Estrenos online: crítica de «Pienso en el final», de Charlie Kaufman (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Pienso en el final», de Charlie Kaufman (Netflix)

por - cine, Críticas, Estrenos, Online, Streaming
04 Sep, 2020 02:39 | comentarios

Esta extraña y sugerente película se centra, al parecer, en el viaje que una pareja hace al campo para visitar la casa de los padres de él. Pero eso es solo el principio de otro viaje, uno al interior de una mente perturbada.

Hay lingüistas, escritores, filósofos y pensadores de todo tipo que consideran que el idioma que utilizamos organiza nuestra manera de pensar, de entender el mundo. Es decir: los verbos que usamos, las palabras que describen a los sentimientos y a las sensaciones, el manejo de los tiempos y hasta los nombres de las cosas nos constituyen como personas. Dos ejemplos que me vienen a la mente tienen que ver con PIENSO EN EL FINAL y están presentes en la propia traducción del título. En el idioma inglés, se suele usar la misma expresión para el infinitivo y el gerundio. «I’m thinking of ending things» es literalmente «Pienso en terminar con esto», por citar un ejemplo específico. Eso es algo que muchas veces confunde al que aprende inglés. Lo contrario sucede con el «ser» y el «estar», que para los que hablamos castellano tienen diferencias obvias mientras que a los de habla original inglesa se les confunde todo el tiempo y les resulta muchas veces difícil de aplicar.

¿A qué viene esta lateral introducción a la película de Kaufman? No, no es para hablar de la traducción del título sino para pensar en el funcionamiento temporal y en la lógica de su narración. PIENSO EN EL FINAL es una película que transcurre en un tiempo cronológico en apariencia literal y en otro, una suerte de tiempo continuo en el que pasado, presente y futuro parecen fundirse. «Ending things» puede querer decir muchas cosas aquí y puede haber pasado, estar pasando o pasar después. El recorrido literal de la película del guionista de QUIERES SER JOHN MALKOVICH? parece ser, cronológicamente, claro: una pareja viaja de la ciudad al campo a visitar a los padres de él y luego encaran el viaje de regreso. De hecho, uno podría dividir la estructura en cuatro etapas bastante claras y separadas: viaje de ida, estancia en la casa, viaje de regreso y, para no adelantar nada, digamos «lo que sucede después».

Pero eso no alcanzaría a describir no solo las ideas que hay por detrás de la película sino su verdadera estructura, la conversión del «estar» en «ser», la gerundización del tiempo y, en especial, de las nociones de realidad y de identidad. Una vez que Amy (si es que se llama Amy, quizás se llama Lucy, quizás no) empieza a notar que alrededor suyo los personajes parecen envejecer y rejuvenecer ante sus ojos, una vez que las relaciones entre los pensamientos y la vida real dejan de tener sentido, PIENSO EN EL FINAL pasa a ser una película que transcurre en todos los tiempos a la vez. O, para decirlo de otro modo, adentro de la cabeza de alguien. Solo que no sabemos de quién.

En la larga serie de conversaciones que ¿Amy? ¿Lucy? (Jessie Buckley) y Jake (Jesse Plemons) tienen en sus viajes de auto en camino y de regreso de la casa de los padres de él, algunos de los temas que surgen en la película se discuten. Hay uno, en particular, que hace una sutil referencia a la percepción de la realidad y en el que se debate la idea de que los colores no existen en el universo sino solo en nuestro cerebro. Hay otro, un poco antes, en el que Jake asegura que «nosotros no nos movemos a través del tiempo, el tiempo se mueve a través de nosotros». Son pequeñas conjeturas para agarrarse cuando la película parezca desconectarse cada vez más de lo que entendemos como realidad.

Kaufman plantea diferentes modelos narrativos y formales dentro de la película. Sus dos largos viajes automovilísticos tienen una característica específica, una que me gustaría definir como una mezcla entre Richard Linklater e Ingmar Bergman: las conversaciones entre dos personas cultas e inteligentes, capaces de citar autores, cineastas y pintores, mientras que comparten ideas bastante angustiantes acerca de la existencia. «Los humanos inventaron la esperanza para poder lidiar con la certeza de la muerte», asegura Jake. «Amy» pinta (o dice que pinta, ya que también escribe poemas y parece estudiar varias carreras a la vez) cuadros de la naturaleza que sirven, dice, para expresar sus sensaciones. «¿Cómo se expresan sensaciones en un paisaje en el que no hay gente?», le pregunta el padre de Jake (David Thewlis). «El que mira el cuadro es el que debería sentirlas», contesta ella. Algo así se podría decir de la película.

El hogar familiar de Jake, en cambio, es una suerte de casa embrujada que parece remitir más al cine de David Lynch en esa mezcla de horror, humor y simple y pura extrañeza. Thewlis y Toni Collette (que encarna a la madre) parecen personajes salidos casi de una novela gráfica, curiosos payasos que llevan a «Lucy» a confirmar las dudas que tiene acerca de su cada vez más perturbado novio. Llevan seis o siete semanas juntos pero ella siente que está con él desde siempre (¿será cierto?) y que ya es hora de «ending things». ¿Terminar las cosas? ¿Ir terminando las cosas? ¿O se refiere a otra cosa con eso?

La película volverá a la rutina automovilística del diálogo (hay un largo debate sobre UNA MUJER BAJO LA INFLUENCIA, de John Cassavetes, incluyendo una larga cita a la crítica de la película que escribió Pauline Kael) pero de a poco volverá la extrañeza a inundar el relato. En el medio de la ruta abandonada y en la noche oscura, Jake y «Amy» empezarán a acercarse a un universo más cercano a EL RESPLANDOR –con un colegio en lugar de un hotel– y la película doblará la apuesta hacia la fantasía (o la imaginación), ya no solo manipulando los tiempos sino la propia noción de qué es lo que estamos viendo, con números musicales, escenas de animación y otras cuestiones que irán descubriendo allí. ¿Hay misterios aún más secretos y profundos que los que podemos ir descifrando? ¿Cuáles son?

Kaufman sigue siendo un cineasta que explora de manera lúdica pero a la vez grave (por no decir depresiva) la naturaleza de la existencia. En las películas dirigidas por él (aquí dirige y escribe el guión pero se basa en una novela ajena, del canadiense Iain Reid), el costado lúdico que aportaban cineastas como Spike Jonze y Michael Gondry a sus guiones previos se vuelve más oscuro y tenebroso, menos juguetón. Y el carácter angustiante de sus relatos pasa a dominarlo todo. Una confusión verbal –de las tantas que hay en la película– que tiene el padre de Jake deja también en evidencia la naturaleza de lo que estamos viendo. «Lucy» le dice que estudia «física cuántica» (en inglés Quantum Physics) y él entiende «psíquica cuántica» (Quantum Psychics). PIENSO EN EL FINAL es eso, una película sobre psíquica cuántica. O sobre cómo el cerebro no funciona siguiendo los parámetros del tiempo convencional sino que integra lo que pasó, lo que está pasando y lo que pasará. El mundo que parece existir afuera y el que creamos desde adentro, mediante los pensamientos, que quizás sean lo único verdadero en toda esta cuestión. Los que le dan entidad a eso que llamamos realidad.