Clásicos online: crítica de «Ladrón» («Thief»), de Michael Mann (Amazon Prime Video)

Clásicos online: crítica de «Ladrón» («Thief»), de Michael Mann (Amazon Prime Video)

Inauguro una nueva sección llamada Clásicos Online en la que escribiré sobre películas clásicas de todas las épocas que van apareciendo en las plataformas de streaming. La primera es la extraordinaria opera prima del director de «Fuego contra fuego», de 1981, protagonizada por James Caan.

No te apegues a nada que no estés dispuesto a dejar en 30 segundos«, dice Neil, el ladrón que interpreta Robert De Niro en FUEGO CONTRA FUEGO, película que Michael Mann hizo en 1995. Esa filosofía de vida del protagonista de aquel clásico bien podría ser una reversión de la que inspiraba a Frank, el ladrón que James Caan interpreta en THIEF, la opera prima de Mann, de 1981. Un especialista en abrir cajas de seguridad, Frank recorre un camino similar al de Neil. Ha aprendido en el orfanato y en la cárcel que la única forma de sobrevivir en los momentos más difíciles es no tener ataduras. Un vacío existencial que le permite actuar sin miedo. La muerte deja así de ser un problema: es una consecuencia del tipo de vida elegido. «Tienes que llegar a donde nada significa nada –explica–. Sobreviví porque logré esa actitud mental.«

En THIEF, un film noir que adelanta ideas narrativas y formales que Mann pondrá en circulación no solo en HEAT sino también de COLATERAL, MIAMI VICE, BLACKHAT y hasta ENEMIGOS PUBLICOS, se cuenta una historia que puede no ser novedosa desde su estructura ni sus temas pero que encuentra, desde la forma, nuevas maneras de jugar con la clásica figura del criminal profesional enfrentado a una serie de difíciles decisiones personales. Frank es un confiado hombre de negocios –tiene una agencia de venta de autos usados, un club nocturno y otras inversiones legales– cuya verdadera fuente de ingresos es el robo de joyas. A su manera, puede definirlo como una pasión. Podría dejar de hacerlo, pero nada sería lo mismo sin eso.

A lo largo de las dos horas que dura THIEF (que se estrenó aquí como MI PROFESION: LADRON, pero en la plataforma figura como LADRON), Frank se topa con dos desafíos. El primero, dejar de trabajar de modo independiente, con su pequeño equipo de ayudantes, para hacerlo para un mafioso conocido de Chicago. El beneficio económico de ese trabajo es tal que le permitiría dejar la profesión por completo, por lo que tiene que decidir si acepta o no hacerlo. Y el otro pasa por su relación con Jessie (Tuesday Weld), una mujer de la que se ha enamorado y con la que quiere casarse. Apostar por esa relación es la que lo impulsa a pensar que su carrera como criminal debe tener un fin. Pero es también esa atadura que, volviendo a la frase del principio, podría impedirle trabajar como debería hacerlo: sin pensar en las consecuencias.

Lo que separa a LADRON de otros policiales negros «existenciales» pasa por la forma. Por un lado, están los elementos clásicos: Caan ofrece la mejor actuación de su vida como este profesional consumado y seguro de sí mismo, un tipo que se lleva el mundo por delante pero que se topará en algún momento con personajes que podrían estar a su altura. Esa sequedad del mundo del robo –las dos largas escenas dedicadas a abrir cajas de seguridad son silenciosas y detallistas, como indica el manual de las mejores heist movies— se corta cuando está fuera de ese ámbito.

Fuera del trabajo en sí, Frank se muestra como una persona habladora, dominante, un tipo por momentos brusco pero que también puede ser disimuladamente sensible, como cuando mira su collage de fotos armado con personas y objetivos importantes de su vida, cuando se conecta con su ex compañero de cárcel Okla (un excelente Willie Nelson, que tiene una participación demasiado breve) o cuando le cuenta a Jessie su historia y su proyecto de vida con ella, en una escena clásica que transcurre en un diner.

