Estrenos online: crítica de «13 vidas», de Ron Howard (Amazon Prime Video)

Estrenos online: crítica de «13 vidas», de Ron Howard (Amazon Prime Video)

Este drama del director de «Apolo 13» protagonizado por Viggo Mortensen, Colin Farrell y Joel Edgerton se basa en el caso real de un equipo de fútbol de chicos que quedó atrapado dentro de una cueva inundada en Tailandia en 2018. Estreno de Amazon Prime Video.

La industria de la explotación dramática de hechos reales a gran escala es tan antigua como la historia del cine. A lo largo de las décadas se han llevado a la pantalla una incontable cantidad de historias que recuperan o reflejan casos llamativos de la vida real. Y Hollywood ha tenido una fuerte impronta en el modo en el que esas historias se cuentan. No me refiero aquí a cualquier película «basada en un caso real» sino a aquellas que toman hechos importantes, célebres o especialmente dramáticos de la historia. Y este es el caso de 13 VIDAS, la película de Ron Howard centrada en los intentos de rescate de un grupo de chicos, miembros de un equipo de fútbol infantil de un pueblo tailandés, que quedaron atrapados dentro de una inmensa cueva que se inundó por culpa de intensas lluvias a su ingreso y de la que luego no pudieron salir por sus propios medios.

Es una historia que capturó la atención de los medios en 2018 y que luego fue contada en el celebrado documental EL RESCATE (ver crítica acá, cuidado con los spoilers), en un film tailandés llamado THE CAVE y aparentemente volverá a aparecer ya en formato serial a través de Netflix. 13 VIDAS es la apuesta dramática en apariencia más clásica, dirigida por un experto en variaciones del cine catástrofe (películas como LLAMARADA, APOLO 13 y hasta EN EL CORAZON DEL MAR bien podrían considerarse dentro de ese esquema) y con un elenco internacional que hace pensar en todas las convenciones posibles de una de estas adaptaciones: Colin Farrell, Viggo Mortensen y Joel Edgerton, entre otros. Pero, pese a lo apuntado, la película de Howard no es exactamente lo que uno supone que verá.

13 VIDAS existe entre dos mundos estéticos y formales casi contradictorios entre sí. Desde lo formal (los planos iniciales, la música, el elenco) está presentada como una clásica versión dramática y emotiva de este tipo de rescates, pero pronto va quedando en claro que su búsqueda es otra, casi opuesta. Lo que Howard busca es tratar de escaparle al tipo de relato del «hombre blanco salvador» con los convencionales beats emotivos que eso conlleva para presentar su película como la historia de un trabajo colectivo, en equipo, en el que los rescatistas y buzos ingleses y australianos son solo una parte de un enorme grupo de más de cinco mil personas de 17 países que se unieron en esta compleja tarea, muchos de ellos locales.

Para eso –y porque el rescate en sí demanda mucho tiempo narrativo–, deja de lado casi cualquier tipo de «psicologismo» típico de estas películas. Los tres protagonistas «blancos» están delineados con unas mínimas características (a uno no le gustan los niños, otro vive pendiente del suyo, otro está preocupado por la salud de su padre) y si bien son centrales a la tarea en sí desaparecen apenas el trabajo del día está hecho para dar paso a otros personajes y problemas a resolver. Esto, que algunos llamarían «docudrama», no termina de funcionar del todo bien, ya que si bien se entiende la lógica «políticamente correcta» del guión y la puesta en escena, si uno quiere ver los hechos concretos y no mucho más para eso está el efectivo documental de 2021. En ese sentido, 13 VIDAS se queda a mitad de camino entre dos mundos, ya que bien podría haber apostado por desarrollar más a los personajes evitando a la vez los clichés del cine de Hollywood «tercermundista» en el que solo un hombre blanco occidental es capaz de resolver todo.

De cualquier modo, la historia es lo suficientemente potente como para que a lo largo de sus 150 minutos se vaya ganando de a poco al espectador, algo que empieza cuando arranca el operativo en sí, ya que Howard nos va metiendo adentro de la cueva con los buzos, los rescatistas y los colaboradores. Y si bien los que sabemos todo lo que pasará (y cómo concluye) nos vemos igualmente involucrados en las complicadas decisiones que los protagonistas tienen que tomar a cada paso, lo más recomendable para sentir la intensidad y el agobio de una experiencia no del todo apta para claustrofóbicos o personas con miedo al agua es llegar a ella desde el desconocimiento total de lo que sucedió.

