Ciclo Centenario Pasolini: crítica de «Accattone» (Sala Lugones)

Ciclo Centenario Pasolini: crítica de «Accattone» (Sala Lugones)

por - Ciclos, cine, Críticas
17 Ago, 2022 08:59 | Sin comentarios

La opera prima del poeta y realizador italiano cuenta la vida de un proxeneta de la periferia de Roma que se mete en problemas cuando se enamora de una mujer. Con Franco Citti. El miércoles 17, a las 15 y a las 21, en la Sala Lugones. Repite el domingo 21, a las 21.

El debut de Pier Paolo Pasolini, ACCATTONE, es una película reveladora, una que funciona como actualización de cierta estética neorrealista para una nueva generación pero a la vez es una declaración de principios poéticos de un hombre ya formado en la vida y en las artes –tenía 39 años cuando la hizo y ya una carrera como escritor, guionista y pintor– que reescribe la historia del cine italiano partiendo de los mismos materiales que sus predecesores pero moldeándolos en función de su personalidad, su universo y su visión del mundo.

La historia de Vittorio –Accattone, o directamente Accattó como le dicen sus amigos del barrio– se constituye como el curioso recorrido de un personaje moralmente reprensible que termina enredado en un viaje de redención cuando, sin buscarlo, se enamora. Accattone es un cafishio, un proxeneta, un ragazzi di vita, un joven de los barrios entonces periféricos de Roma (el Trastevere que habita tiene poco que ver con el actual) que vive de las mujeres y que se sienta con sus amigos en la vereda del bar a ver la vida pasar y quedarse con su comisión. De a poco nos vamos dando cuenta que su vida tiene otros condimentos oscuros, un pasado que parece negar y al que no puede volver ni cuando lo necesita. Indomable y presuntuoso, Accattone es un descastado que cree ser libre, un tipo formado y atravesado por la calle y sus códigos.

A lo largo de casi dos horas de recorrido callejero por una zona de la ciudad que todavía no se había recuperado de la guerra, en la que se construye sobre baldíos, la gente vive en casas muy humildes y se alimenta con lo mínimo indispensable (toda una secuencia del film está ligada a compartir entre varios una mínima cantidad de pasta), Pasolini hace un retrato que jamás es piadoso, condescendiente o «políticamente correcto». Es, más bien, un acercamiento impresionista, sucio y crudo, con personajes que no intentan caer simpáticos ni mucho menos. Es una historia contada a ras del piso, con la mirada a la altura de los ojos de su personaje protagónico, interpretado por Franco Citti.

En algún punto de su recorrido urbano y luego de perder la posibilidad de seguir explotando a la chica de la que vive –que es detenida por la policía cuando se prostituye, tras un violento episodio–, Accattone «encuentra» una nueva chica, o potencial víctima, a la que usar también. Stella es una joven inocente y tímida que se deja enredar por su carisma y pronto parece dispuesta a hacer lo que él le pida, más por amor (o lo que cree que es amor) que por otra cosa. Pero algo empieza a resquebrajarse en él ahí, algo que ignora y desestima pero que se parece bastante a eso que llaman amor, cariño o algún tipo de afecto por Stella. Y eso, que lo puede salvar espiritualmente, funciona a la vez como su ruina económica y social.

El cine de Pasolini aparece en ACCATTONE como una fuerza de la naturaleza (MAMMA ROMA sería una ampliación de ese particular campo de batalla), pero no tanto por su condición de debutante o inexperto, sino como una forma de expresión propia, buscada y consciente. Su cine no se irá «ablandando» ni se volverá más «profesional» con el correr de los años. Ese modo brusco de editar, la manera pictórica en la que se acerca a los rostros y a los cuerpos de sus actores no profesionales, y esa por entonces poco convencional utilización de la música en relación al mundo que describe (Bach en la periferia) serán marcas de estilo que lo acompañarán aún cuando su carrera vaya girando hacia otros territorios con el correr de la década.

Una película de una influencia incalculable (solo hablando de cine argentino, es imposible no pensar en el Leonardo Favio de CRONICA DE UN NIÑO SOLO o de EL ROMANCE DEL ANICETO Y LA FRANCISCA cuando se la mira o, más acá, en las primeras películas de Luis Ortega, José Campusano o algunos más conscientes homenajes de Raúl Perrone), ACCATTONE es una suerte de relevamiento del hastío de ciertas clases populares, de un fastidio y una suerte de desidia respecto a algunos valores que no tienen demasiado sentido en sus vidas. Muchos de ellos saben que trabajando –de un modo convencional, de lavoratori/laburantes– no van a «salir adelante» y se han buscado un modo de vida y una economía alternativa, paralela. Y cuando Accattone prueba hacerlo, se da cuenta muy rápidamente que no nació para ese tipo de «esclavitud», como él mismo la define.

Las mujeres, en la película, no abandonan las categorías un tanto canónicas de «la santa» y «la puta», paradigmas que hoy se ven particularmente regresivos. Pero Pasolini jamás intentó vender otra cosa que lo que veía. Esas categorías pueden haber quedado pegadas a la época, pero es innegable que las mujeres en ACCATTONE parecen tener todo mucho más claro que los hombres. De vuelta, aquí no hay un discurso «acerca de», sino un intento de narrar un mundo sin imponer un juicio de valor desde afuera, a la altura de los personajes, por más que no nos guste lo que hacen.

El intento de redención de Accattone es confuso, tardío y fracasa. Alejado de sus amigos, sin dinero, acaso enamorado, intenta cambiar, trabajar «de un modo decente» y ser una persona más respetuosa de las reglas, pero no logra hacerlo y se mete solo en una trampa mortal que solo puede llevar a la autodestrucción. Un par de errores –y una irrefrenable voluntad, si se quiere, libertaria– terminan por condenarlo. La tragedia de ACCATTONE es la tragedia del descastado, del marginal. Como su premonitorio sueño lo deja en claro, es la tragedia de un hombre que ya asistió en vida a su propio entierro y que no hace otra cosa que ponerlo en escena ante el público.


El miércoles 17 de agosto, a las 15 y a las 21, en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro Gral. San Martín. Repite el domingo 21, a las 21.