Estrenos online: crítica de «En tierra de santos y pecadores» («In the Land of Saints and Sinners»), de Robert Lorenz (Amazon Prime Video)
Liam Neeson protagoniza esta mezcla de drama político, thriller y western que transcurre en un remoto pueblo de Irlanda del Norte en medio de enfrentamientos políticos. En Amazon Prime Video.
Una especie de regreso de Liam Neeson al tipo de películas que hacía antes de volverse un héroe de acción de intercambiables títulos de Clase B, IN THE LAND OF SAINTS AND SINNERS conserva, de todo modos, un tipo de relato que lo une a esos films, solo que disfrazado de un drama político y una suerte de western clásico. Como sus películas de acción, el film de Lorenz es uno de crímenes y pecados, de acciones y revanchas, de tipos que deben tomar las armas para resolver un entuerto, si se quiere, moral. La diferencia, acaso, es que como en las películas de Clint Eastwood de LOS IMPERDONABLES en adelante, el protagonista realmente no quiere dedicarse más a este tipo de vida violenta. Pero, se sabe, siempre hay una última vez antes de partir hacia el horizonte.
No es casual la conexión con Clint: Lorenz ha producido varias de sus películas y su sangre corre por similares venas. De hecho, uno podría pensar en Neeson como una versión de Eastwood un par de décadas más joven, quizás el que pueda continuar algunas de sus ideas cinematográficas y éticas ahora que el viejo cowboy está peleando sus últimas batallas. En la ficción, el año es 1974 y estamos en la Irlanda de los problemas políticos, del separatismo, de IRA y otros conflictos internos. Todo empieza con un atentado en Belfast que deja, sin querer, varios muertos en el camino, incluyendo mujeres y niños. La noticia se expande por el país y no tarda en llegar al pueblito del Condado de Donegal en el que transcurre la acción.
Neeson encarna a Finbar Murphy y es un hombre que se dedica a matar gente por contrato, a las órdenes de un matón interpretado por Colm Meaney. Es claro que está entre cansado y arrepentido de algunas cosas que ha hecho en su profesión y que planea retirarse, plantar una huerta y quizás empezar una relación con una vecina que lo mira con cariño. Pero no resulta fácil hacerlo. Tras ver a una niña físicamente abusada, a Finbar no le queda otra que lidiar con su padrastro, un violento matón local. Lo que Finbar no sabe es que el tipo es el hermano de Doireann (Kerry Condon), la principal responsable de aquel atentado. Y antes de que uno mencione la palabra «enfrentamiento», las piezas estarán en movimiento con destino asegurado.
El film de Lorenz es diferente a la mayoría de las películas de acción que hace Neeson por el contexto, el tema, la época y las locaciones, que le dan una supuesta mayor seriedad a los acontecimientos. Pero en el fondo no es tan distinto. Se trata de un western en el que un arrepentido tipo violento debe sacar las armas una última vez ante la presencia de un enemigo que se vuelve cada vez más malvado (un enorme problema del film es que el personaje de Condon termina siendo un villano casi de cómic), con la diferencia que esta vez no lo hace por dinero, conveniencia ni motivos políticos: lo hace para defender al pueblo en el que vive y que quiere ver en paz. Y sí, hay una niña de por medio…
En el medio aparecerá otros matones jóvenes que todavía no se dan cuenta que no están yendo por el buen camino, madres solteras esforzadas por salir adelante con poco, un pub en el que todos beben, cantan y vuelven a beber, un clima de violencia que está aunque no lo veamos y la sensación de que el silencio y el misterio (nadie parece saber a qué se dedica Finbar, lo cual es bastante extraño considerando que allí parecen vivir solo unas cientos de personas) es la única forma de seguir vivo ahí sin meterse en demasiados problemas. Pero los problemas llegarán y serán resueltos a los tiros, como en los viejos westerns. Transcurran en el siglo XIX, el XX o anteayer.