Series: crítica de «La trágica historia de Dolores Roach» («The Horror of Dolores Roach»), de Aaron Mark (Amazon Prime Video)
Inspirada en «Sweeney Todd», esta comedia negra se centra en una masajista latina que, forzada por las circunstancias, termina matando a personas que la meten en problemas mientras su socio transforma los restos en relleno de empanadas. En Amazon Prime.
Seguramente nadie imaginó nunca que la palabra «empanadas» podría ir al lado del nombre «Cyndi Lauper». Sin embargo, en esta serie que se desarrolla en lo que alguna vez fue el barrio dominicano de Nueva York (el hoy muy gentrificado Washington Heights), ambas cosas se combinan, aunque no de las maneras esperadas. Un poco SWEENEY TODD, un poco EATING RAOUL (que aquí en su momento se conoció como COMIENDOSE A RAUL), un poco comedia, un poco horror y otro tanto de crítica social, LA TRAGICA HISTORIA DE DOLORES ROACH es un simpático agregado al ya abundante catálogo de series que Amazon Prime tiene que lidian de distintas maneras con el terror.
La historia del proyecto es llamativa. Comienza como una obra de teatro de off-Broadway escrita por Aaron Mark que transformaba a esta tal Dolores Roach en una especie de Sweeney Todd del barrio latino de Nueva York (Todd, un personaje literario, luego teatral, musical y cinematográfico era un peluquero que, en la Londres del siglo XIX, asesinaba a sus clientes y, con sus cuerpos, su socia hacía pasteles de carne), solo que masajista de profesión y con las víctimas transformadas en, ejem, relleno de empanadas. Mark quiso hacer una serie con la historia, no le prestaron atención y la transformó en un podcast que vendió a Spotify. El podcast fue un éxito y ahí productores y plataformas que habían rechazado el proyecto esta vez se pelearon por los derechos. Finalmente la adquirió Jason Blum (de Blumhouse) y ahora se emite, como muchas de sus producciones, por Prime Video.
Mark cita todo este proceso en la serie ya que envuelve la trama de Roach en una historia muy similar a la real. Todo empieza cuando una actriz está haciendo una obra de teatro adaptada de un podcast sobre la tal Dolores Roach. Una noche, la verdadera Roach (Justina Machado) se le aparece en el camarín. Pero no con intenciones criminales sino con la idea de rectificar lo que, ella siente, son errores y simplificaciones de la obra que la transforman en un monstruo. Algo que, dice, ella no es. Y a partir de eso nos cuenta su historia, que se desarrolla a través de compactos ocho episodios de media hora de duración.
Todo comienza en los 2000, cuando Roach vivía en Washington Heights y con su novio Dominic traficaban marihuana. Un día llega la DEA a su departamento, la mujer cae presa y recibe una condena de 16 años, no reducida por su negativa a comprometer a su novio. La mujer sale de la cárcel en el presente y, al volver al barrio, lo encuentra muy distinto. Por un lado, Dominic no aparece por ningún lado y se obsesiona por encontrarlo. Pero lo más shockeante es que el barrio se ha gentrificado de tal modo que no reconoce nada, no encuentra a nadie, las casas de la zona están habitadas por jóvenes blancos y casi no quedan negocios latinos tradicionales. Salvo uno, «Empanada loca», que sigue en su lugar.
Allí cae Roach, reencontrándose con Luis (Alejandro Hernández), un chico que estaba enamorado de ella (entonces era un niño y ahora es un treintañero; ella tiene más de 40), que maneja el local, heredado de su padre. Luis le ofrece un cuarto en su casa –en el subsuelo del local, parte de un edificio– y Dolores, a la que le cuesta conseguir trabajo por su pasado carcelario, empieza a dar masajes en la casa. Su gran talento –aprendió a hacerlo en la cárcel, se lo enseñó su novia allí– la convierte en un éxito barrial, pero pronto empiezan los problemas. ¿El principal? El nuevo dueño del edificio (el comediante Marc Maron) quiere echarlos por las deudas que tienen y que no pueden pagar. Ella se ofrece a darle un masaje para tranquilizarlo, el hombre se propasa y pronto hay un relleno novedoso para las empanadas.
