Sundance/Berlinale: crítica de «Iron Butterflies», de Roman Liuby

Sundance/Berlinale: crítica de «Iron Butterflies», de Roman Liuby

por - cine, Críticas, Festivales
16 Feb, 2023 09:45 | Sin comentarios

Este documental analiza de un modo más poético que periodístico el caso del vuelo de Malaysian Airlines que fue derribado en Ucrania por fuerzas rusas en 2014. Pasó por Sundance y se verá en Berlín en la sección Panorama Dokumenta.

Es cierto que el documental periodístico convencional, de esos que se ven todo el tiempo en Netflix y en otras plataformas de streaming, pueden ser agotadores por lo repetitivos. Su formato consiste en distintas combinaciones de entrevistas y material de archivo a las que algunos casos se les agregan las llamadas «reconstrucciones» de escenas con actores. Formalmente se vuelve tedioso, nulo y uno siempre espera la aparición de cineastas que intenten acercarse a casos reales y dramáticos de otra manera, con otro ingenio, ideas, con más creatividad.

IRON BUTTERFLIES –que se presentó en el Festival de Sundance y es ahora parte de la sección Panorama Dukumenta en la Berlinale– es uno de los casos. Aunque no del todo lograda –ya analizaré más adelante los motivos–, la película de Roman Liubyi toma la explosión en territorio del Este de Ucrania de un vuelo de Malaysian Airlines que había salido desde Amsterdam con destino a ese país asiático en 2014. En medio de la guerra, entonces más localizada en esa zona, entre ese país y Rusia por algunos territorios, pronto quedó claro que el avión había sido derribado por fuerzas rusas. Pero si bien había pruebas suficientes para darlo por hecho, los rusos se tomaron el trabajo de tratar de desacreditar esa lectura y la condena internacional.

IRON BUTTERFLIES es una investigación en ese hecho que no responde a los criterios periodísticos clásicos. Si bien buena parte de la información fundamental está ahí –los videos, los juicios, algunas entrevistas in situ–, el realizador opta por un registro más poético, por momentos casi experimental, combinando momentos y situaciones más previsibles de ese proceso con escenas interpretativas, musicales, hasta coreografías de ficción que, claramente, son el error más evidente de la película. Es una mezcla un poco rara que a veces funciona muy bien y en otras –cuando se pone excesivamente metafórico, como en los momentos citados– no tanto.

Entre las escenas impactantes están las capturadas por los habitantes de esos pueblos ucranianos al vera caer el avión, ir a ver qué era, y discutir sobre su origen y procedencia. También las escenas de debate en la TV rusa, en la cual todos hacen lo imposible para probar que en realidad fueron los ucranianos los culpables. Y, acaso lo mejor de todo, las supuestas «pruebas» que el gobierno ruso hizo para demostrar, «empíricamente», que no había forma de que haya sido un misil suyo. De hecho, hicieron una recreación completa del vuelo y todo.

A la vez, la parte «occidental» de la disputa oscila entre escenas en el juicio que tuvo lugar en Holanda y algunas entrevistas, pero siempre con el objetivo puesto en captar el clima y algunos detalles de toda esa movida más que los discursos o acusaciones en sí. Es sensato que Liubyi haya pensado que toda esa info se puede googlear y que lo mejor posible es hacer una interpretación visual del atentado, pero por momentos se pasa de rosca y parece más querer que se noten sus dispositivos estéticos que otra cosa.

Hay materiales de archivo histórico sobre la producción de misiles en Rusia, hay una musicalización electrónica elegante muy alejada de las convenciones en la materia y cada tanto hay carteles que explican datos concretos de la saga legal que todavía sigue sin resolverse y en los que la película no profundiza mucho. De algún modo lo que el realizador intenta es discutir los conceptos de verdad, aún en el formato documental. Los rusos muestran sus imágenes retocadas tratando de probar que las imágenes de Occidente fueron en realidad las trucadas (hay una graciosa secuencia en la que se analizan las posibles confusiones de la perspectiva), los testigos debaten entre ellos (están los pro-rusos y los pro-ucranianos allí) quien fue el responsable de lanzar el misil y, de hecho, algunos hasta festejan su caída. En los Países Bajos, en cambio, se toma el asunto de otro modo. Según ellos aseguran, se trata del atentado más grave hacia neerlandeses desde la Segunda Guerra Mundial.

IRON BUTTERFLY tiene momentos inquietantes y se acerca a la geopolítica actual desde un lugar sesgado, lateral. Obviamente que sobre el final hablará de la cada vez más violenta y extendida continuidad de esa guerra entre Rusia y Ucrania, pero eso no será lo central en un film cuya factura seguramente precede, en buena parte, los enfrentamientos que tuvieron lugar en 2022 y todavía continúan. Más que un film de investigación, se trata de una suerte de elegía audiovisual, sensorial y poética, que funciona a veces bien y en otras no tanto, como un homenaje a las víctimas casuales de un conflicto con el que no tenían nada que ver. Sin quererlo, al final lo tuvieron.