Estrenos online: crítica de «Being the Ricardos», de Aaron Sorkin (Amazon Prime Video)

Estrenos online: crítica de «Being the Ricardos», de Aaron Sorkin (Amazon Prime Video)

por - cine, Críticas, Estrenos, Online, Streaming
14 Dic, 2021 04:47 | comentarios

La nueva película del guionista de «La red social» se centra en la vida y los conflictos de Lucille Ball y Desi Arnaz, la pareja protagónica de «I Love Lucy», la más popular sitcom televisiva de los años ’50. Con Nicole Kidman y Javier Bardem. Estrena Amazon Prime el 21 de diciembre.

Seguramente no tan conocidos en el resto del mundo como lo fueron en los Estados Unidos –en la década del ’50 la cultura televisiva no estaba tan globalizada como ahora–, Lucille Ball y Desi Arnaz conformaron una dupla fundamental en la historia de las luego llamadas sitcom o «comedias de situación». Con el show I LOVE LUCY no solo consiguieron un éxito televisivo de 60 millones de espectadores semanales sino que establecieron los fundamentos de un formato que funcionó de la misma manera hasta hace bastante poco y que hoy, pese a los cambios en el medio, todavía sobrevive. Me refiero a las comedias grabadas en vivo con tres cámaras ante un público cuyas risas interrumpen el flujo narrativo y forman parte del propio esquema del show. El film contará, entre otras cosas, cómo hizo la dupla lo suyo para consolidar el formato.

Pero el formato no es el centro de BEING THE RICARDOS sino la relación entre Lucille (Nicole Kidman) y Desi (Javier Bardem), músico y entertainer cubano radicado en los Estados Unidos, marido en la vida real de Lucille y de «Lucy» en la ficción. Lo que sí hará Aaron Sorkin –director y guionista acá– es utilizar la producción de un episodio del show como marco temporal y dramático de las acciones, aún cuando esto implique meter al mismo tiempo hechos de la vida real que no sucedieron en simultáneo. Es una estructura compleja y llena de capas que el realizador resuelve con astucia e inteligencia en una película que funciona con muchas de las características del trabajo del guionista y ocasional realizador: diálogos incisivos, inteligentes y veloces, acción sostenida en función de la verborragia de los protagonistas y mundos que incorporan a varios personajes relacionados entre sí en un universo laboral estresante.

La película se presenta como un falso documental hecho muchas décadas después en el que algunos de los participantes –todos ellos actores, las entrevistas son tan ficcionales como todo lo demás– recuerdan los hechos de esa semana candente de 1952. Ball y Arnaz ya están en la segunda exitosa temporada de la sitcom y se enfrentan a la producción de un nuevo episodio que ya está escrito, empieza a prepararse el lunes y se grabará el viernes. En la mesa de trabajo están ellos dos (Desi es además el productor), el resto del elenco (J.K. Simmons y Nina Arianda), los guionistas, el productor ejecutivo (Tony Hale) y el director del episodio, uno que no le gusta a Lucille porque, según ella, no entiende nada de comedia física.

A los habituales conflictos internos, enredos personales, discusiones sobre escenas, diálogos y algunos fundamentales aspectos ligados a establecer dónde se para cada personaje y los detalles del humor físico de cada episodio (hay algunas muy buenas lecciones sobre el tema incorporadas aquí), BEING THE RICARDOS le suma algunos inconvenientes específicos que complican más la situación. Por un lado, el famoso periodista Walter Winchell comenta en su programa de radio que Ball estuvo afiliada al Partido Comunista, algo que en los años ’50 prácticamente condenaba a cualquier artista al ostracismo. Si esa información se difunde, puede ser el final de la serie. Y, por otro, la actriz se entera que está embarazada, lo cual es otro problema para el show, ya que era la época en la que cualquier tema que hiciera pensar que existía algún tipo de relación sexual aún entre marido y mujer era visto poco menos que como un escándalo.

