Series: crítica de «American Vandal», de Dan Perrault y Tony Yacenda
Esta serie de Netflix es una parodia de los documentales tipo «Making a Murderer», utilizando ese registro de manera humorística para investigar el caso de un alumno que es expulsado de una escuela secundaria por dibujar penes en los autos de todos los profesores. A partir de un chiste en apariencia bastante básico la serie consigue hacer un retrato muy realista, creíble y divertido de la vida adolescente.
La parodia es un género complicado, especialmente para tenerlo como concepto de una serie de larga duración. Su formato habitual tiende a ser breve: el sketch, el video de YouTube, el cortometraje. Como máximo, una película. Pero pocas veces (se me ocurren comedias como LOCADEMIA DE POLICIA, SCARY MOVIE, AUSTIN POWERS, etc, que fueron decayendo con el correr de sus partes 2, 3 o 7) el «chiste» de lo que se parodia se puede sostener en el tiempo. El pequeño milagro de AMERICAN VANDAL es, por un lado, haber construido un relato que funciona con todos los recursos de la parodia y hacerlo muy bien durante 8 episodios de alrededor de 40 minutos cada uno. Y, por otro, haber logrado superar ese marco conceptual relativamente acotado para crear un notable relato sobre la adolescencia.
Perrault y Yacenda venían de hacer este tipo de parodias de documentales en formatos breves. Sus videos más célebres para sitios como «Funny or Die» o «College Humor» tomaban películas deportivas ficcionales y les aplicaban el estilo de los documentales 30×30 de ESPN. Busquen online y podrán ver «serios» documentales sobre las consecuencias de ROCKY IV o SPACE JAM en las vidas de sus protagonistas. Claro, duraban solo 5 minutos. Poder sostener ese registro una temporada (y, tomando en cuenta su difuso cierre y su aparente éxito, seguramente más) parecía imposible. El secreto de su interés narrativo seguramente está dado por su estructura policial, pero el de su funcionamiento tiene que ver con que, bajo el disfraz del documental paródico, la serie termina documentando realmente un mundo: la escuela secundaria (el liceo, la preparatoria, o como le digan en cada país), con toda su complejidad.
La premisa es simple. Yacenda y Perrault usan el formato del «documental sobre crímenes» que se ha popularizado en los últimos años, especialmente en Netflix, y lo usan para «investigar» el caso de un adolescente bastante idiota que fue echado de la escuela secundaria por dibujar penes en los 27 autos de todos los profesores. En realidad, van un par de pasos más allá: AMERICAN VANDAL está presentado como un documental que está siendo filmado por un grupo de alumnos de esa escuela, alumnos que quieren probar que el tal Dylan, por más que sea el sospechoso más evidente, no es el culpable. Es por eso que los «créditos» del documental son de los personajes y no de los verdaderos directores. A eso se le suma algo que aparece promediando la serie, y que no adelantaré aquí, pero que le agrega un fuerte carácter meta a todo el asunto, yendo aún más lejos con el juego de espejos y reflejos que es el producto final.
La «broma» en sí funciona maravillosamente ya que resulta muy divertido ver cómo se toman con la seriedad y gravedad de un Errol Morris o un MAKING A MURDERER un caso realmente menor y bastante ridículo. La voz en off del «director» del documental, las reconstrucciones digitales, los mapas de tiempo y los interrogatorios tienen la seriedad de un caso de asesino serial pero lo que investigan es totalmente absurdo lo que produce un efecto humorístico perfecto. Pero lo que logra que el chiste no se agote en los dos primeros episodios tiene que ver con otra cosa.
Dylan Maxwell es un chico de 18 años en el último año de la secundaria. No le interesa nada la escuela, no presta jamás atención, es un tanto limitado intelectualmente (o, al menos, eso parece) y se dedica todo el tiempo a hacer bromas. Las hace tanto en clase (a sus profesores, que no lo toleran) como fuera de ella, con su grupo de amigos (los llamados Wayback Boys), con los que sube a YouTube videos de sus pranks callejeros, que consisten en bromas sutiles como tirarse pedos frente a bebés o disfrazarse de monjas y frotarse contra árboles al mejor estilo JACKASS.