Ese es el esquema que presenta la serie en sus dos primeros episodios, en los que fundamentalmente se muestran las dificultades de los habitantes de ciertos barrios que fueron gentrificados para poder seguir viviendo en sus casas. A tal punto es así que cuando el hombre le dice a Dolores los precios del alquiler la mujer oye 300 cuando le dice 3000 y 1.100 cuando se refiere a 11.000. Además de eso, el negocio no funciona porque los recién llegados al barrio lo ignoran, prefiriendo tiendas más trendy, por lo que la identidad cultural del lugar ha desaparecido casi por completo.
El nuevo relleno de las empanadas es un éxito («empanadas muy locas», las llaman) y el negocio revive. A Dolores le va muy bien también en lo suyo. Pero, claro, pronto empiezan a querer saber qué pasó con el dueño (ahí tendrá un papel Cyndi Lauper), reaparecen algunos personajes del pasado de la mujer poniendo en peligro su situación actual y, una vez que se mató a uno, por más repulsivo que le parezca (Dolores no disfruta de hacerlo y mucho menos que la gente se coma el fruto de su «tarea»), no es tan difícil seguir haciéndolo. Y Luis –quien por distintos motivos no parece tener ningún prurito con nada– seguirá probando nuevas y aparentemente sabrosas recetas.
THE HORROR OF DOLORES ROACH juega de manera muy simpática con la premisa, apostando más a la comedia negra con toques sociales que al horror propiamente dicho. Si bien hay algunos momentos que obligan a taparse los ojos, es más por la impresión que da el «saber» qué es lo que la gente está comiendo y saboreando que por algo específicamente terrorífico. La serie funciona en gran parte en interiores –la casa de empanadas, el departamento en el que viven Luis y Dolores–, pero se la siente de todos modos conectada con el barrio, transmitiendo la sensación de que existe en ese lugar y que, de un modo un tanto macabro, le devuelve su identidad.
La temporada concluye de modo abierto, dando pie a una continuación que llegará, o no, en función del éxito que esta tenga. A juzgar por lo que se ve aquí –y por la buena repercusión crítica que ha tenido–, se trata de una serie simpática e inteligente, llena de inquietantes observaciones y con un tema y un elenco que le da un plus, de esos que la vuelven interesante no solo para los fans del horror tradicional. Si bien no llega a las alturas de otros relatos de terror con temática social como, digamos, HUYE!, la serie se las ingenia para presentar una historia de género desde una perspectiva latina sin necesariamente forzar los temas que le sirven como contexto. Están ahí, en la calle, son evidentes y afectan las vidas de los protagonistas.
Una aclaración: las «empanadas» que aquí se hacen son dominicanas, parecidas de aspecto pero con algunas diferencias con las argentinas y las de otros países de América Latina. Fritas siempre y con algunos sabores tradicionales y otros un tanto excéntricos (Luis se ve a sí mismo como un muy creativo chef), seguramente harán que más de uno de ahora en adelante dude antes de pedir alguna que lleve algún tipo de carne. Por las dudas, siempre están las de quesos y vegetales varios. Están bien también y se corren, digamos, menos riesgos.
Por la decoración el local es puertorriqueño y el dueño por lo tanto también pues es heredado de su padre y son empanadas si son dulces si son de carne son empanadillas o pastelillos el barrio WH es predominantemente Dominicano y Puertorriqueño más R.D que P.R pero el local es definitivamente puertorriqueño.
Por lo que dice la actriz, que es boricua, en Puerto Rico los llaman pastelillos y en RD, empanadas. Y hay sabores salados y dulces también. «Guava (o guayaba) y queso» es su hit, hasta que aparece el que hacen con los cadáveres, je!