Berlinale 2018: crítica de «Unsane», de Steven Soderbergh
La nueva película del prolífico realizador estadounidense lo muestra experimentando con un iPhone para contar de manera tan cruda como efectiva un thriller que transcurre en un hospital psiquiátrico en el que encierran a una mujer (Claire Foy) que puede o no estar imaginando que la persigue un stalker.
UNSANE tiene planos e imágenes que parecen de película de principiante, ya que –a diferencia de otras películas filmadas con teléfonos, como TANGERINE–, Soderbergh no parece haber refinado la imágen con ningún tipo de accesorio ni corrección. La película parece un material bruto: crudo, directo, frontal, asumidamente feo. Y si bien al principio choca –uno tiene la sensación de estar viendo un ejercicio estudiantil–, pronto la elección se revela como acertada por varios motivos.
UNSANE es una película centrada en una mujer llamada Sawyer (Claire Foy) que tiene, en apariencia, un trauma a partir de haber sido stalkeada durante mucho tiempo por un hombre llamado David. Ella parece ahora estar bien y reubicada en un nuevo trabajo y una nueva ciudad, pero en un encuentro sexual via una aplicación tipo Tinder el fantasma de su stalkeador reaparece y ella decide hacer una terapia para superar su desorden psíquico.
Allí empiezan realmente los problemas y la película se transforma en una de esas tramas que podrían resumirse como «no estoy loca pero nadie me cree«. A Sawyer la internan contra su voluntad (firmó papeles sin leer tras decir que tenía pensamientos suicidas) y no la dejan salir de este enorme internado en el que comparte unos enormes galpones con otros reclusos, interpretados por Juno Temple y Jay Pharoah, entre otros. Cuánto más intensa, molesta y violenta se pone tratando de probar que ella no debe estar ahí, peor la cosa se pone y mayores son sus problemas.
Más se complica todo cuando empieza a ver el rostro de su stalker en uno de los enfermeros que se llama (o se hace llamar) George aunque Sawyer está convencida que es el terrible David (Joshua Leonard). ¿Es realmente él o es parte de su imaginación? ¿Existe el tal David? ¿Todo lo que pasa tiene la explicación más o menos lógica que le da otro de los pacientes –que están ahí ya que esa es una institución que gana dinero cobrando seguros médicos de los internados– o estamos dentro de su stress post-traumático desatado como sucede en otras películas de este tipo?
Con claros homenajes a clásicos de esta especie de subgénero (como SHOCK CORRIDOR, de Sam Fuller), Soderbergh se divierte y divierte con una película cuya trama de clase B roza lo ridículo, las actuaciones están subidas de tono al infinito (en el caso de Temple y, en ciertos momentos, de Foy) y los efectos visuales y sonoros son orgullosamentee berretas. Por muchos de los ángulos que usa da por momentos la sensación que el teléfono está montado en un pequeño tripode con un gran angular capturando todo de manera deforme. Y la película no intenta disimularlo nunca. Uno por momentos siente que la película está casi montada en cámara, algo que tranquilamente Soderbergh podría hacer… con su alter-ego director de fotografía Peter Andrews.
Como LOGAN LUCKY –que, al lado de esta, es una superproducción–, Soderbergh parece haber entrado a una etapa liviana y lúdica en su relación con el cine. Y si bien UNSANE toca temas que uno podría llamar fuertes y de «actualidad» (el trauma por acoso sexual, las complicaciones laborales y personales que sufre una mujer que trata de tomar las riendas de su propia vida), el realizador los utiliza para meterlos dentro de un ejercicio de género puro y duro, sin concesiones a ningún tipo de gravedad o seriedad impostada. Y si bien hay muerte, crímenes y violencia, el modelo del realizador parece ser aquí el Brian de Palma de fines de los ’70. Los temas pueden ser relevantes pero lo que prima en el filme es la intención de generar un relato sorprendente, shockeante y atractivo, algo que casi siempre logra.