Estrenos online: crítica de «Enterrando una ambición» («The Burial»), de Maggie Betts (Amazon Prime Video)

Estrenos online: crítica de «Enterrando una ambición» («The Burial»), de Maggie Betts (Amazon Prime Video)

por - cine, Críticas, Estrenos, Online, Streaming
13 Oct, 2023 11:35 | comentarios

Un ampuloso abogado negro defiende al anciano dueño de una funeraria en un juicio que le hace a una corporación en esta comedia dramática inspirada en un caso real. Con Jamie Foxx y Tommy Lee Jones. Desde el 13 de octubre, por Amazon Prime Video.

Las películas de juicio son un género en sí mismas, gracias a una serie de tradiciones y recursos dramáticos que a esta altura se han vuelto tan sólidas que hasta parecen reales. Pero hay enormes distancias entre los hechos y la construcción narrativa propia del género. Y cuando uno entra a THE BURIAL debe saber, de entrada, que si bien la película se «inspira» en hechos reales no hay nada realista en ella. Es una simpática y noble fábula que puede llegar al mismo punto que el caso real en el que se apoya (al menos en lo que a sentencias se refiere), pero que lo hace a modo de cuento de hadas.

Eso es, en definitiva, esta película protagonizada por Jamie Foxx y Tommy Lee Jones, la versión accesible, amable y hasta divertida de un caso real bastante serio y técnicamente obtuso sobre el cumplimiento o no de un contrato. Lo que la realizadora Maggie Betts optó para llevarla al cine es, fundamentalmente, dejar de lado todo lo específico del juicio en sí (ya verán que hasta el jurado bosteza cuando algunos testigos se meten en precisiones) y la mismísima mecánica de un asunto de este peso para poner el eje en los llamativos seres humanos que la llevan adelante. Y tiene sentido, porque lo más rico que tiene la historia son sus personajes.

Jamie Foxx encarna a Willie E. Gary, un conocido abogado afroamericano de los años ’90 que se especializa en «daños personales», esa especie que algunos denominan «caranchos», solo que lo hace en un altísimo nivel y ganando casos por mucho dinero. Su habilidad pasa por la oratoria (la primera escena lo muestra de un modo un tanto confuso como si fuera un pastor de una iglesia, algo que se entenderá un poco mejor después) y eso queda claro en el primer caso que gana, por 80 millones de dólares. El tipo no disimula su éxito. Tiene avión privado, una casa enorme con decenas de habitaciones y se maneja como el rey de este tipo de juicios centrados en accidentes, donde convence a fuerza de retórica y un poco de falsa emotividad. A Foxx, obviamente, el papel le cae como anillo al dedo.

En lo que parece ser otro planeta vive Jeremiah O’Keefe (Tommy Lee Jones), el dueño blanco de ocho funerarias de Biloxi, Mississippi, que tiene trece hijos y un gran problema: está económicamente al borde de la quiebra. Presionado por la necesidad de dinero le vende tres de sus negocios a una gran empresa que maneja miles de funerarias en Estados Unidos y Canadá. Pero el billonario comprador, Raymond Loewen (interpretado por Bill Camp), demora la firma del contrato esperando que O’Keefe quiebre y así quedarse con todo. El anciano Jeremiah decide llevarlo a juicio y su abogado, Mike Allred (Alan Ruck, «Connor Roy» para los fans de SUCCESSION), le propone arreglar por ocho millones de dólares, algo que considera suficiente por los daños.

Pero Jeremiah tiene una idea más arriesgada. Convencido por Hal Dockins (Mamoudou Athie), un joven abogado negro amigo de la familia, va a visitar al tal Willie para que lo represente. Pero el tipo no quiere saber nada. No solo no se ocupa de estos casos contractuales sino que no suele representar a gente blanca –ya se verán los motivos– y, menos aún, por tan poco dinero. Pero Dockins lo convence por ese lado. ¿El motivo? El Grupo Loewen es una empresa que vale miles de millones de dólares y se le puede hacer un juicio por mucho más que lo planeado originalmente. Con todos esos «verdes» como objetivo, Willie acepta.

Lo que seguirá serán los preparativos y el juicio en sí. Pero el eje pasa por los curiosos cruces raciales que convierten al film en una versión judicial de GREEN BOOK. O’Keefe y Allred son dos blancos sureños de golpe rodeados por un llamativo abogado negro y su rimbombante grupo de colaboradores. Loewen, por su parte, sabiendo con quien se enfrenta (el juicio se lleva a cabo, además, en una ciudad de enorme población afroamericana y de bajos recursos), pone un grupo de abogados negros, conducidos además por una mujer (Jurnee Smollett), como su equipo de defensa. Todos ellos más prestigiosos y clásicamente elegantes que Willie y sus muchachos. Y allí se dará una batalla que cruza elementos económicos, raciales, sociales e históricos que irán apareciendo en el trabajo de los abogados y en los testimonios.

La lógica del juicio es pura fábula. Para ser dos equipos supuestamente de alto nivel todos se dejan sorprender constantemente por su rival, nadie parece preparado para lo que dirá o hará la otra parte, y el juicio en sí tiene un ritmo más de encuentro deportivo –uno parece ir ganando hasta que el otro lo supera y así, una y otra vez– que de otra cosa. Como mencioné antes, los detalles técnicos del caso quedan por completo al margen y todo pasa por probar cuestiones del «carácter» de los personajes: si son o tienen familiares racistas, si hicieron arreglos turbios en otros negocios, si tienen cara de buena gente o no. Es la especialidad de Willie y a la que apuesta la película: lo importante es ver quién es más convincente con el jurado, que es predominantemente afroamericano. Lo demás no importa tanto.

Pero nada de eso parece importarle a la directora y coguionista Betts. Es llamativo que en dos escenas algunos personajes hagan mal unas cuentas y la película siga de largo como si nada (Nota: si algunos las detectan los invito a que las pongan en los comentarios), lo cual prueba que las precisiones tienen poco que ver acá. Es una historia de David versus Goliath –un poco más enredada, pero esa es la lógica– en la que, en el fondo, todo pasa por cantidades de dinero y lo que eso puede servir para «recomponer» ciertos lazos raciales que están históricamente rotos en los Estados Unidos.

No es una película a la que prestar atención ni por su realismo ni, convengamos, por su intrínseca calidad cinematográfica (en ese sentido es en exceso convencional). Lo que ENTERRANDO UNA AMBICION tiene para «vender» es otra cosa: carisma, star power (Foxx y Jones hacen una dupla de opuestos que funciona a la perfección) y una simpática fábula que abreva en las tradiciones del cine popular a lo Frank Capra y otros directores clásicos que saben que, a fin de cuentas, lo que se imprime es la leyenda. Lo que quedará en la memoria del espectador –un poco como les pasa a los miembros del jurado– no son los detalles del caso sino los personajes del cuento.