Cannes 2018/Estrenos: crítica de «El motoarrebatador», de Agustín Toscano (Quincena de Realizadores)
La primera película «en solitario» de uno de los codirectores de «Los dueños» trata sobre un hombre que se siente culpable luego de dejar al borde de la muerte a una señora tras quitarle la cartera, lo que la lleva a buscarla y a iniciar una extraña relación con ella.
Primera película «en solitario» de uno de los directores de LOS DUEÑOS, este filme de pura cepa tucumana (con algún que otro toque uruguayo delante y detrás de cámaras) apuesta por una línea un tanto más seca estéticamente que la de aquel filme pero con igual espacio para la ambigüedad a la hora de trabajar las relaciones humanas entre personajes de distintos universos.
En EL MOTOARREBATADOR la trama se dispara cuando Miguel y un colega en esto de robar a desprevenidos desde una moto en movimiento le «hacen» la cartera a una mujer que acaba de salir de un cajero automático con dinero. La señora se resiste más de lo pensado y terminan arrastrándola varios metros por la calle hasta dejarla inconsciente en la calle. Miguel se queda mal con lo que pasó y, sin poder sacarse el asunto de la cabeza, decide averiguar qué sucedió con esta mujer.
Miguel, que tiene una vida complicada que incluye una ex mujer con la que se lleva mal, un padre con el que tampoco tiene muy buena relación y un hijo al que ve un par de veces por semana –y excluye cualquier cosa parecida a un trabajo fijo en una ciudad signada por la crisis– encuentra a la mujer internada en un hospital y con una «conveniente» (para él) pérdida de memoria. Es así que el muchacho se hace pasar por un conocido de la señora y ella, que no recuerda ni su propio nombre, termina creyéndole y de algún modo adoptándolo como el único «familiar» que la ayuda en esa circunstancia. Esa relación no correrá necesariamente por los caminos esperables ya que más allá del posible suspenso en relación a que la mujer descubra su verdadera identidad también hay otros asuntos y dudas que complican el panorama.
Toscano trata de incluir esta historia en una reflexión un poco más amplia –y quizás un tanto confusa o no bien explorada– sobre la violencia social en Tucumán, con escenas de paros policiales y saqueos a negocios que intentan dejar en claro el clima de tensión social y económica que se vive allí. A Miguel lo presionan para seguir robando, por un lado, y por otro es la clase de tipo que sabe que está haciendo algo que no debería e intenta parar. Pero el problema es que no termina de lograr salir de las trampas en las que él mismo se mete: es la clase de tipo que da un paso para adelante y dos para atrás. La mujer, en tanto, quizás llamada Elena, tiene también lo suyo o eso se deja entrever. Nadie en ese juego es tan inocente como parece. O, al menos, ninguno pone todas las cartas sobre la mesa nunca.
EL MOTOARREBATADOR tiene algo, en su estética y formato narrativo, que recuerda al cine social de los Dardenne, que siempre enmarcan sus dramas humanos en relatos de caracter policial, con un suspenso clásico de falsas identidades jugando como motor de una historia que intenta ir más allá de eso. En una Tucumán sin ningún plano turístico ni por asomo –podría ser el Gran Buenos Aires si no fuera por los acentos y por algunas zonas boscosas que la rodean– Toscano termina contando un cuento acerca de las segundas oportunidades en la vida que, como sucede con esos furtivos desvíos que los propios chorros suelen verse obligados a tomar, no siempre van por el camino esperado ni el mejor pavimentado. Ya lo decía un tal Bresson en una escena de PICKPOCKET: «Qué extraños caminos tuve que tomar para llegar hasta tí».