El planteo es claro. Un grupo de doce chicos y su entrenador van a pasear a esta célebre cueva que se extiende por kilómetros bajo unas montañas en medio de la campiña tailandesa. Estando adentro, se larga una intensa tormenta que inunda la cueva a tal punto que impide su salida. La noticia se expande rápidamente y a los pocos días ya están en la zona los Navy SEALS tailandeses, periodistas y canales de todo el mundo, los políticos de turno y los expectantes padres de los niños, a los que se le suman dos expertos buceadores rescatistas británicos llamados para la ocasión. Uno de ellos es Rick Stanton (un rapado Mortensen), un profesional solitario y algo hosco que quiere hacer la tarea bien pero intenta no comprometerse emocionalmente. Y el otro es James Volanthen (Farrell), un padre de familia que sí parece vivir todo un tanto más intensamente.

Lo que seguirán son las negociaciones con las fuerzas armadas y los políticos locales, la división de tareas y el ingreso con pesados equipos de buceo en esa caverna inundada que parece imposible de atravesar sin perecer en el intento. Pero los expertos lo van haciendo y, para el primer tercio de película (SPOILERS SI NO QUIEREN SABER NADA DE NADA) logran encontrar a los chicos, que sobrevivieron a más de dos kilómetros de distancia de la salida y a más de seis horas de buceo (con algunas salidas a tomar aire, claro) del aire libre. La pregunta que se plantea de ahí en adelante es la siguiente. Si llegar hasta ellos fue un trabajo durísimo y riesgoso hasta para los expertos, ¿cómo cuernos sacarán a los chicos de ahí? (FIN DE ZONA DE SPOILERS).

Si bien las idas y vueltas por ese enjambre de pozos, estalactitas, curvas peligrosas y otras trampas mortales que hay en esa cueva ya fueron mostradas en el documental, Howard (con la ayuda de Sayombhu Mukdeeprom, el director de fotografía tailandés cuyo trabajo podemos ver también a partir de hoy en MEMORIA, de Apichatpong Weerasethakul) logra construir un atrapante estudio del esfuerzo de un trabajo mancomunado, hecho por profesionales responsables en un formato que a los críticos de cine nos gusta definir como hawksiano, ya que buena parte de la carrera del clásico realizador Howard Hawks estuvo dedicada a celebrar, sin sentimentalizar demasiado, ese tipo de trabajo en equipo hecho por expertos. Los peligros de cada exploración, el riesgo de cada decisión (una de ellas, clave, es directamente un experimento) y la evolución del hecho en sí le dan peso –y sobre todo credibilidad– a este drama.

Es cierto que algunos espectadores nos hemos acostumbrados a ciertos excesos sentimentales de la «vieja guardia» hollywoodense y no siempre nos resulta algo molesto, especialmente cuando se sabe hacer bien. Y Howard (cineasta de estirpe spielberguiana, el maestro en estos asuntos) suele ser bueno para transmitir emociones con puros elementos cinematográficos. Acá, su entendible necesidad de escaparle a la narrativa del héroe clásico parece chocarse con la posibilidad de que la película sea, además de intensa, verdaderamente conmovedora. De todos modos –y ante la sequedad de los personajes y la estructura minuto a minuto del guión del premiado William Nicholson (GLADIADOR)–, Howard y sus actores se las arreglan para generar emociones con mínimos gestos: una lágrima suelta, la posibilidad de recuperar el aire tras alguna situación riesgosa o un suspiro largado en el momento indicado sirven para entender todo lo que estuvo puesto en juego en este impresionante y aterrador trabajo de rescate.

La otra forma de narrar por la que podían haber optado Howard y Nicholson era la de dramatizar las vidas de los padres y/o los hijos tailandeses, pero esto habría terminado de todos modos por crear una película con algunos de los mismos clichés que la producción quiso evitar, aún sacando del centro a los personajes blancos que, después de todo, fueron centrales a la operación. Y perdían además la posibilidad de reconstruir la experiencia inmersiva de los intentos de rescate en sí, que desde lo formal (además de la imagen, el sonido es clave acá) es casi el motor dramático de la serie. A su modo, 13 VIDAS –curiosamente estrenada sin demasiada pompa por Amazon Prime y sin pasar por salas de cine– quiso hacer un poco de cada cosa. Y los resultados dejan en evidencia exactamente eso: una película a mitad de camino entre dos mundos, dos estéticas y dos modelos narrativos. Es el talento de Howard el que le permite salir airosa pese a todas esas autoimpuestas limitaciones.