Festival de Mar del Plata 2020: crítica de «El año del descubrimiento», de Luis López Carrasco

Festival de Mar del Plata 2020: crítica de «El año del descubrimiento», de Luis López Carrasco

Este documental español toma como referencia conflictos políticos y sindicales que tuvieron lugar en Murcia en 1992 para pintar un duro panorama de la sociedad española del último cuarto de siglo.

El bar de Cartagena (Murcia, España) parece existir desde siempre y no haber cambiado en nada o casi nada. Quizás tiene las mismas sillas y mesas y la misma barra ahora que en los ’80 y los ’90 o quizás sea parte de la magia del cine. Allí se congregaba gente entonces y –exceptuando pandemias– ahora también. En EL AÑO DEL DESCUBRIMIENTO todos los tiempos parecen existir al mismo tiempo. Gente. Un bar. Unas cañas o un café. Y hablar de lo que pasa y lo que ha pasado. De lo que es, lo que fue y lo que sigue siendo. En un formato de documental abierto –a la ficción, a la confusión temporal, a la alteración creativa–, el director de EL FUTURO intenta contar una historia de dos Españas, de dos generaciones, de una lucha constante entre la imagen y la realidad, entre el pasado y el futuro, entre el trabajo y la falta de él, entre la solidaridad y el individualismo.

El eje central de la película de 200 minutos de López Carrasco es el año 1992. En ese entonces, mientras España vendía a Europa y al mundo los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla como una muestra de un país renovado y moderno, unido a la Comunidad Europea y ya alejado completamente de los fantasmas del franquismo, en algunas ciudades el país se hundía económicamente con cierres de fábricas, despidos, manifestaciones masivas, atentados, conflictos sindicales y otras muestras de que no todo era tan brillante como mostraban las publicidades cool de la época.

EL AÑO DEL DESCUBRIMIENTO consiste, formalmente, de un pantalla dividida en dos que funciona casi como mesa de edición en vivo. Por momentos un lado va dejando paso al otro mediante el uso del sonido, en otros funciona como segunda cámara –o contraplano– de una misma escena, en otros casos aporta materiales informativos –noticieros, publicidades, carteles– y en unos pocos se queda, directamente, una de ellas en negro. ¿Y qué hay en esos planos? Charlas, conversaciones, algunas entrevistas y monólogos de y entre personas de esa ciudad –la Cartagena de Murcia, no la colombiana– en las que los más grandes recuerdan las experiencias de esos años y las comparan con la situación actual mientras que los más jóvenes hacen el recorrido inverso.

Con sus distintos personajes y opiniones contrastadas, la película de Carrasco va dejando en claro las diferencias entre las épocas y se centra, especialmente, en mostrar cómo a lo largo de este cuarto de siglo el país entero –y el mundo, a la vez– fue corriéndose políticamente cada vez más a la derecha, perdiendo conquistas sociales, generando una constante inestabilidad y una sensación de «sálvese quién pueda» que repercute, más que nada, en la pérdida de un sentido de comunidad, algo que puede verse también reflejado en lo que está pasando en este 2020 de pandemia.

Si bien la película es muy local en sus detalles –los cierres de fábricas específicos, las huelgas, las tomas y las represiones con nombre y fecha– hay algo absolutamente universal en sus ambiciones. El ex integrante del grupo «Los hijos» se plantea un desafío fuerte y logra salir muy bien parado. En cierto modo EL AÑO DEL DESCUBRIMIENTO intenta ser una historia de los contrastes españoles desde el regreso de la democracia a ese país, focalizándose en una ciudad y, más precisamente, en un bar. Los ejes pasan por lo laboral y lo económico, fundamentalmente, pero también hay lugar para discusiones culturales, idiomáticas, de nacionalismos y varios otros temas que permanecen en las conversaciones cotidianas de ese país y, con sus diferencias específicas, aquí también.

Un sindicalista puede recordar las marchas de entonces y compararlas con el desgano actual, en donde casi es imposible convencer a empleados de hacer una huelga. Un joven considera que lo explotan laboralmente mientras que otro parece entender más los problemas de los empleadores que los suyos propios. Uno culpará de todo a los inmigrantes y otro puteará contra la inestabilidad laboral. Estará el que compare a los sindicalistas de entonces con los de ahora y el que ponga en duda la posibilidad del gobierno español de controlar lo que sucede localmente debido a las presiones y manejos de Europa.

«El país parece moverse entre la derecha y la extrema derecha», dice uno de los más inteligentes parroquianos que habla en el bar, uno que pasó por los eventos de 1992 y es hoy dirigente sindical. «Y si no estamos los de izquierda para correr las cosas un poco más al centro no sé que sucedería», agrega, parafraseo. El de EL AÑO DEL DESCUBRIMIENTO es un debate ideológico y generacional, una conversación sobre el pasado, el presente y el futuro de España, en el que lo que más importa parece ser la voz del hombre y de la mujer de la calle, de a pie, el parroquiano que, con la caña o el café en la mano, dice su verdad. Si bien hay dirigentes y algún historiador o especialista, la película cobra aún más vitalidad en las discusiones entre amigos, especialmente en las mesas de los más jóvenes, que ven el mundo con ojos muy distintos entre sí.

El contexto seguramente altera la recepción de la película. Vi EL AÑO DEL DESCUBRIMIENTO dos veces. A principios de año –antes de la pandemia, cuando pasaba por el Festival de Rotterdam– y ahora, para escribir sobre ella. Y en esos nueve meses la película parece haber cambiado. Viendo lo que sucede en buena parte del mundo, y ahora aquí también en la Argentina, en donde muchos adolescentes y jóvenes parecen «militar» causas del más puro neoliberalismo e individualismo (defendiendo la falta de protección laboral, criticando la regulación de las empresas y hasta marchando en defensa de ellas, oponiéndose a poner impuestos a las grandes fortunas o saliendo a la calle para demostrar su desinterés absoluto por los controles sanitarios), el film de López Carrasco ha cobrado, al menos para mí, una mayor negrura, una cuota más importante de desesperanza.

El cambio de paradigma ha sido lento pero consistente y trasciende a veces las nociones convencionales de izquierda y derecha. En 1992 gobernaba en España el PSOE (socialista) cuando esta disimulada crisis tuvo lugar. Y volvería a pasar algo similar en la debacle de 2008, decepcionando a los que creían en la centro-izquierda como salida a este tipo de problemas. Los ajustes económicos (en el film se habla del fracaso de Grecia al intentar enfrentar al FMI) y el desprestigio de la clase política también han ido de la mano. Pero lo que acaso no se había visto antes de una manera tan brutal como ahora es la existencia de una generación de jóvenes capaces de poner su futuro, deseosos y felices, en manos del capitalismo más salvaje y desregulado. En Murcia, otrora bastión del antifranquismo, hoy gana Vox (partido de ultra-derecha) las elecciones.

La pandemia no ha hecho más que empeorarlo todo, eso es evidente, pero aún filmada antes de esa catástrofe, la película quedará como una instantánea bastante brutal de todos estos años de descalabro social y de fracaso de los proyectos políticos que han intentado combatirlo. EL AÑO DEL DESCUBRIMIENTO es una foto atemporal de un bar de Cartagena –de Murcia, de España y de buena parte del mundo occidental– que servirá para ilustrar los capítulos de los libros de historia que hablen de estos tiempos.


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