Clásicos: críticas del ciclo «Film Noir – Lado B» (Sala Lugones)

Clásicos: críticas del ciclo «Film Noir – Lado B» (Sala Lugones)

por - Ciclos, cine, Clásicos, Críticas
16 Feb, 2024 09:15 | 1 comentario

Del sábado 17 de febrero al miércoles 13 de marzo tendrá lugar en la Sala Leopoldo Lugones un ciclo denominado «Film Noir – Lado B». La muestra está integrada por 17 largometrajes realizados en Hollywood entre 1945 y 1962. Acá van críticas de tres de los films que se verán en febrero.

Los ciclos que la Sala Lugones denomina como «Lados B» suelen ser los más interesantes dentro de su programación. No necesariamente porque los títulos sean mejores que los que integran sus «Lados A» –que están armados en función de los clásicos de cada género o director–, sino porque echan luz sobre muchas películas poco conocidas, que de otros modos pasarían inadvertidas. Son títulos que muchas veces no figuran en los libros sobre esos géneros y/o directores y que, a diferencia de los clásicos indudables, en algunos casos ni siquiera los experimentados críticos hemos visto.

Este ciclo que comienza el 17 de febrero trae, cito a la fuente, «diecisiete largometrajes realizados en Hollywood entre 1945 y 1962, todos ellos enmarcados dentro de lo que la crítica y la historiografía cinematográfica bautizó como cine negro, completando así el ciclo Film noir, lado A, que tuvo lugar durante la temporada 2023.» Y aquí comenzaremos a desgranar algunos de esos títulos, a modo de recomendación. La que empieza aquí es una primera entrega con tres críticas de las ocho películas que se verán a lo largo de febrero en un ciclo que se extiende hasta mediados de marzo, sobre el que ya agregaremos más textos.

Entrando a este link pueden comprar entradas e informarse más acerca de todos los títulos que se verán en el ciclo. Aquí abajo, les dejo algunas críticas:


Fuga en la niebla, de Budd Boetticher (Escape in the Fog, EE.UU., 1945)

La historia del cine recuerda principalmente a Boetticher por sus westerns de los años ’50, clásicos de bajo presupuesto protagonizados por Randolph Scott, pero el realizador estadounidense ya venía trabajando de antes y en varios géneros. FUGA EN LA NIEBLA es un breve, compacto y atrapante noir con una trama propia de película de espías que transcurre en la zona de San Francisco y en los últimos años de la Segunda Guerra. Su trama incluye elementos que parecerían haber inspirado a LA ISLA SINIESTRA, de Martin Scorsese, pero de una manera mucho más módica, acotada y, bueno, sin los inesperados giros narrativos de ese film.

Acá todo empieza en medio de la niebla, con sonidos de sirenas de barco y una mujer, Eileen Carr (Nina Foch) que es testigo de una pelea e intento de asesinato en medio del San Francisco Bay Bridge. Cuando grita para prevenirlo, nos damos cuenta que está soñando en un cuarto de hotel. Hasta la puerta se acerca un hombre a ver qué sucedía y, al verlo, ella nota que es una de las personas a las que vio peleando en su sueño.

Es un hotel curioso en el que hay gente como ella que está «reponiéndose» de traumas de la guerra. El es Barry Malcolm (William Wright), quien dice ser un agente secreto –un espía, digamos– que trabaja para los Estados Unidos en el frente del Pacífico. Eileen y Barry salen esa noche por la ciudad pero son seguidos por personas que parecen estar al tanto de quién es él. Y Barry debe interrumpir su noche con la chica cuando es convocado a una peligrosa misión que debe llevar a cabo en Hong Kong.

Todo esto rápidamente –la película apenas dura una hora y hoy se usarían dos para contar la misma trama– derivará en una persecución que le harán al hombre unos espías enemigos, persecución que se irá pareciendo sospechosamente a la pesadilla que Eileen tuvo al principio de la historia. ¿Qué se esconde detrás de todo esto? Bueno, habrá que verla.

Económica, hecha en estudios con pocos recursos y mucha imaginación, la película de Boetticher presenta una compleja trama de espionaje internacional en la que se usan recursos tecnológicos novedosos para la época (una grabación entrecortada de un micrófono espía lleva a confusiones a los nazis), pero en todo momento es claro que estamos ante un prototípico McGuffin que solo sirve para poner la acción y el drama en constante movimiento.

