Estrenos: crítica de «La ballena», de Darren Aronofsky

Estrenos: crítica de «La ballena», de Darren Aronofsky

por - cine, Críticas, Estrenos
28 Feb, 2023 11:26 | 1 comentario

La película por la que Brendan Fraser es principal candidato a ganar el Oscar a mejor actor cuenta una semana en la vida de un hombre que pesa más de 300 kilos y que lidia con una serie de problemas, traumas y difíciles relaciones familiares.

Qué es LA BALLENA y qué se hace con una película así? Primero, lo más obvio. Más que película es una obra de teatro y más que de adaptación habría que hablar de traslado. No vi la obra pero no parece haber muchos cambios ni aportes en el film, nada que no pudiera estar sobre un escenario. En ese sentido, por una vez, Aronofsky es discreto, cauto y hasta prolijo. Salvo por un par de momentos de cierto «vuelo poético» pone su usualmente inquieta y trepidante cámara al servicio de los personajes y de su traumas. Y da la impresión que, de ahí en más, lo que hay que analizar es una obra de teatro filmada. Y, convengamos, no es demasiado interesante.

El shock inicial pasa por ver a Brendan Fraser convertido en un hombre muy pero muy obeso, que pesa más de 300 kilos y que casi no puede moverse del sillón en el que pasa gran parte de su día. Charlie, tal es su nombre, da clases de literatura online y su tema principal es «Moby Dick», la novela de Herman Melville de la que la película toma su idea principal como título. Convenientemente, Charlie le dice a sus alumnos que su cámara no funciona solo para que no vean el estado en el que está.

Pese a sus dificultades de movimiento y respiración –algo con lo que el realizador de EL CISNE NEGRO abre la película cuando parece que el hombre está a punto que morir de un paro cardíaco mientras se masturba viendo pornografía gay–, se lo ve interesado en sus clases, textos y alumnos. Y hasta tiene una leve sonrisa que hace prever que no se ha dejado estar del todo. De todos modos, por más acostumbrado que esté a esa forma de vida, nos vamos enterando la historia de cómo fue llegando a ella a partir de una serie de dramas personales: ex pareja, hija, amante y situaciones duras que atravesó que lo hicieron abandonarse al exceso de comida.

Charlie tiene a una amiga/asistente llamada Liz (la nominada al Oscar Hong Chau) que lo mueve, lo ayuda, lo reta, le da de comer y, de un modo un poco extraño, lo cuida. Intenta que él vaya al hospital pero Charlie no quiere –dice que es muy caro– y se enoja con las persistentes visitas de un pastor de una iglesia tipo secta que viene a convencerlo de ser salvado por Dios. Liz, sin embargo, no logra evitar que coma «a lo bestia»: baldes enormes de pollo frito, dos pizzas enteras, bolsas y bolsas de chocolates, nada que se parezca a una dieta sana ni recomendable. Charlie se está dejando morir y nadie parece poder evitarlo.

Pronto llegará su hija a la que hace mucho que no ve y el psicodrama familiar alcanzará un nivel excesivo, de esos que bordean la parodia. Pese a la gravedad de la situación no podía evitar pensar en un sketch humorístico tipo los de SNL cuando miraba la relación difícil entre padre e hija, la actitud de la chica (Sadie Sink, de STRANGER THINGS, haciendo de una adolescente rebelde del manual de las adolescentes rebeldes) para con el padre y la manera en la que él trata de recomponer la relación. Es entre ellos cuatro, un pizzero que casi nunca vemos, alguna aparición especial más, mucha comida y repetidas lecturas de ensayos sobre «Moby Dick» que LA BALLENA irá alcanzando su punto culminante. Y lo hará del mismo modo teatral e impostado que usó en toda la película.

Aronofsky tiene cierto cariño y empatía con el sufrimiento del protagonista. Y es Fraser el que le otorga carisma y le da al espectador ganas de que Charlie salga de ese pozo infernal de abusos, autoconmiseración y casi abandono en el que está encerrado. Si bien la película bordea lo morboso y grotesco –algo habitual en la carrera del director de MADRE–, por momentos se agradece cierto pudor y cuidado en la manera en la que trata a su personaje. No siento, como dicen, que sea una película «gordofóbica». Lo que sí siento que es una película, a falta de mejor definición, bastante mediocre.

Claustrofóbica y agotadora, escrita siguiendo los manuales del realismo teatral norteamericano clásico por Samuel D. Hunter, puesta al servicio del lucimiento de sus actores (y no solo de Fraser), LA BALLENA va enredándose en un mar de metáforas tan pero tan grandes que no una sino varias ballenas podrían nadar cómodamente adentro de ellas. Cada una de las relaciones de Charlie y de los temas que toca la película –la comida, la enfermedad, la relación padre/hija, el suicidio, la culpa, la religión, la educación formal, el sistema de salud y la situación política– se presenta en la más básica y previsible de sus versiones, como si Aronofsky no confiara jamás en la capacidad de entendimiento e interpretación del espectador y sintiera la necesidad de darle todo masticado. Menos a Charlie, claro, que tiende a tragarse porciones de pizza como si fueran caramelos.

Conociendo el combo tema y director debo confesar que preveía una película peor, «intragable», de esas que son una penuria hasta de atravesar. No es el caso. LA BALLENA tiene resquicios en los que entra la luz humana, el dolor entendido desde el sufrimiento interno del personaje y no desde el impacto visual, y permite suponer un cierto nivel de reflexión de parte de su combo de autores respecto a cómo algunas personas lidian con sus traumas del pasado. Esa capacidad de mirar más desde la ambigüedad que desde la acusación, desde la comprensión que desde el patetismo, se agradece en un director que no acostumbra a ese tipo de procedimientos. Es una lástima que no haya hecho una mejor y más inteligente película para contar esta misma historia.