Estrenos online: crítica de «Operación Varsity Blues: Fraude universitario en EE.UU.», de Chris Smith (Netflix)
Este documental de Netflix se centra en el descubrimiento de un sistema de trampas y coimas para ingresar a las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos en el que se vieron involucrados muchos ricos y famosos.
Dos años atrás salió a la luz una investigación realizada por el FBI acerca de fraudes en las admisiones a las universidades más importantes y prestigiosas de los Estados Unidos y se transformó en un verdadero escándalo. A primera vista porque involucraba a algunos relativamente famosos actores de Hollywood (Felicity Huffman, Lori Loughlin), además de muchos empresarios y millonarios. Pero, además, porque revelaba una oscura trama de privilegios, negociados y manipulaciones existentes para poder hacer entrar a esas universidades a los «hijos de los ricos y famosos» esquivando los pasos obligados, por la que se conoció como «la puerta del costado».
OPERACION VARSITY BLUES debe ser entendido en un contexto como el estadounidense en el que las universidades caras y privadas de la llamada «Ivy League» son las únicas a las que, para ciertos sectores de privilegio, vale la pena mandar a sus hijos. Es una cuestión más de prestigio, de chapa, que de otra cosa. Ha sido siempre así pero ahora lo es más, la presión es mayor y las redes sociales lo han vuelto aún más problemático ya que el festejo de un chico en un video de Instagram es también la crisis del otro, del que no pudo. Y de su familia también.
Los millonarios en Estados Unidos han siempre tenido una manera de entrar a esas universidades, forma que en el documental llaman «la puerta trasera». Esto es: donándoles mucho dinero. El propio sistema está formateado de manera tal como para que los hijos de esos donantes -como Jared Kushner o, una imagina, el propio Donald Trump en su momento– entren por atrás. Pero esa puerta trasera no solo no ofrece garantías sino que cada vez las donaciones tienen que ser más importantes (decenas de millones) como para que no queden dudas que reportarán ese tipo de beneficios familiares.
Es ahí que aparece Rick Singer. El tipo es uno de los tantos «coaches» que se dedican a preparar alumnos para dar los exámenes y enviar sus presentaciones a esas universidades, entre las que se cuentan Harvard, USC, Duke, Yale, Georgetown o Stanford, entre otras. Pero pronto el tipo se da cuenta que existe –o que puede abrir– otra puerta de ingreso: ni la de adelante ni la de atrás, sino una lateral. ¿Cómo? Los modos son bastante variados e incluyen muy específicas trampas que hay que ver para creer, pero en términos generales se podría decir que lo hace mediante la coima, usando dinero de padres que Rick luego deriva –tras quedarse con lo suyo, claro– a bolsillos específicos, más que nada el de entrenadores deportivos que pueden reservar lugares en las escuelas para supuestos talentos de sus distintos deportes. Aunque, claro, esos adolescentes jamás hayan pisado una cancha de nada y estén más cerca de las fiestas que de los gimnasios.
El director Chris Smith, que hizo la excelente JIM & ANDY: THE GREAT BEYOND, arma un sistema inusual para el género documental. Su especialidad son las temidas reconstrucciones ficcionales, con actores haciendo los roles de los involucrados, pero la particularidad de esta propuesta es que sus diálogos son sacados textualmente de las conversaciones telefónicas y otras grabaciones que el FBI hizo de los involucrados en la estafa. Es así que Matthew Modine encarna a Singer pero todo lo que dice ha sido dicho, palabra por palabra, por el verdadero. Y lo mismo con el resto de las personas. Smith no se queda solo en eso sino que también agrega entrevistas, archivos y otros recursos más clásicos del documental, pero su manera de encararlo tiene su grado de originalidad, aún para los que no somos muy fanáticos del llamado reenactment.
Lo que OPERACION VARSITY BLUES pone en juego, más que ninguna otra cosa y más allá de los personajes específicos, sus condenas (merecidas o no) y los detalles de cada estafa (algunas son increíblemente refinadas, otras son de una banalidad desconcertante) es la locura existente en esa obsesión por el prestigio universitario. Sí, son los padres de los adolescentes y también los coaches y los tipos como Rick capaces de encontrar rutas para engañar el sistema, pero fundamentalmente son las propias universidades las que, con tal de recibir dinero y donaciones de muchas cifras, hacen la vista gorda y apañan un sistema que beneficia fundamentalmente a los más pudientes. Dicho de otro modo, por cada persona que entra por atrás o por el costado hay alguien que se queda sin entrar por la puerta de adelante y que claramente lo merece mucho más.
Los entrevistados dan también a entender no solo que hay otras escuelas quizás mejores que las del «Ivy League» (solo que no son tan «deseadas» ya que no poseen el aura de prestigio que tienen las más famosas) sino que la presión que se ejerce sobre los adolescentes para entrar en ellas es espeluznante. Cuando la educación pasa a ser un «commodity» cuyo valor es más simbólico que otra cosa y que se pone a la par de una gran casa en un barrio lujoso, el cuadro de algún artista de moda o hasta de un avión privado, la oportunidad para que aparezcan «artistas del engaño» como Singer a hacer lo suyo está servida en bandeja. Y la fascinante historia de este escándalo –que aún no se ha cerrado del todo– habla más del contexto que de los personajes específicos. Deja a las claras que entre el mérito y el dinero, siempre va a ganar el segundo.