Streaming: crítica de «Benedetta», de Paul Verhoeven (Amazon Prime Video)
La provocativa película del director de «Robocop» y «Bajos instintos» se inspira en la verdadera historia de una monja lesbiana con visiones místicas que vivió en la Italia del siglo XVII.
Mitad drama histórico-religioso sobre una monja mística italiana del siglo XVII y mitad ejemplar erótico de puro nunsplotation, BENEDETTA combina de una manera curiosa dos tipos y modos de relato que solo pueden ser sostenidos por el imaginario de su director neerlandés, alguien que no ve choque ni contradicción alguna ahí. En el mundo según Verhoeven –está su amplia filmografía para probarlo– se puede, sí, hacer un drama sobre una monja que tiene visiones, habla como poseída y sangra misteriosamente y combinarlo con un romance hot entre dos chicas que incluye una estatuilla de la virgen convertida en un efectivo «consolador». ¿Cuál es el inconveniente?
Lo curioso de BENEDETTA, al menos para los que vean la película habiendo consumido una prensa previa que la tildaba solo de provocativa, blasfema y escandalosa, es que finalmente es mucho más seria, política y dramática de lo que uno podría imaginar por su póster u otros elementos promocionales un tanto más comerciales. Y a la vez sí, quizás sea blasfema y escandalosa para los sectores religiosos que no puedan aceptar la existencia de una monja lesbiana allá por el siglo XVII. Pero raramente lo será para el común de la gente, salvo que se ofendan demasiado fácilmente, algo que lamentablemente sucede cada vez más seguido.
El director de BAJOS INSTINTOS tiene una larga carrera hecha al borde de la controversia, básicamente porque no se maneja con los puritanos pruritos con los que trabaja la industria de Hollywood, lo que lo convirtió –en su época en la que coqueteó con el cine comercial masivo, de ROBOCOP a EL VENGADOR DEL FUTURO— en un personaje raro en los Estados Unidos. Con aquella película famosa con Sharon Stone y, luego, con la controvertida SHOWGIRLS, el director fue distanciándose de a poco de ese modo de hacer cine y, tras algunos fracasos y películas incomprendidas (como la satírica INVASION), regresó a Europa, donde su sensibilidad popular pero un tanto más trash es más comprendida y aceptada.
BENEDETTA podría haberle devuelto los favores de la prensa norteamericana al celebrar la vida y lucha de una célebre monja lesbiana, pero Verhoeven –por su manera de filmar algunas escenas de sexo, particularmente– seguramente incomodará a más de uno de los que esperan una película políticamente correcta al uso actual. No. Al hombre no le vengan con textos académicos sobre «la mirada masculina», «la objetificación de los cuerpos» ni nada por el estilo. A sus 83 años, el tipo parece pasar de todo eso: si quiere hacer de Benedetta una «monja hot», lo hará. Y si a alguien no le gusta, problema suyo.
Inspirándose en el libro Inmodest Acts, de Judith C. Brown, que expandía la historia de la monja Benedetta Carlini, la película arranca cuando ella es aún una niña, pero ya posee algo que la caracterizará a lo largo de su vida: una sagaz inteligencia que le permite manipular a los otros, convencerlos de lo que sea. Verhoeven nunca dejará en claro si sus curiosas visiones de tono romántico con Jesucristo son reales o las inventa. Y lo mismo pasa con sus marcas en el cuerpo, las voces que escucha y su capacidad para «predecir» el futuro. Quizás, al ver cómo funcionan ciertas cuestiones en el convento, ya de muy chica Benedetta se da cuenta qué es lo que hay que hacer para crecer y escalar posiciones ahí. O quizás no es eso, y todo lo que ve y lo que le pasa es cien por ciento genuino.
El convento de Pescia en el que sus padres la dejan de pequeña está manejado por la Hermana Felicita (Charlotte Rampling), una severa mujer que piensa más en los billetes que en Dios. Estando ahí Benedetta (Virginie Efira, que pone todo lo que tiene en el papel, física e histriónicamente) empieza a tener visiones de Jesús que están más cerca de ser parodias de películas románticas que solemnes revelaciones bressonianas. Acá el hombre le habla pero también la besa, corta cabezas y se comporta casi como si actuara en una comedia de Mel Brooks. Y Benedetta sale de esos sueños con llagas, cortes, totalmente ensangrentada. Hay uno en particular que impresionará a las monjas pero hará dudar más que de costumbre a la desconfiada Felicita.
Al convento llega una chica joven que se llama Bartolomea (Daphné Patakia), rescatada de padres y hermanos abusadores, llena de llagas y lastimaduras. Intensa y provocativa, sin un gramo de religiosidad en el cuerpo, la chica queda fascinada con Benedetta. Y viceversa. Y allí empieza una relación que irá de la extrañeza y los miedos que la monja siente al principio al deseo más carnal y de ahí al enamoramiento. Esta evolución estará narrada de manera franca y sin vueltas por Verhoeven, bordeando el softcore con sus planos cercanos y su iluminación de película erótico-histórica. Pero la relación entre ambas tendrá sus complicaciones, ya que Bartolomea no comparte el trip místico de su amante, está segura de que miente y se da cuenta, además, que Benedetta está tan o más fascinada por el poder que por los orgasmos.
La segunda hora del film le dará un poco de descanso al fervor sexual –la «virgen-dildo» quizás sea su punto culminante e icónico– y pondrá más el acento en otros temas: el complicado ascenso de Benedetta dentro del convento en el que tiene tanto amigas como enemigas, la aparición de la peste bubónica que azotó Europa en esos años y la reacción del poder eclesiástico que, ante todos sus desafíos, llega hasta Pescia con intención de poner orden. El nuncio (Lambert Wilson) no solo está escandalizado por su costado sexual, sino por su convencimiento de que ella transmite la palabra de Dios, quien parece no haber tenido mejor idea que expresarse a través de la más controversial de sus devotas.
Esa confusión o combinación entre deseo sexual y éxtasis religioso aparecía también en LA NIÑA SANTA, de Lucrecia Martel, de un modo bastante más elegante aún incluyendo un incómodo momento de abuso. Cada vez que Benedetta arde por Bartolomea tiene alguna visión en la que Jesús toma el lugar de su objeto de deseo y, a falta de teoría psicoanalítica, a muchos les da por pensar que la mujer es una santa. Y, ¿quién sabe?, quizás lo sea. Dios se manifiesta, dicen, de maneras misteriosas.
La película es política desde el planteo temático y desafiante en lo religioso, pero también lo es desde la forma, al forzar al espectador a confrontar con un relato en el que la sexualidad es tratada, literalmente, de frente y a la vista de todos en lugar de la manera a la que nos habituó la corrección política de los últimos años, en los que es hasta raro ver escenas de sexo en películas para adultos. Verhoeven trae consigo la tradición europea de los ’60 y ’70 en lo que respecta al trato frontal de la sexualidad y a eso lo mezcla con un estilo narrativo ágil y casi hollywoodense de las décadas posteriores. Y así logra que BENEDETTA se transforme en un relato histórico que es, a la vez, audaz y clásico, serio y absurdo, místico y erótico. Verhoeven contiene todas las contradicciones y las luce orgulloso. Como la protagonista de este desafiante film, está convencido de que su visión es la correcta y está dispuesto a jugarse el todo por el todo hasta que los espectadores le den la razón. O quieran quemarlo en la hoguera…