Cannes 2024: crítica de «Bird», de Andrea Arnold (Competencia)
Una niña de doce años atraviesa varios conflictos personales y familiares en este relato de crecimiento británico protagonizado por Nykiya Adams, Barry Keoghan y Franz Rogowski.
Una de las cineastas británicas que abrieron las puertas para que aparecieran más y más colegas en ese país, Andrea Arnold ya es una veterana del mundo de los festivales de cine, con propuestas que suelen bordear los límites porosos del realismo cinematográfico, escapándose las más de las veces hacia el melodrama, en otras a registros más secos y, en algunos casos, agregándole un toque pop y moderno a los dramas sociales de la escuela Ken Loach o similares.
BIRD se bifurca en dos de estos territorios, acercándose más que nada a AMERICAN HONEY, película que Arnold presentó en Cannes, en 2016. Es melodramática y pop a la vez, le escapa al realismo por la vía de la ilusión y a la vez lo vuelve cotidiano por la manera en la que retrata una Inglaterra social, cultural y racialmente muy distinta de lo que supo ser años atrás. El elemento más distractivo que la película tiene pasa por unos toques de realismo mágico, pero digamos que dentro del formato de coming of age que tiene son tolerables, hasta justificados.
La película cuenta la historia de Bailey (Nykiya Adams), una chica de doce años a la que no le cae nada bien que su padre, el excéntrico y muy relajado Bug (un Barry Keoghan lleno de tatuajes) se esté por casar con su nueva novia. No quiere ponerse el absurdo vestido de «dama de honor» elegido por ellos y tiene una cara de pocos amigos casi todo el tiempo, especialmente con ellos. Se ve que a su papá lo quiere –y viceversa– pero le tiene poca paciencia. El es todo exuberancia y ella parece haberse convertido, a la fuerza, en la persona responsable de la casa.
Bailey pasa tiempo con su hermano Hunter, con sus dos hermanas menores que viven con su madre y su actual y violenta pareja, pero su principal relación la establece con un desconocido que conoce en la calle, un personaje curioso que se hace llamar Bird (el omnipresente actor alemán Franz Rogowski) y que no solo imita a pájaros y se viste con faldas sino que es el único que parece tener una sonrisa a mano en este universo por lo general amargo y problemático.
La chica tiene otros asuntos de los que no habla demasiado. Ha tenido su primera menstruación y lidia con el tema sola, y algo parecido pasa con su sexualidad. Si bien no es un tema que salga a la luz con los demás, Bailey opta por vestirse y actuar de un modo bastante masculino. Y esos elementos van dando forma a la crisis de identidad que la chica irá atravesando en la película y en la que el tal Bird intentará ayudarla, esa especie de «amigo especial» (o imaginario) que está ahí cuando las cosas alrededor suyo no funcionan como ella quiere.
Mediante escenas largas, una cámara fluida y actuaciones naturalistas, Arnold captura a la perfección un ambiente áspero y a la vez intenso de las clases populares de Kent, en el sur inglés, un par de familias interraciales que conviven en medio de algunas crecientes tensiones. En un momento las cosas se pondrán más densas que lo imaginado –en exceso, creo yo–, pero por lo general se trata de un retrato humanista, comprensivo y bastante creíble de la vida de una chica de doce años que lidia con un par de complicadas familias ensambladas.
El personaje de Bird saca a la película de ese universo de realismo sucio british ya que es una construcción mucho más poética y propia del género coming-of-age. El tiene su historia para contar –y una subtrama de la película se ocupará de eso, bajándolo a la Tierra-, pero a la vez funciona como un ángel al estilo deus ex machina, con una serie de habilidades propias, sean o no imaginarias. Y si bien por lo general funciona bien, la aparición de Rogowski y también de Keoghan –que le pone demasiada garra e intensidad a su padre pasado de rosca pero cariñoso al fin– sacan un poco a la película de ese mundo de actores no profesionales tan caro al cine de la realizadora de FISH TANK. De todos modos y pese a esos y a otros excesos, BIRD es una película valiosa sobre las incomodidades y extrañezas de crecer.