Berlinale 2024: crítica de «Faruk», de Asli Özge (Panorama)

Berlinale 2024: crítica de «Faruk», de Asli Özge (Panorama)

por - cine, Críticas, Festivales
17 Feb, 2024 06:47 | Sin comentarios

Esta película combina ficción y documental para contar la historia de un hombre de 90 años que tiene que irse del edificio en el que vive ya que lo van a demoler. En la sección Panorama.

Faruk ronda los 90 años y ha vivido buena parte de su vida en un mismo edificio. Solía sentarse en el balcón con su mujer a ver pasar la gente, pero desde que ella murió ya no lo hace más. Vital y ágil para la edad que tiene, con muy buen estado de salud, le toca en suerte una época complicada. A falta de un término más amable la llamaremos como se la conoce técnicamente: gentrificación. Faruk vive en un edificio antiguo y un poco venido a menos que demolerán para construir allí mismo uno mucho más moderno, con ammenities y cosas así. La construcción es parte de un proyecto de renovación urbana de zonas de Estambul y hoy le ha tocado a él.

FARUK cuenta esta historia de un modo lateral, cinematográficamente creativa. Podríamos definirlo como autoficción o una mezcla entre documental y ficción en el que se recuentan y adaptan situaciones de la vida real. Faruk es el padre de Asli Özge, la realizadora del film. Y de entrada lo vemos junto a ella, las cámaras y los técnicos de la película preparándose para rodar distintas escenas. Ese sistema se mantendrá a lo largo del tiempo, modificándose con el paso de los acontecimientos, transformando a la película en un híbrido formal en el que en un momento deja de ser importante qué es documental y qué no es. Todo, o casi todo, se siente como verdadero.

El eje de la película pasa por dos frentes. Por un lado, por los intentos de Faruk de que ese proyecto no se lleve a cabo, lo que implica tener que participar en incontables reuniones con empresarios a los que poco le importa la historia de vida del hombre. La suya es una derrota anunciada, pero sus intentos no son caprichosos. La conversión de un edificio a otro demandará años en los que Faruk deberá mudarse a otro departamento. Pero eso no sería lo más grave, sino que con 90 años de edad es bastante improbable que llegue a ver o a disfrutar los supuestos beneficios que ese moderno edificio con ascensores vidriados, pero sin balcón, tendrá.

En esa lucha desigual –que recuerda un poco a la de AQUARIUS, la película de Kleber Mendonça Filho con Sonia Braga– se irá buena parte de la historia. Pero a diferencia del film brasileño, acá el eje no pasará solo por algo «combativo» ni por la lucha entre el pequeño hombre y la gran empresa. Lo que hace Asli, en esta (falsa) deconstrucción del documental, es intentar retratar a su padre, un tipo que quiere conservar su dignidad (cuando le roban un celular en un tonto descuido dice que se le rompió para no admitir su error y que piensen que no está mentalmente lúcido) y que no sabe cómo hacer para enfrentar a un mundo nuevo en el que tipos como él son incómodos y hasta descartables.

Escapándose de la película más obvia de denuncia, FARUK muestra al protagonista en sus momentos libres, ficcionalizados para las cámaras, en los que baila, se imagina con bellas mujeres jóvenes a su lado, celebra Año Nuevo y disfruta nadando o viendo (malos) programas de televisión. Si bien eso lleva a que, en su segunda mitad, la película pierda un poco su costado más directamente crítico, a la vez gana en riqueza, en empatía, en humanidad. Con el tiempo la obra avanzará, las cosas cambiarán, pero lo que será siempre igual, tanto en la realidad como en la ficción, es que personas de la edad de Faruk serán siempre las víctimas del directo o indirecto (pasivo-agresivo) maltrato de los más jóvenes. En estos tiempos, sentarse en el balcón a mirar la vida pasar es económicamente inviable. Y para esas cosas no hay metros cuadrados.