Estrenos online: crítica de «Amame hasta con las uñas» («Fingernails»), de Christos Nikou (Apple TV+)

Estrenos online: crítica de «Amame hasta con las uñas» («Fingernails»), de Christos Nikou (Apple TV+)

En un mundo en el que las parejas hacen un test para confirmar si están o no enamorados entre sí, una mujer empieza a dudar de los resultados. Con Jessie Buckley, Riz Ahmed y Jeremy Allen White. Estrena Apple TV+ el 3 de noviembre.

Con su opera prima, APPLES, Christos Nikou le aportó un costado empático y humanista a lo que se dio por llamar la «Nueva Ola Griega». Ex asistente de Yorgos Lanthimos, el director de FINGERNAILS organiza historias en las que el realismo y el costado extravagante coinciden, haciendo que sus protagonistas atraviesen situaciones extrañas o participen en algún tipo de programa curioso en el que tienen que superar etapas o desafíos (algo muy habitual en estos cineastas griegos), pero lo que lo diferencia de las películas de su colega de DOGTOOTH es una mirada menos cruel, que no busca el impacto sino entender cómo esos eventos afectan emocionalmente a las personas.

FINGERNAILS, de hecho, tiene varios puntos en común con THE LOBSTER, de Lanthimos, al menos en cuanto a la historia que cuenta. Sin embargo, el tono, la forma y los resultados son muy distintos. Como en APPLES, Nikou crea un insólito sistema de juegos y desafíos dispuestos a dilucidar un tema importante: si dos personas están enamoradas o no. En un mundo que se parece al que conocemos –se ven películas con Hugh Grant, se cantan canciones pop conocidas y así– existe una empresa que realiza un test supuestamente infalible acerca del amor. Y esta historia se centrará más en los que trabajan allí que en los clientes.

Anna (Jessie Buckley) vive con Ryan (Jeremy Allen White, de THE BEAR) hace varios años y su rutina parece haberlos llevado a cierto distanciamiento. El ve documentales por TV todo el tiempo en el que no está trabajando mientras que ella busca trabajo como maestra. Ninguno de los dos parece realmente interesado en el otro. Pero están enamorados y tienen hasta certificado. Es que ambos han hecho ese test de moda que, supuestamente, confirma si dos personas están muy, un poco o nada enamoradas. O si uno está del otro y no es correspondido.

¿En qué consiste el test? Acá todo se vuelve bizarro: las personas se prestan a que les arranquen la uña de un dedo, luego un técnico pone las uñas de ambos en una máquina bastante old fashioned y el experimento da un resultado en apariencia inapelable. A tal punto es así que todos allí lo hacen y gracias a sus certificados consiguen importantes descuentos y otros beneficios. El problema, a la vez, es que muchas parejas se topan con la mala noticia de que no son compatibles. Esto pasa la mayoría de las veces y suele ser una condena previa, ya que muchos se separan solo a partir del resultado del test.

Anna consigue trabajo en este centro –no le cuenta a Ryan, ya una mala señal– y se convierte en una «entrenadora» de parejas. Es que el programa no solo incluye el test sino que allí preparan a las parejas para tomarlo, mediante juegos de confianza y distintas pruebas que empiezan siendo sencillas y graciosas para luego volverse más y más arriesgadas. Pero en FINGERNAILS lo principal no pasa por allí –las pruebas funcionan a modo de hilo conductor del relato– sino por la relación que se empieza a establecer entre Anna y Amir (Riz Ahmed), su colega y guía en estos entrenamientos.

Así, mientras ellos conducen a grupos de parejas a través de estos desafíos (adivinar dónde está el otro con los ojos cerrados y solo por el olor, mirarse a los ojos en el fondo de una pileta de natación y otras bizarreadas que funcionan como una versión light y cálida de THE LOBSTER), Anna y Amir empiezan a acercarse, tímidamente, entre sí. Ella tendrá su certificado amoroso en regla con Ryan, pero no puede evitar sentir cosas ante su cálido y amable compañero de trabajo. ¿Permitirá el sistema que una persona esté enamorada de dos a la vez? ¿O quizás será que no funciona tan bien cómo todos creen?

Nikou tiene una forma de acercarse a estos eventos más cercana si se quiere a películas como ETERNO RESPLANDOR DE UNA MENTE SIN RECUERDOS, ELLA u otros films de Spike Jonze, Michel Gondry y/o Charlie Kaufman. Aquí existe una estructura propia de la ciencia ficción pero lo central pasa por las relaciones entre los personajes, sus conflictos y cuestionamientos amorosos. A tal punto es así que Nikou bien podría prescindir de toda esa estructura retro-futurista y nada cambiaría. Lo que modifica la experiencia de FINGERNAILS en relación a estas referencias es que el griego utiliza un tono calmo, reflexivo y algo naive.

La manera de mirar al mundo es generoso en relación a su compadre Lanthimos, pero el ritmo de FINGERNAILS por momentos es excesivamente cauto. Si el autor de la inminente POBRES CRIATURAS tira en sus películas la casa por la ventana e intenta poner los nervios de punta en el espectador, Niklos funciona como su pariente tranquilo y reposado, más interesado en hacerlo pensar –en este caso sobre la manera en la que las sociedades comercializan, convierten en algoritmos y encuadran sentimientos complejos como el amor– que en tensionarlo. Lo único violento que verán acá, y solo indirectamente, es el procedimiento doloroso de las uñas.

Buckley, Ahmed y, en menor medida, White, son los que le ponen el rostro y el cuerpo a las ideas de FINGERNAILS. La actriz de MEN: TERROR EN LAS SOMBRAS y PIENSO EN EL FINAL es la que empieza a dudar. Ella se siente perdida en un mundo en el que todos parecen estar tranquilos con su «certificado» de estar en la relación correcta. Ahmed, en tanto, encarna a un tipo cuya calma oculta ciertas cosas que recién entenderemos promediando el film. Luke Wilson tiene un rol secundario clave: es el creador del sistema, un tipo cuyo aspecto triste y desarreglado explican los motivos de su invención.

El guión ofrece algunos apuntes ligeros y por momentos cómicos –muchos tests son un tanto absurdos–, pero Niklos apunta por el lado de la melancolía. Y lo hace a partir de las sensaciones de Anna, quien pasa de la incomprensión y frustración a algo que se le parece al amor «analógico», uno que no puede esperar por los resultados de estudios ni confía en algoritmos sino que se siente en la piel, en el cuerpo, en las ganas de ponerse a cantar una canción romántica sin un motivo aparente. El amor como un salto al vacío.