa de la época. El filme toma como eje central la relación entre su ceguera y su enorme talento musical, con las contradicciones y dificultades que eso conlleva. Buena parte del filme transcurre en un instituto en el que la joven se interna para tratar, con métodos experimentales de imantación, de recuperar su visión, que la perdió a los 3 años.
Los progresos que hace allá son sorprendentes pero se encuentra con un inesperado problema: su mejoría visual la hace perder concentración y calidad interpretativa, lo que le provocará distintos tipos de conflictos, tanto consigo misma como con su familia y su médico, ya que todos parecen tener distintos intereses en relación a su recuperación.
LICHT procede de forma bastante clásica y un tanto académica, saliéndose de la norma en muy pocas ocasiones. Albert no aprovecha demasiado el tema central de su película –la luz– desde la puesta en escena, ya que su interés no parece pasar demasiado por mostrar los cambios en la percepción de su protagonista sino narrar sus conflictos psicológicos y emocionales que aparecen a partir de su inesperada recuperación.
Si bien la película fluye y tiene momentos de precisa capacidad de observación, además de personajes secundarios muy logrados, se siente como un filme que se habría beneficiado de un mayor grado de audacia formal y riesgo estéticos. Su cuidado academicismo, por momentos, la vuelve en exceso previsible, ya no desde lo narrativo sino en su propia construcción.