Estrenos online: crítica de «Tick, Tick… BOOM!», de Lin-Manuel Miranda (Netflix)
Dirigida por el creador de «Hamilton», llega a Netflix el 19 de noviembre la adaptación del primer musical de Jonathan Larson, el autor de «Rent». Es la historia de un joven que quiere triunfar en el difícil mundo de Broadway.
La historia del origen, del momento antes del salto a la fama, suele ser material muy noble para el cine. Jonathan Larson jamás pensó en eso cuando escribió el musical (o el «monólogo rock») titulado TICK, TICK… BOOM! No sabía, de hecho, que ese musical no iba a ser un éxito ni tampoco que el próximo, RENT, se volvería un clásico. Menos aún podía imaginar que, un día antes del estreno de su musical consagratorio, iba a morir de una obstrucción arterial sin ver a su obra cambiar la cara de Broadway.
Su primer musical era, simplemente, un reflejo de un momento de su vida, en el que ya llevaba varios años tratando de triunfar en ese complicado universo y se veía conflictuado entre sus dudas ante la idea de «tirar la toalla» (como decía un viejo músico de rock, «para buscarse un trabajo honesto») o seguir, hasta las últimas consecuencias, tratando de cumplir su sueño, cada vez más inalcanzable.
Ese retrato generacional lo lograría en RENT –varios años después– y TICK, TICK… da pistas de esa explosión de juventud, vitalidad y diversidad que, entonces, eran una rareza en el teatro musical estadounidense tradicional. Y es uno de los puntos de contacto con el mundo de Lin-Manuel Miranda, el creador de HAMILTON y de IN THE HEIGHTS, que dirigió la película como homenaje a Larson y a su carácter de pionero en esto de cambiarle, literalmente, la cara a Broadway, herencia que él después continuó.
¿Qué es TICK, TICK, BOOM!? Una relectura de ese musical/monólogo de Larson, que toma el mínimo escenario en el que se desarrollaba el show original y lo expande a las calles de Nueva York, con la vitalidad y energía que la caracterizan. El «show en escena» continúa apareciendo, solo que ahora dialoga con el exterior, yendo y viniendo muchas veces dentro de la misma escena con una elaborada pero a la vez muy precisa estructura.
Larson (una potente interpretación de Andrew Garfield, a pura energía borderline maníaca) está por cumplir 30 años, trabaja atendiendo en un restaurante y prepara hace años un musical de ciencia ficción llamado SUPERBIA, que espera que sea su entrada al mundo de Broadway. Corre 1990 (el sida está muy presente) y sus personas más cercanas y queridas están dejando sus sueños artísticos para buscar otros rumbos. Su mejor amigo, Michael (Robin de Jesús), un actor, se ha «vendido» a la publicidad y a trabaja en una agencia, mientras que su novia, Susan (Alexandra Shipp), tiene una oferta laboral como docente que implica dejar Nueva York y le ofrece a Jonathan si quiere acompañarla.
Pero Jonathan no quiere bajar los brazos. Y el musical se tratará no tanto de aquel proyecto de ciencia ficción, sino de su lucha por llevarlo adelante pese a las complicaciones, la falta de apoyo y su propio temor al fracaso, ya que se siente demasiado «viejo» para estar empezando. Así, entre peleas y reconciliaciones con sus seres queridos, sus dificultades creativas (le falta una canción clave para terminarlo) y sus intentos por convencer a los complicados productores de Broadway, se irá desarrollando este film acerca de los esfuerzos que demanda llegar y lo difícil que es no aflojar en el camino, no abandonar todo ante las dificultades.
Miranda y Garfield le otorgan al film una energía desbordante, tanto desde la puesta en escena (y no solo en los números musicales) como desde la actuación (y las dotes musicales) del británico. Es eso, más que las canciones en sí –que no tienen la potencia ni la musicalidad que tendrán las de RENT— lo que le da vida a este musical que homenajea a todos esos artistas que lucharon y que quedaron en el camino. O, como es el caso de Larson, que triunfaron de manera póstuma y jamás lograron disfrutar de su éxito.
TICK, TICK… BOOM! tiene algo de celebración del espíritu del artista amateur y es la clase de musical que seguramente disfrutarán más quienes viven cerca del mundo del teatro musical, conocen cada código y hasta pueden descubrir los incontables guiños –y algún que otro cameo– que hay en el film al universo de Broadway. Pero la lucha de Larson es universal, la comprende cualquiera que se haya debatido entre seguir hasta las últimas consecuencias tratando de cumplir su sueño haciendo lo que ama o aflojar ante la acumulación de adversidades.