Aquí es todo sombras y noche y caras sospechosas y curiosos acentos europeos. Es el clima, principalmente, lo que fascina de ESCAPE IN THE FOG, la sensación de una sociedad todavía rodeada por el conflicto bélico en la que prima, en medio de las sombras, las sospechas, las mentiras y los engaños. Más un film de espías y una historia de amor que un policial negro tradicional, lo que la incorpora a la historia del film noir tiene más que ver con su puesta en escena, su fotografía oscurísima y la sensación de sospecha y desconfianza que rodea a los protagonistas, que no pueden confiar en nadie. Salvo en sus sueños.

El martes 20 de febrero, a las 15. Repite jueves 29 y miércoles 5 de marzo, ambas a las 18.


La mentira candente, de Mitchell Leisen (No Man of Her Own, EE.UU., 1950)

En términos estrictos, LA MENTIRA CANDENTE es más un melodrama que un film noir. Tanto en lo formal como en el tono, la película protagonizada por Barbara Stanwick utiliza algunos recursos propios del policial –como la suplantación de identidad– para, durante gran parte de su metraje, centrarse en el drama ligado al conflicto interno de una mujer que elige pero también se cuestiona vivir una vida que no es la suya. En su última parte, es cierto, aparecerán recursos más clásicos del policial, lo cual sirve para incorporarla lateralmente al género.

Stanwick encarna a Helen Ferguson, a la que conocemos en un momento de su vida que, luego se comprobará, está más cerca del final de la historia, la que aquí se cuenta como un largo flashback. Ahí la vemos con un bebé y con quien parece ser su pareja, mientras en la voz en off habla de su dolor por saber que eso se acabará apenas llegue la policía. Es ahí que Leisen va para atrás, a contar cómo llegamos a esa situación.

En una serie de idas y vueltas complejas de resumir, lo que se puede decir es que Helen, embarazada y engañada por su novio Stephen, toma un tren de Nueva York a San Francisco. Angustiada, allí conoce a una pareja con la que se pone a conversar. El tren choca y vuelca, los miembros de esa pareja mueren y ella sobrevive. Como justo Helen se había probado un anillo de la mujer antes del choque, los rescatistas la confunden con ella (llamada Patrice Harkness y también embarazada) y la envían a la casa de los familiares del que era su marido.

Por suerte para ella, ninguno la conocía personalmente, por lo que se puede hacer pasar por Patrice sin despertar sospechas –todos creen que sus baches de memoria tienen que ver con el accidente–, salvo Bill, su «cuñado», quien advierte algunas cosas raras y se interesa por ella de una manera inusual. Helen tiene a su bebé y se asimila a la vida de esta familia, de clase acomodada, con la que vive bien. Tiene culpas y miedos, sí, pero sabe que es lo mejor para su hijo y sigue adelante. Hasta que, bueno, pasan cosas que ponen toda esa falsa estabilidad en peligro. Y ahí arranca, si se quiere, el costado más policial del asunto.

La fotografía utilizada por Leisen tampoco es la característica del cine negro, pero lo que sí lo conecta con ese subgénero es la persistente sensación de malestar y sospecha que le son tan característicos. Más allá de que uno la entienda y hasta justifique, Helen es una impostora sin ánimos de contar la verdad. Y tanto Bill como Stephen rondan a su alrededor, cada uno a su modo y con sus particulares intenciones. Lo que quizás traicione en cierto modo a algunos temas del género es que aquí la familia acomodada que la recibe se maneja de un modo noble y generoso. Y si es que hay tensiones y conflictos, estas vienen por lo general de las clases menos pudientes que quieren aprovecharse no solo de los ricachones sino también de ella.

El viernes 23 de febrero, a las 15. Repite miércoles 28 a las 18 y el jueves 7 de marzo, a las 21.


