Estrenos online: crítica de «El cuaderno de Tomy», de Carlos Sorín (Netflix)

Estrenos online: crítica de «El cuaderno de Tomy», de Carlos Sorín (Netflix)

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21 Nov, 2020 01:32 | comentarios

Este drama con toques de comedia se centra en una mujer internada con un cáncer terminal que pasa sus días tuiteando sobre sus experiencias y escribiendo un libro para dejarle a su pequeño hijo. Con Valeria Bertucelli, Esteban Lamothe, Malena Pichot, Mauricio Dayub y gran elenco. Estrena el 24 de noviembre en Netflix.

Dos veces vomité el Tramadol hoy. Me siento en Trainspotting». «No paro de sentirme mal, que es como no parar de triunfar pero todo al revés». «Vengo de la quimio, leo que hay algo de Nisman y pijas, denme ya ese material». «Yo preferiría no enseñarles una verga y seguir viviendo pero gracias por todo el 💜». Tuits así, publicados en la cuenta de Twitter @kireinatatemono (hoy, in memoriam), transformaron a su dueña, María «Marie» Vázquez, en una curiosa celebridad entre 2014 y 2016. María era una mujer de poco más de 40 años que había sido diagnosticada con un cáncer que, a esa altura, ya era terminal. No había mucho más para hacer que internarla, sedarla, cuidarla y esperar que el sufrimiento no sea devastador ni para ella ni para los que la rodeaban.

Marie se tomó ese viaje de una manera muy personal. Una mujer bastante ácida y divertida, atea y poco afecta al tipo de platitudes (clichés) que generan estas enfermedades (se pasaba, literalmente, por el culo todo aquello de «sos fuerte y valiente» o frases como «una enfermedad larga y penosa»), decidió que la mejor manera de pasar sus últimos meses de vida era, por un lado, tuiteando sobre su experiencia y sacándola del estigma del martirio religioso del que no hay que hablar sino es en tono entre épico y reverencial. Y, por otro, escribiendo un cuaderno para su pequeño hijo Tomy, con frases, ideas, anécdotas y recomendaciones para su vida sin ella. Nada convencionales, claro. Así era Marie.

El libro se llamó «El cuaderno de Nippur«, fue un éxito editorial y Carlos Sorín fue convocado para llevarlo al cine. Bueno, a Netflix que es lo más parecido al cine que tenemos. Fue una elección más que apropiada. Si hay algo que caracteriza a la obra del realizador de LA PELICULA DEL REY e HISTORIAS MINIMAS es su sentido del humor fresco, ingenioso y hasta cínico. Aún cuando ha contado historias dramáticas o sentimentales, Sorín –a diferencia de otros cineastas de su generación– no ha perdido esa chispa si se quiere hasta maliciosa, de niño pícaro, que lo hace perfecto para afrontar un proyecto que, en otras manos, fácilmente podría derrapar hacia el sentimentalismo más extremo.

EL CUADERNO DE TOMY –el nombre del libro se cambió para la película, que no es estrictamente una adaptación sino un recuento de los últimos meses de Marie– se desarrolla fundamentalmente en un enorme hospital y más específicamente en el cuarto en el que está internada. Interpretada por Valeria Bertuccelli en una inspirada elección de casting por el tipo de humor que ella tan bien maneja –su actuación es merecedora de cuanto premio se le ponga adelante–, la película cuenta el tiempo que ella pasa en el hospital, las visitas de su bullicioso pero también impresionado grupo de amigas y los intentos de Marie de contar sus experiencias tanto en las redes sociales como en el cuaderno a su hijo. Convengamos que, más allá de algunas diferencias de vocabulario, el tono no es tan distinto. En ambos casos la mujer era directa y honesta. Nada de pavadas.

Con una duración en extremo breve (por el gran elenco poco usado y algunos otros detalles da la impresión que hay una versión bastante más larga en algún cajón), Sorín pone buena parte del peso de la trama en Federico (Esteban Lamothe, quien le da un mayor peso emocional a la historia, acaso no tan proclive a la salida humorística como su mujer), especialmente en la zona del relato en la que se discuten complicadas decisiones a tomar respecto a qué hacer con Marie. Es que en determinado momento ya es claro que no hay salida posible y que la muerte es inminente, pero a la vez el sufrimiento es insoportable. EL CUADERNO DE TOMY no llega a ser una película que trate esencialmente sobre el tema de la eutanasia o de la «sedación terminal», pero pone esos complicados temas en la discusión pública.

Además de escribir sus textos (sobreimpresos o narrados vía voz en off), los días que le quedan a Marie se van en charlas con sus amigas (un elenco que incluye a Mónica Antonopulos, Catarina Spinetta, Ana Katz, Paola Barrientos, Romina Richi, Carla Quevedo, Diego Reinhold, Diego Gentile y, principalmente, Malena Pichot, como su amiga más cercana y confidente, dueña además de un humor muy similar al de la paciente), en tratamientos paliativos, y en las idas y vueltas de la situación con los médicos, con Mauricio Dayub en el rol fundamental del jefe de ese departamento y el que primero presenta la posibilidad de la discutida «sedación».

Como toda película sobre enfermedades –más aún un cáncer terminal en una persona muy joven– no siempre es fácil de ver. Pero la incomodidad y la angustia que puede generar la inminente pérdida está bien «contenida» por el humor que recorre toda la propuesta. Hay momentos de risa franca a veces en medio de situaciones duras y dramáticas. Y esa manera natural y humana con la que Sorín se acercó al material –además de un impecable manejo de actores donde no hay ni una nota falsa o fuera de lugar– permiten que la película pueda ser una experiencia catártica pero sin por eso sentirla como una serie de golpes bajos. Quizás la banda sonora pueda resultar un tanto old fashioned o convencional –la película podía haber sido más lúdica e «irrespetuosa» también allí–, pero es un problema que finalmente resulta menor.

Dentro de los límites específicos de este tipo de propuestas, Sorín logró resultados que superan lo esperable para historias que fácilmente tienden a derrapar hacia los Juegos Olímpicos del lagrimón. EL CUADERNO DE TOMY emociona en momentos específicos pero sabe tomar distancia en otros, contenerse y elegir los mejores puntos de vista posibles para contar una escena. El rostro dolido de Lamothe mientras su mujer y su hijo están en el cuarto dice seguramente más, y no es tan invasivo, como contar la escena en plan «preparen los pañuelos». En el fondo, los pañuelos terminan siendo igual de necesarios, pero uno tiene la convicción de que no lo han lanzado hacia el llanto con recursos impropios sino con unos que son tan sinceros como nobles. Como los tuits de Marie o el libro que escribió a su hijo, la película homenajea no solo a la mujer sino a la manera en la que ella enfrentó su vida y su muerte.