Estrenos online: crítica de «Nanny», de Nikyatu Jusu (Prime Video)
Este drama con elementos de terror se centra en una inmigrante senegalesa que trabaja como niñera de la hija de una familia adinerada de Nueva York. Estreno de Amazon Prime Video.
Una gratísima sorpresa, otra más de las que produce el sello Blumhouse de las que coquetean con el género del terror sin realmente serlo, NANNY es una inteligente, sutil y compleja película centrada en una joven inmigrante de Senegal que vive en Nueva York y consigue trabajo como niñera de la hija de un matrimonio de muy buena posición económica. Interpretada por Anna Diop, Aisha ha llegado hace poco de Dakar, ciudad en la que ha quedado su hijo pequeño, con el que se comunica de vez en cuando por teléfono. Y su plan inicial es el de conseguir el dinero suficiente para que el chico pueda viajar también a los Estados Unidos a vivir con ella.
Si bien se nos presenta como un film de terror mediante una escena introductoria, en apariencia un tanto descolgada del resto y que funciona como un guiño para que los espectadores de género se armen de paciencia, uno podría considerar que NANNY no es otra cosa que un drama independiente, con algunos toques si se quiere fantásticos, centrados en las experiencias de Aisha en su exilio personal, familiar, socioeconómico y cultural. La mujer tiene que cuidar de una pequeña de cinco años cuya madre, Amy (Michelle Monaghan) parece un tanto perdida entre su trabajo y algo que se parece a la depresión, y su padre, Adam (Morgan Spector) está casi todo el tiempo de viaje.
En un lujoso piso céntrico de Manhattan en la que a veces se queda a dormir (tiene un cuarto propio), Aisha pasa todo el tiempo con la pequeña Rose (Rose Decker), con la que se lleva muy bien y rápidamente conecta. No solo le enseña francés (ella lo habla, al igual que wólof, además de tener un muy buen inglés) sino que la niña prefiere comer los platos de arroz jollof que se trae preparados Aisha antes que los que le compra su madre y deja en la heladera. En paralelo, Aisha empieza a salir con Malik (Sinqua Walls), el simpático encargado del lujoso edificio, que también tiene un hijo pequeño.
La película, que tuvo su estreno mundial en el Festival de Sundance 2022, de a poco va introduciendo temas y personajes, a la vez que le suma un clima de misterio ligado, por un lado, a las constantes y muy creíbles pesadillas de Aisha y, por otro, a la relación cada vez más tensa que tiene, por distintos motivos, con los padres de la niña. Un tema central en esa fricción tiene que ver con las deudas que el matrimonio va acumulando con ella por horas trabajadas y no pagadas. Otro empieza a aparecer cuando Amy nota que su hija prefiere estar con Aisha antes que con ella, mientras que otros conflictos en potencia se irán desarrollando a lo largo del relato.
El contenido de horror o de mezcla entre misticismo y, si se quiere, fábula, tiene que ver con algunos cuentos infantiles tradicionales que Aisha le lee a Rose y cómo algunas de esas imágenes, entre otras, se cuelan en sus cada vez más perturbadoras y creíbles pesadillas. ¿Qué es lo que le sucede a Aisha? ¿Hay algo de su historia que no conocemos o la distancia y el exilio le están jugando una mala pasada? NANNY casi no tiene necesidad de recurrir a esos elementos fantásticos, pero lo hace porque se sienten coherentes con el mundo en el que vive Aisha y con ciertas tradiciones folclóricas y culturas aprendidas.
La necesidad, en algún punto, de «cumplir» con el público al que le fue prometido de entrada un relato de terror lleva de un modo un tanto forzado a la película a incluir escenas perturbadoras y rodeadas de peligro latente cuando en realidad bien podría prescindir de ellas y funcionar hasta mejor como un drama sobre el desarraigo, los problemas y dificultades de la inmigración (los más sutiles y ambiguos, no los más conocidos y obvios). De todos modos, con o sin esas escenas, NANNY se sostiene muy bien como un retrato humano y doloroso de esos otros quiebres que se producen cuando uno deja su lugar de origen para probar suerte en otro país, con otros códigos y costumbres, abandonando en el camino lo que más se quiere.