Pasiones de fuego, de Anthony Mann (Raw Deal, EE.UU., 1948)

Este convulsionado y curioso crime film de los ’40 tiene la particularidad de ser uno de los mejores, cinematográficamente hablando, de los vistos en el ciclo, y a la vez tener uno de los guiones más caprichosos de todos. Anthony Mann, como Budd Boetticher (ver arriba), era un cineasta de esos que se consideraban artesanos y que, para la época en la que este film se estrenó, no poseía ni un nombre ni un mundo propio. Y, también como Boetticher, los años ’50 lo vieron transformado en un maestro del western, gracias a una decena de películas de ese género, muchas de ellas protagonizadas por James Stewart. Lo que queda claro aquí es que sus inquietudes de crear algo original en el terreno audiovisual eran mucho más prevalentes que las de muchos de sus colegas. Los grandes guiones vendrían después.

Con la ayuda inestimable de John Alton –acaso el fotógrafo clave del noir y uno de los más importantes de todo el Hollywood clásico–, Mann experimenta con ángulos de cámara curiosos y un ritmo trepidante para contar una trama un tanto enredada. Podría decirse que es la historia de un triángulo amoroso entre un presidiario, su novia y su abogada/asistente social, pero es un poco más complejo que eso. Joe Sullivan (Dennis O’Keefe) está en la cárcel por robo y su abogada, Ann (Marsha Hunt), le asegura que podrá sacarlo en tres años. Pero inmediatamente después llega su novia, Pat (Claire Trevor), que le dice que esa misma noche está «arreglado» un escape, con la ayuda de Rick (un jovencísimo pero inconfundible Raymond Burr, muchos años antes de PERRY MASON e IRONSIDE), el mafioso con el que estaba asociado en el crimen y al que protegió.

Pero ni el plan de Rick es tan simple –de entrada queda en evidencia que el plan de Joe fracase así no tiene que pagarle su parte– ni la relación entre el trío protagónico, tan clara. Joe y Pat se escapan en coche mientras los persigue la policía y terminan en cierto modo raptando a Ann, que está por denunciarlos. A lo largo de su fuga camino a San Francisco –en la que pasan una serie cada vez más caprichosa de desventuras, incluyendo la conexión con un hombre que mató a su esposa–, lo central tiene más que ver con el acercamiento sentimental entre Joe y Ann, de la que se siente atraído pese a las tensiones. Pat es consciente de esto –su voz en off organiza el relato– y trata de ver cómo manejarse ante esa incomodidad: si combatirla o alejarse.

Es esa tensa y ambigua decisión moral es el centro de la trama, la que organiza en más de un sentido un relato que tiende a irse por las ramas (y eso que apenas dura 78 minutos) en términos narrativos pero que gana cuando se centra en los amores cruzados y las tensiones que eso representa, especialmente cuando los tres están en peligro. Burr es un enemigo formidable por su brutalidad –hay una escena de llamativa violencia física suya contra una mujer–, pero son las dos mujeres las que concentran la atención del relato, ambas dependientes emocionalmente de un hombre que por lo general las ignora y maltrata.

Pero lo central pasa por la creatividad visual de Mann y Alton para encontrar ángulos de cámara, iluminación, puesta formal y modos de narrar escenas de acción y suspenso que se convertirían en canónicas. RAW DEAL tiene escenas de suspenso en un bosque, otras en departamentos y varias más en las calles, y cada una de ellas está resuelta con encomiable precisión por el realizador y un fotógrafo que también ama trabajar entre las sombras y la niebla. Es que aún cuando la trama pueda resultar excesiva y las motivaciones de los personajes por momentos incomprensibles, lo que Mann encuentra es una energía y brutalidad en ellos que se refleja muy bien en la forma que la propia película tiene.

PASIONES DE FUEGO no es el único film noir de Mann que vale la pena recuperar. Antes de dedicarse casi exclusivamente al western en los ’50 –y pasar a las superproducciones épicas en los ’60–, el director estadounidense filmó otros valiosos clásicos de clase B para el sello Eagle-Lion como RAILROADED!, MALA MONEDA (T-MEN, 1947) y PERSECUCION SIN TREGUA (DESPERATE, 1947), y luego, ya para MGM, LA CALLE DE LA MUERTE (SIDE STREET, 1949), entre otros. Es un realizador muy pero muy prolífico, con aciertos y errores, pero que ha dejado su marca, principalmente, en el cine negro y en el western.

El domingo 25 de febrero, a las 15 y a las 21. Repite el sábado 2 de marzo, a las 18.