Ciclos: reseña de «Los bajos fondos», de Akira Kurosawa (Sala Lugones)

Ciclos: reseña de «Los bajos fondos», de Akira Kurosawa (Sala Lugones)

por - Ciclos, cine, Críticas
06 Oct, 2021 11:21 | Sin comentarios

Esta clásica adaptación de 1957 de la obra teatral del ruso Maxim Gorki protagonizada por Toshiro Mifune e Isuzu Yamada se exhibirá en el ciclo «Kurosawa: Lado B» de la Sala Leopoldo Lugones el jueves 7 de octubre, a las 15 y a las 18. Repite el miércoles 20, a las 15.

Un apasionado del teatro, Akira Kurosawa tiene una variada lista de adaptaciones de obras al cine. LOS BAJOS FONDOS, del ruso Maxim Gorki, acaso sea una de las más fieles y extremas. Fiel no en el sentido de la específica situación de los personajes –la obra de Gorki, que ya había sido adaptada por Jean Renoir en 1936, transcurre en la Rusia del siglo XIX, la de Kurosawa en el Japón del siglo XVIII, en pleno periodo Edo– sino de su puesta en escena y hasta de sus actuaciones, de corte teatral. Casi todo el film transcurre en un único ambiente (son dos, en realidad, aunque el «exterior» se usa poquísimo), una especie de pensión/refugio de poca monta que aloja usualmente a ladrones, prostitutas, gente sin trabajo o ancianos enfermos. Es ese el escenario en el que las distintas tensiones de esta clásica pieza se irán desarrollando.

Si bien el eje narrativo pasa por un triángulo amoroso entre la esposa del dueño de la pensión, Osugi (Isuzu Yamada), su hermana Okayo (Kyoko Kagawa) y un ladrón que vive allí, Sutekichi (un joven Toshiro Mifune), el affaire en cuestión no es más que el hilo conductor, lo más parecido a una trama convencional que tiene la pieza. Pero se trata de una línea narrativa menor que solo «explota» de manera un tanto más clásica sobre el final, ya que Osugi intenta convencer a Sutekichi de matar a su marido. LOS BAJOS FONDOS es más una oscura y –más allá de ciertos momentos de humor y ocasionales alegrías– bastante angustiante descripción de las vidas de los habitantes de ese lugar, con sus peleas, discusiones, miserias y problemas.

Además de Sutekichi, el más destacado de los «clientes» de esa especie de pocilga es Kahei, un anciano que escucha y aconseja a los demás, y Danjuro, un actor que está en crisis con su trabajo y con su vida. Hay, además, una prostituta, un ex samurai, una mujer enferma, un jugador y otros personajes que habitan ese singular espacio. Y gran parte del film pasa por sus conversaciones, sus juegos y canciones, sus alcoholizadas disputas, sus bastante violentas peleas y las tragedias que se van sucediendo a su alrededor.

Por otro lado, el affaire en cuestión moviliza la curiosidad del heterogéneo grupo y se transforma en la «comidilla» del establecimiento, ya que todos son testigos de algunas de las idas y vueltas de la relación entre Sutekichi, las hermanas y el dueño del lugar. Y, cuando todo se vuelve un tanto más trágico y violento, la pensión en sí se convierte en el escenario de las disputas y de las repercusiones.

Si bien es bastante fiel a la pieza original en sus textos y estructura (asumo que sus ampulosos estilos actorales tendrán más que ver con la puesta japonesa de la obra que con la rusa), el estilo activo y enérgico de Kurosawa se deja ver en el movimiento de la cámara, en su montaje por momentos furioso, en la manera en la que varias cosas se suceden en distintas capas del plano (no hay casi paredes aquí) y en la energía que empuja a una trama que tiene poco de acción en el sentido más clásico del término.

Sigue siendo una película ardua con momentos casi inexpugnables –no es, convengamos, de los films más accesibles del maestro japonés, que ese mismo año había hecho TRONO DE SANGRE, una adaptación del «Macbeth» de William Shakespeare–, pero de a poco el espectador empieza a sentir de forma palpable los sufrimientos y confusión de los personajes, en especial el arrogante y confundido Sutekichi, las dos conflictivas hermanas, el atribulado actor con problemas de memoria y el anciano cuyo rol de mediador/consejero no siempre da los resultados esperados.

Más allá de la energía y el fervor de sus personajes, se trata de una pieza oscura y dolorosa, que muestra las vidas de personas sin lugar en la sociedad de la época y sin demasiadas posibilidades de salir de esa situación de pobreza y desesperación. Alguno muere, otro se suicida, estará el que (accidentalmente o no) mata, pero por más que intenten darse ánimos y hasta cantar canciones y bailar, parece bastante claro que se trata de uno de esos callejones –como el lugar que habitan– que tiene más de tumba sobre la tierra que de otra cosa.


El film se exhibirá, en 35mm, en el ciclo «Kurosawa: Lado B» de la Sala Leopoldo Lugones el jueves 7 de octubre, a las 15 y a las 18. Repite el miércoles 20, a las 15. Más info, aquí.