Cuando los autos de los profesores aparecen pintados y un alumno dice haberlo visto a Dylan hacerlo, la escuela le cae con todo su peso. Una profesora de español es su mayor enemiga y, sin poder explicar donde estaba en la media hora en la que fueron «vandalizados» los autos, a Dylan lo expulsan y lo hacen enfrentar un juicio que puede costarle a su familia 100 mil dólares. Pero Peter Maldonado y Sam Ecklund (y, claro, un camarógrafo), todos compañeros del noticiero escolar en el que el propio Dylan trabajaba, a su manera, detrás de cámara, deciden investigar la situación. Dylan y sus Wayback Boys dicen que estaban juntos haciendo una broma al vecino en esa media hora, pero no tienen forma de probarlo. Entonces, a buscar otros posibles criminales…
AMERICAN VANDAL consistirá en una descripción humorística y muy creíble de una high school norteamericana con todos los personajes imaginables (digamos, los distintos estereotipos de alumnos de incontables películas) y las esperables costumbres: las fiestas, los videos, el uso de redes sociales, etc. Casi tanto como los alumnos –o aún más–, la serie se detiene en los profesores, ya que las distintas hipótesis del caso siempre parten de suponer qué alumno puede tener una vendetta contra un determinado profesor. La de Dylan sería contra su profesora de español, pero hay otros (el de Educación Física, el de Historia, el de Física y hasta las autoridades del colegio) que el obsesivo Peter tiene que investigar a fondo.
La serie funciona porque, en paralelo a su extraordinario, burlón pero a la vez cálido sentido del humor, los personajes son riquísimos, complejos y creíbles. Uno entra a AMERICAN VANDAL por las bromas pero se va quedando con los conflictos de los personajes. La serie, salvo en su discutible final, jamás se toma demasiado en serio, pero de a poco va generando una tremenda empatía con casi todos sus personajes, que aparecen en general retratados mediante entrevistas, cámaras ocultas o videos de instagram, entre otros formatos. Lo que de a poco se construye es un universo alrededor de esa escuela que no tiene nada que envidiarle a ficciones como SUPER COOL o FREAK AND GEEKS.
La parte formal de la serie es notable, ya que no solo usa el recurso de la parodia del documental sino que aprovecha todos los fenómenos online para centrarse a sí misma como parte de la trama, con las consecuencias que eso implica. Hace, además, algo que pocos documentales sobre casos a resolver hacen: cuestiona a sus propios «realizadores», poniendo a Peter y a Sam como posibles sospechosos del vandalismo a investigar, y entendiendo que la propia factura del documental afecta a los protagonistas del caso. Muchos celebrados documentales que ganan premios en festivales jamás se toman el trabajo de pensar y exponer esta tan relevante y reveladora situación. ¿Quién está del otro lado de la cámara? ¿Desde dónde filma y porqué? ¿Cómo interviene –quriéndolo o no– sobre los hechos?
Pero más allá de todo, AMERICAN VANDAL es muy, muy, graciosa. Los comentarios, las observaciones, los chistes, los obvios pero muy efectivos dobles y triples sentidos de cada frase (entender algo de inglés ayudará ya que imagino que bastantes detalles y juegos de palabras se perderán en el subtitulado al castellano) y el profundo conocimiento del género que parodian (los gráficos, mapas y reconstrucciones en 3D digital de muchas situaciones son hilarantes) hacen que sea una serie constantemente ingeniosa, entretenida y audaz. Habrá que ver si les es posible continuarla (¿con otros personajes? ¿otro caso en la misma escuela?) en ese nivel. Pero es entendible si no lo logran. Con esta brillante primera temporada el experimento ya valió la pena.
Voy por el cuarto capitulo y termine escupiendo la tele de la risa. Sorpresa bienvenida e inesperada.