Pero entre el temor a los medios y a los sponsors (son los de Philip Morris, sostén económico del show, los que no quieren saber nada con que Lucille aparezca embarazada), lo fundamental pasa por los conflictos de la pareja. Acaba de salir en una revista la foto de Desi con otra chica y Ball está convencida que su marido la engaña, sino con esa chica, con otras mujeres. Sus sospechas tienen lógica, ya que el cubano toca con su banda casi todas las noches y muchas veces se queda a «jugar a las cartas» y a dormir en el barco de la pareja y regresa a la casa el otro día. El hombre siempre tiene excusas convincentes y el cariño entre ambos hace el resto –pese a sus varios problemas, se nota que se quieren mucho y se apoyan y sostienen creativamente–, pero hay una tensión que persiste a lo largo de la semana de producción.

Como si no fuera suficiente, Sorkin le agrega a todo esto varios flashbacks que, brevemente, recorren la historia de la pareja y se centran, más que nada, en los problemas que tuvo Ball para transformarse en estrella de cine y en cómo su carrera fue yendo de fracaso en fracaso hasta terminar en la televisión, algo que en ese entonces no tenía demasiada buena prensa. Es que, en medio de todos estos ejes en paralelo, lo que recorre a BEING THE RICARDOS es la rareza de que el principal programa de televisión de los Estados Unidos en los conservadores años ’50 tuviera como protagonista a una pareja mixta compuesta por una chica blanca norteamericana y a un hispano.

Son muchos los temas y las subtramas del film –se podría armar una mesa redonda sobre la industria del espectáculo en los años ’50 a partir de los asuntos que se tratan aquí– pero Sorkin los recorre y organiza de una manera eficiente aunque un tanto seca, quizás fría. Es una película fascinante como inmersión en el mundo de la producción televisiva de la época, de los conflictos políticos y económicos que tenían los estudios, de los dramas personales del equipo (también los tienen los personajes secundarios: uno con el alcohol, otra con las dietas) y de los detalles que hacen al armado de un buen programa humorístico, pero la emoción le pasa bastante de costado. Aparece, sí, en algunos momentos (más que nada ligados a la excelente personificación de Kidman), pero esa ausencia hace que las dos horas de relato sean un poco más laboriosas que lo necesario.

De a poco se irán colando otros asuntos en la trama, algunos ligados a ese debatido pasado comunista, otros en los que se discute el rol de la mujer en la televisión (Lucy, el personaje de Ball en la sitcom, devota del marido y medio tontuela, no sería hoy del todo considerado un modelo por nadie), pero el más rico de todos ellos es el que demuestra el conocimiento de la actriz de los resortes del humor audiovisual. Durante un buen rato la obsesiva Ball dará lecciones acerca de cómo un personaje se sienta, cómo arregla las flores en un florero o cómo responde el llamado de su marido desde la puerta para que sea divertido. Y siempre (o casi siempre) tendrá razón. Lo que el film confirma es que ese poder detrás de cámara era el verdadero, el que reemplazaba el rol más de «señora de la casa» que tenía en la ficción de I LOVE LUCY. Las actuales discusiones sobre representación en los medios estaban muy lejos todavía de aparecer en el panorama cultural, pero a su manera Ball y Arnaz lograron adelantarse a su tiempo en ese sentido y, a la vez, ser muy populares.

El plus que tiene BEING THE RICARDOS («Ricardo» era el apellido de la pareja en la sitcom) viene de parte de la dupla protagónica. Bardem aporta entusiasmo, carisma y presencia en un rol incómodo y ambiguo, ya que Arnaz es presentado como una mezcla de profesional serio y chanta encantador, un tipo de variados talentos y curiosa relación con su propia fama y la de su mujer. Y Kidman, aún sin parecerse mucho a Ball, capta algo esencial del personaje. Uno puede ver en su rostro la tensión, el miedo, el sufrimiento, los celos, el talento, el humor y la inteligencia de una mujer a la que la fama y el éxito le llegó después de los 40 años, con una larga fila de fracasos por detrás y un marido imprevisible que a veces está y a veces no, que a veces colabora y otras boicotea. Según la mirada del guionista de LA RED SOCIAL y THE WEST WING, Lucille Ball fue una sobreviviente que aprendió y creció en un mundo de hombres dominantes que jamás le ofrecieron un lugar en la mesa de discusión, lugar que se tuvo que ganar a fuerza de talento, personalidad y 60 millones de espectadores que, semanalmente, le confirmaban que sus instintos eran los correctos.