Ciclos: «Las doce sillas», de Mel Brooks
La película de 1970, una de las menos vistas y reconocidas del realizador, abre el ciclo «Mel Brooks: el Rey de la Comedia» que tendrá lugar en la Sala Lugones el martes 13 a las 16.30 y 21.30.
De todas las películas de Mel Brooks que se exhibirán en el ciclo que comienza el martes 13 en la Sala Lugones –en realidad, de toda su filmografía en general–, acaso LAS DOCE SILLAS sea de las menos conocidas. O la que menos se sostuvo a través del tiempo, como sí lo hicieron otras más clásicas como THE PRODUCERS (CON UN FRACASO… MILLONARIOS), EL JOVEN FRANKENSTEIN o BLAZING SADDLES (LOCURA EN EL OESTE). Filmada en 1970, es su segundo largometraje y se basa en una novela cómica tradicional que transcurre en la Unión Soviética en los años 20 y que se centra en una anciana mujer que, en su lecho de muerte, revela haber dejado una fortuna en joyas escondida en una de las doce sillas de su antigua casa y las tres personas que se lanzan, desesperadamente, a encontrarlas.
Utilizando un modelo de farsa cómica que hoy está claramente en desuso, Brooks construye una suerte de relato folclórico que se toma en broma cierto pintoresquismo típico de los cuentos tradicionales del Este de Europa, le agrega puntuales y específicas bromas visuales (los nombres de las oficinas del Museo del Mueble son maravillosos) para construir una saga que sigue a tres personajes: el hijo aristócrata venido a menos de la anciana mujer (Ron Moody), un «vividor» tramposo e inteligente que se entera del asunto (un muy joven Frank Langella) y el cura del pueblo (Dom DeLuise) que, al obtener ese dato via confesión, deja los hábitos y se larga a la codiciosa carrera por el dinero.
Es cierto que la película ha quedado un tanto «fechada» respecto a otras de la época, inclusive las del propio Brooks. Hay cierto humor referencial en ella que hoy en día es moneda corriente en cualquier parodia tipo «Saturday Night Live«. Pero, puesta en contexto, en una época en el que ese programa no existía, LAS DOCE SILLAS se ubica en un punto equidistante entre la comedia tradicional picaresca y los ejercicios a la Monty Python de esa misma época. Brooks no intenta deconstruir el género como lo hará en sus posteriores exploraciones del western, la película de suspenso o la de ciencia ficción sino generar una comedia absurda acerca de la codicia en una época en la que, supuestamente, no debería haber diferencias económicas en la Unión Sovietica, por más que al aristocrático pero pobre protagonista no le guste demasiado el asunto.
Más allá de los chistes puntuales sobre el comunismo –y sobre la burocracia del comunismo–, su mirada claramente cínica sobre la autoridad religiosa (el cura es el personaje más miserable de todos), LAS DOCE SILLAS acaba volviéndose de a poco una película sobre la solidaridad (SPOILER ALERT hasta el fin del párrafo!) Cuando se sabe el destino que tuvo el dinero escondido en las sillas y, en la escena final, el estafador que encarna Langella y el aristócrata venido a menos que hace Moody encuentran que, finalmente, no son tan distintos como creían serlo, Brooks encuentra lazos que hacen de la película algo más melancólico que una serie de más o menos efectivos gags.
De todos modos, esos gags prueban claramente el costado cinéfilo de Brooks y su manejo de la comedia física. Utilizando distintos trucos aprendidos del período mudo, lo mismo que generando situaciones risueñas a partir de específicas puestas de cámara, no todo en LAS DOCE SILLAS es tn demodé como parece. Es un homenaje a la comedia clásica que entiende cuáles son los mecanismos para su mejor funcionamiento y que trata de aggiornarla con el humor más ácido que da el tiempo y la distancia, especialmente con la historia de la Unión Soviética. A su manera ácida y divertida, Brooks deja en claro que siempre fue un cineasta que hizo humor político.
La película abre el ciclo «Mel Brooks: el Rey de la Comedia» que tendrá lugar en la Sala Lugones el martes 13 a las 16.30 y 21.30. Más info sobre el ciclo, aquí.