Series: crítica de «Jeen-yuhs: A Kanye Trilogy», de Coodie & Chike (Netflix)

Series: crítica de «Jeen-yuhs: A Kanye Trilogy», de Coodie & Chike (Netflix)

Este fascinante documental fue grabado en su mayoría siguiendo la intimidad de los inicios de la carrera de Kanye West, antes de convertirse en la controvertida superestrella que es hoy. Disponible en Netflix.

Para los fans de cualquier artista o grupo musical poder ver escenas de su intimidad, de su trabajo en estudios, de su día a día privado fuera de sus apariciones públicas es un regalo fascinante. En los últimos años esa sorpresa se perdió un poco ya que, a partir de los materiales compartidos en redes sociales y la necesidad de muchas celebridades de exponer, controladamente o no, su vida privada, el asunto se volvió bastante común. Ver a The Beatles en GET BACK fue sorprendente porque en esa época era muy raro poder acceder a ese tipo de «intimidad». Hoy solo hace falta abrir Instagram.

El caso de JEEN-YUHS es relevante porque propone algo que está más cerca de aquel documental de The Beatles que, digamos, uno como el recientemente visto acerca de Juice WRLD (ver aquí), solo que en los inicios de un artista y no al final. En dos de los tres episodios que abarcan esta «trilogía» (en realidad es un documental largo de más de cuatro horas y media dividido en tres partes) seguimos cómo uno de los dos directores, Coodie, conoce a West, se fascina con él y lo empieza a filmar a finales de los años ’90 cuando Kanye era apenas conocido como un productor de hip-hop en alza. El tal Coodie –de Chicago, como West– relata con su voz en off toda la película y comenta que, convencido de que su talento va a llevarlo muy lejos, decide seguirlo y documentar su camino hacia al éxito. O su fracaso.

El primer episodio es, en términos de material documental, impresionante. Es, sencillamente, la creación del mito. Si no les gusta Kanye, pongan en su lugar a quien quieran. Lo que Coodie hizo fue seguir a un tipo que no era nadie mientras golpeaba puertas y era rechazado una y otra vez. Sin vergüenza alguna y muy seguro de sí mismo, West podía entrar a las oficinas del sello Roc-A-Fella y ponerse a rapear frente a los empleados que lo miraban con cara de «saquen este tipo de acá» (varios años después, esa misma canción sería uno de sus más grandes éxitos), perseguir a colegas y a periodistas de MTV, colarse en lugares, presentarse ante desconocidos en la calle, etcétera. Y Coodie estuvo ahí capturando todo ese proceso, uno que muestra también la cerrazón y pocas oportunidades que da la industria aún ante la evidencia de talento y ciertos contactos como ya tenía West.

A la vez, Coodie filmaba a Kanye con su madre, Donda, con la que tenía una relación muy cariñosa, lo seguía en su casa, en charlas, congresos, grabaciones, accidentes, complicadas operaciones faciales y dentales y todo lo que Kanye hizo desde que empezó hasta que logró sacar su primer disco, College Dropout, al mercado en 2004. Ese material, el que cubre la producción, la demorada salida y la grabación de algunos clips del álbum, conformará el segundo episodio y será igualmente revelador. Ya se empieza a notar un Kanye más intenso y convencido de que su talento es único e inimitable. Y el éxito del disco no hace más que confirmarlo. Allí, sin embargo, algo entre ellos dos se rompe.

La película incluye también la vida del propio Coodie, que va narrando algunos asuntos de su propia evolución personal durante esos años (era el productor y conductor de un programa televisivo de hip-hop en Chicago y dejó casi todo para hacer este documental) y sus idas y venidas con West. El tercer episodio, quizás el menos esencial de los tres, ocupa más de la mitad de su tiempo en resumir los más de diez años en los que la carrera de Kanye explotó y en los que casi ni se vieron, ya que el músico pasó a estar rodeado de un equipo enorme, se convirtió en uno de los artistas más célebres del mundo y a ocupar portadas de todos los medios con sus escándalos y declaraciones. Un duro episodio en medio de todo esto fue la muerte de su madre, Donda, con la que Kanye lidió… a su manera.

Todo quedaría como una larga coda sino fuera por lo que sucede en la segunda mitad. Es que entonces hay un reencuentro y Coodie vuelve a filmar a Kanye. Solo que este hombre se parece poco y nada al que vimos en su etapa 1998-2005. Por un lado, por su status de celebridad millonaria y su distancia con el resto de los mortales, incluyendo a Coodie, que confiesa que ya no lo podía tratar como un hermano, tal como lo solía hacer. Y, por el otro, por los crecientes problemas psiquiátricos del artista, que empezó a enredarse cada vez más en un curioso ego-trip que lo volvió fanático de Trump, religioso anti-abortista y alienó a buena parte de la comunidad afroamericana con sus declaraciones. Coodie capta algunos momentos muy duros de un Kanye teniendo evidentes episodios maníacos. Y si bien apaga la cámara cuando se da cuenta de su estado, lo que vemos nos sirve para entender que el hombre no la está pasando nada bien.

Más allá de lo éticamente discutibles que puedan ser estas escenas y del resumen un tanto apresurado de 15 años en la vida del artista, JEEN-YUHS logra captar no solo los cambios y transformaciones del artista sino cómo la propia lógica industrial y mediática complica aún más esa «sanidad». Es claro el cambio de Kanye cuando empieza a ser valorado y reconocido por los medios y los fans. Y de ahí en adelante, ya no es el mismo. El se lo dice a Coodie («de ahora en adelante voy a actuar, no me filmes»), pero en algún momento el personaje se come a la persona («I miss the old Kanye/I hate the new Kanye«), la celebridad se traga al artista y sus dificultades psicológicas no hacen más que acrecentarse en medio de todo el circo que lo rodea.

JEEN-YUHS (léase como «genius») es una celebración del artista luchador de los comienzos, una admirable muestra de su talento y de su empuje, y a la vez es una suerte de «explicación» de esta especie de caída libre –personal, más que artística– que estamos viendo en la última década de su vida. Coodie (su codirector Chike es un colega que trabajó con él ocasionalmente y editó también el film) no juzga ni justifica. Muestra a un hombre atravesando una situación personal complicada y se pregunta qué puede hacer para ayudarlo. Y lo cierto es que mucho no puede. Acaso terminar y estrenar este documental sea su forma de colaborar.

El documental no tiene un objetivo periodístico. De hecho, casi toda la carrera artística de Kanye después del primer disco y hasta llegar a la etapa gospel de hace un par de años, es resumida en clips, información televisiva y pequeños apuntes, lo mismo que su carrera paralela como diseñador de modas. No hay análisis de sus discos, de sus cambios estilísticos, de sus aportes al género. Al no estar Coodie junto a West durante esos años, cubrir esa etapa como un informe de Wikipedia no tendría demasiado sentido. Su película es el resultado de sus encuentros con Kanye, un retrato de su intimidad y de su lucha cuando era un chico ilusionado con ser un rapero famoso. Y un viaje a lo largo de más de veinte años al lado de un tipo que creía que podía convertirse en una superestrella y al que le pasó lo peor que le podía pasar: se convirtió en una.