Festivales: crítica de «Residue», de Merawi Gerima (Pingyao)

Festivales: crítica de «Residue», de Merawi Gerima (Pingyao)

Esta opera prima estadounidense premiada en Venecia se centra en un hombre afroamericano que vuelve a Washington y encuentra a su barrio totalmente cambiado. Además, van algunas recomendaciones de la cuarta edición del festival creado por Jia Zhangke.

Hay distintas maneras de acercarse a un mismo proceso. Con pocas semanas de diferencia se estrenaron en Netflix dos películas con temas parecidos pero formalmente muy distintas. Una de ellas, RAPERA A LOS 40, está disponible mundialmente. La otra, RESIDUE, fue adquirida también por la misma plataforma, pero aún no para nuestros territorios. Ambos films tienen como uno de sus ejes principales el tema de la gentrificación, lo que sucede cuando las casas de algún barrio complicado socialmente o deteriorado en lo edilicio empiezan a ser adquiridas por personas de mayor poder económico desplazando a los vecinos del lugar. En el primer film se apuesta por un tono entre cómico y nostálgico. La película de Gerima es diferente y se acerca más a la idea de transmitirlo como una fractura emocional, una pérdida, una muerte en vida.

La gentrificación en Estados Unidos está fundamentalmente sostenida en lo racial. Y en Washington D.C., más precisamente en el barrio que antes se conocía como Eckington y hoy es el hipster NoMa, las cosas han cambiado muchísimo. Jay (Obinna Nwachukwu) es un guionista que dejó el barrio para irse a la universidad y de ahí se fue a vivir a California, donde trabaja. El hombre no ha vuelto demasiado por su zona hasta que decide regresar por un tiempo a buscar inspiración para escribir sobre su juventud, sus amigos de entonces y que pasó con ellos en todo este tiempo. Pero lo que encuentra no tiene mucho que ver con lo que dejó. Uno puede imaginar que la película nace de una situación similar vivida por el director investigando para otra película que se transformó en esta.

Al volver nota que gran parte de las casas del barrio han sido reformadas y son habitadas ahora por burgueses blancos y ya no quedan ni las viejas casas ni muchas de las personas que vivían ahí cuando él era chico. A Jay le interesa encontrar a Demetrius, un gran amigo de la infancia, pero los pocos amigos de ambos que quedaron allí no saben donde está o al menos eso le dicen. Otros están en la cárcel o entrando y saliendo de ahí. Y uno puede sentir cierta incómoda tensión en la zona, tanto entre los afroamericanos y los blancos como entre Jay y sus viejos amigos, que no ven con buenos ojos lo que él está haciendo al investigar. Algunos porque sospechan de él («¿ahora sos policía?» es un comentario repetido) y otros porque consideran su súbito interés en ellos una suerte de vampirismo creativo. El tipo se fue, casi nunca se preocupó por saber en qué andaban (no contestaba las cartas de uno de ellos en prisión, sin ir más lejos), y ahora vuelve para conocer sus historias y usarlas.

Gerima se acerca al tema de una manera poética que es misteriosa y un tanto inquietante. Su intención no pasa por contar una trama fuerte en función de las acciones de los personajes, sino narrar las confusas sensaciones por las que atraviesa Jay y algunos de sus viejos amigos con los que tiene una complicada relación ligada también a experiencias distintas. Es el que se fue del barrio frente a los que se quedaron, el que «fue a la universidad» frente a los que siguen lidiando con la falta de trabajo y la tentación de una vida criminal, el que puede salir de ahí cuando quiera y los que no tienen esa misma posibilidad a mano.

Para Jay volver implica un reajuste importante y algunas de las cosas que ve o escucha (los habitantes blancos, casi siempre fuera de foco, lejos o de espaldas a la cámara funcionan como una suerte de fantasmas) sacan de él un costado violento que parecía tener olvidado y que sorprende a su mujer, aunque no tanto a sus padres, que conocen lo que el hombre ha ido dejando de lado con el paso del tiempo y gracias a su propia «gentrificación» personal. Volver al barrio es también volver a ser un poco quien uno era antes de irse. No necesariamente en los hechos, sino en la cabeza, en la experiencia, en la cotidianidad.

Por momentos el realizador se regodea demasiado en ese registro casi pesadillesco, armando una curiosa serie de montajes paralelos entre pasado y presente, mezclando distintos tipos de formatos (video, fílmico granuloso, etc) y combinando realidad con imaginación de una manera que puede ser elegante y entendible desde la lógica del personaje pero quizás demasiado confusa para el espectador. No hay muchos disparadores narrativos más que la búsqueda del misterioso Demetrius y la disimulada tensión social y racial que se palpa en el ambiente. Y al disponer de ciertas acciones de ese modo tan esquivo la película corre el riesgo de ponerse innecesariamente impenetrable.

De todos modos, la sutileza que maneja RESIDUE (los «residuos» en cuestión serían los habitantes afroamericanos del lugar que no lograron extirpar los blancos) es más que bienvenida en este tipo de películas de reivindicaciones sociales/raciales que suelen muchas veces pecar de estar por demás subrayadas. Aún más que RAPERA A LOS 40 o THE LAST BLACK MAN IN SAN FRANCISCO –también de similar tema–, la película de Gerima logra capturar, por un lado, la sensación de distancia que existe entre los recuerdos y la realidad, entre la experiencia infantil y adolescente que permanece en la memoria y la cruda dureza del presente, en el que la violencia no la ejerce solo la autoridad sino los propios vecinos a veces solo con sus miradas y su disimulado desprecio. Y, por el otro, pone en cuestión el propio trabajo del artista vampiro que succiona las historias de las personas cercanas y las trata de aprovechar para su propio crecimiento.


Acá están las críticas ya publicadas aquí de otras películas que se presentan en el Festival:


El programa completo lo pueden encontrar acá.