Pero no es principalmente un tema de actuación lo que separa a THIEF de otros films de su género sino su uso del espacio físico como un elemento más de la trama, algo que será característico de la carrera de Mann. Como la Los Angeles de COLATERAL, aquí Chicago es un personaje más del film, con sus avenidas y callejones oscuros, las luces de neón, su casi permanente noche, la sensación de que la propia ciudad te impone un cierto encierro, una determinada forma de vida y de relaciones con los demás. Como en HEAT, Frank trabaja con un pequeño grupo de eficientes colaboradores (entre los que está James Belushi) y la primera escena muestra con precisión el proceso de entrar al lugar, abrir su caja fuerte, elegir qué llevarse y escapar. Luego, como en los clásicos del género, los problemas aparecerán cuando haya que poner esas joyas en circulación.

Su intermediario, Joe Gags (Hal Frank), aparece muerto antes de darle su dinero y cuando Frank empieza el recorrido para recuperarlo termina involucrándose con Leo (un excelente Robert Prosky), un mafioso de aspecto paternalista pero que puede ser también muy cruel y su grupo de intensos colaboradores. Al conectarse con él pasa a entrar en el radar de la policía, lo cual presenta otro problema aparte. Como en FUEGO CONTRA FUEGO, buena parte de la película se irá en la preparación de ese otro gran robo que hará para Leo y en las consecuencias inesperadas de ese hecho, las que llevarán al violentísimo desenlace.

Esos momentos de «procedimiento», tan caros a la filmografía de Mann, tendrán una particularidad que le darán a THIEF otro elemento distintivo: la música de Tangerine Dream. Si bien hoy no llama tanto la atención (DRIVE, por ejemplo, usa el mismo tipo de banda sonora, y BLADE RUNNER, de 1982, copiaría varias cosas de este film, desde la música a la atmósfera de angustiante noir), en su momento esas sonoridades electrónicas eran una rareza fuera del cine de horror, donde había empezado a usarse poco antes, cortesía del giallo italiano (Goblin y sus derivados), de John Carpenter y Giorgio Moroder, entre otros. De entonces a ahora ese tipo de musicalidad se ha vuelto indistinguible de la forma, está en las bases del policial moderno.

THIEF aparece como la película que conecta dos tradiciones, o la que cierra una etapa para dar comienzo a otra. Me refiero al tipo de policial de los años ’70, con su realismo puro y duro, su sequedad y violencia urbanas, las que aparecen en clásicos como TARDE DE PERROS, CONTACTO EN FRANCIA o CALLES SALVAJES, además de cientos de otros títulos. Mann le suma a ese realismo, que nunca abandona, recursos más propios del cine de espectáculo: las cámaras lentas, una cierta elegancia formal, una estilización de los espacios y esa citada musicalidad que se volverían moneda corriente en el cine de esa década, aún con sus vicios videocliperos. Sin ir más lejos, la serie de Mann MIAMI VICE fue la consagración de esa forma de trabajar el género. Realista, sí, pero también un tanto excesiva, ampulosa y romántica.

Clásico formativo para entender esa transición y conocer las claves que Mann –del que pronto conoceremos su ambiciosa FERRARI— pondría en juego en su extraordinaria filmografía posterior, THIEF es una película sobre la soledad de los profesionales y el conflicto en el que entran cuando sus códigos se ponen en riesgo ante la aparición de compromisos afectivos y emocionales. Invirtiendo la lógica de HEAT (de la que bien podría ser precuela, si bien Mann está por filmar esa película ahora, con Adam Driver en el rol de un joven De Niro), la conclusión de LADRON es la de alguien que prefiere no traicionar sus convicciones, aunque eso implique perderse en las profundidades de la noche oscura y lluviosa de una Chicago de la que nunca se puede salir del todo.