Series: reseña de «Clipped: la caída de Los Angeles Clippers», de Gina Welch (Star+)
Esta miniserie se centra en la caída en desgracia del dueño de un equipo de la NBA tras hacerse públicos comentarios suyos racistas en medio de una disputa amorosa. Con Ed O’Neil y Laurence Fishburne. Estreno: 4 de junio por Star+.
Tras la excelente pero problemática –por motivos extracinematográficos– serie WINNING TIME, sobre Los Angeles Lakers, llega CLIPPED, una miniserie sobre el otro equipo de básquetbol de la misma ciudad, Los Angeles Clippers. A diferencia de aquella ambiciosa serie que intentaba reconstruir una década en las vidas y las carreras de los distintos personajes ligados a los Lakers durante los años ’80 –no llegó a serlo del todo porque se canceló tras la segunda temporada–, la serie sobre los Clippers toma un hecho más concreto y específico, menos ligado a lo deportivo y más relacionado con lo personal: un escándalo ligado a declaraciones racistas de Donald Sterling, el dueño de la franquicia, que terminó cambiando la historia del club.
En ambos casos son los «coloridos» dueños de los equipos los protagonistas, típicos veteranos del mundo de las finanzas y bienes raíces que terminan metidos en negocios deportivos más interesados en ser parte del mundo de los «ricos y famosos» de Hollywood que por algún interés genuino en el deporte en sí. WINNING TIME, de todos modos, se ocupaba y mucho de lo deportivo, ya que el eje de la historia pasaba por cómo los Lakers pasaron a ser el equipo más ganador de esa época más allá de las peculiaridades de su dueño, Jerry Buss. CLIPPED podría apostar por algo similar –ya que la caída en desgracia de Sterling vino curiosamente ligada a una buena época, en términos relativos, para los Clippers–, pero al menos por ahora lo deportivo es apenas circunstancial.
Con los primeros dos de sus seis episodios estrenados, CLIPPED toma como eje los problemas de alcoba de Sterling y cómo una situación de celos y tensión entre su esposa y su «asistente» terminaron sacando a la luz expresiones racistas de un personaje que, más allá de eso, era un despropósito como dirigente en más de un sentido. Interpretado por Ed O’Neill, Sterling se presenta como una suerte de emperador de los Clippers, un equipo de segunda línea de la NBA que, especialmente en ese entonces (la serie empieza en 2013), no había ganado nada. A tal punto es así que hasta en la maliciosamente armada página de Wikipedia de los Clippers se los presenta como uno de los equipos menos triunfadores de la historia de los Estados Unidos.
Sterling está casado con Shelly (Jacki Weaver), una mujer severa que organiza lo que el otro desordena pero a la que no le gusta nada que su marido se muestre públicamente y en los partidos junto a V. Stiviano (Cleopatra Coleman), una joven mujer afrolatina que se presenta como su asistente pero que funciona en realidad como una suerte de amante sin sexo, escort permanente a la que le Sterling le hace regalos y muestra como trofeo. Es evidente que Shelly está acostumbrada a esto, pero V. es de armas tomar y no se mantiene, discreta, en segundo plano. Quiere más –una casa, una «oficialización» de su relación– y eso enfurece a Shelly. A Donald, en tanto, no parece importarle nada demasiado.
El tema se complica porque V. graba casi todo lo que Sterling dice. No lo hace para espiarlo ni, en principio al menos, con intención de chantajearlo, sino porque el tipo se olvida de todo lo que dice y promete, incluyendo sus compromisos y él mismo le pide que lo haga. Claro que Sterling es capaz de decir cualquier cosa y, cuando la situación en ese peculiar triángulo de poder se vuelva complicada, V tendrá un arma peligrosa para «llevar agua a su molino» en la disputa legal y pública con la pareja.
La serie, basada en un podcast de ESPN, mezclará todo ese embrollo con las idas y vueltas de los Clippers en sí, cuya suerte empieza a cambiar cuando Sterling contrata como técnico al famoso Doc Rivers (Laurence Fishburne), quien logra calmar las disputas internas entre sus jugadores estelares –entre ellos el aún activo Chris Paul y los hasta hace poco profesionales DeAndre Jordan y Blake Griffin– para sacar adelante a un equipo famoso por ser perdedor y llevarlo al menos hasta los playoffs. Todo eso pese a lidiar con un dueño que, aún antes de hacerse tristemente conocido por sus comentarios racistas, ya era insoportable y creaba una atmósfera complicada en el club.
Los dos primeros episodios llegan hasta que esos comentarios racistas se hacen públicos y se recomienda a todos aquellos que desconocen cómo siguió la historia no averiguar nada más al respecto si quieren evitarse los spoilers. De todos modos es una serie muy local que asume que todo aquel que la ve sabe, con más o menos detalles, lo que sucedió, por lo que lo central no pasa por ahí sino por observar las actitudes de los protagonistas y, a través de ellas, desnudar un mundo de ricachones billonarios, arribistas ambiciosos y la extraña seducción que genera el mundo de Hollywood y alrededores, acrecentado además por la entonces incipiente popularidad de las redes sociales.
CLIPPED está jugada en tono de comedia, un poco a la manera de la serie argentina COPPOLA: EL REPRESENTANTE, que buscaba mostrar también el mundo de lujos y decadencia relacionado con el deporte y los personajes que lo rodean. Al menos por lo visto hasta ahora, se trata de un show entretenido que se mete en algunos temas complicados –el racismo, esencialmente, pero también el sexismo y el poder del dinero–, pero que no tiene la ambición temática ni formal de WINNING TIME. Es injusto, en un punto, compararlas, ya que son dos propuestas muy diferentes. Pero sucede lo mismo que con los equipos de Los Angeles que las dos retratan. Más allá de las carreras de cada uno por separado, también se vuelve complicado no compararlos. Y en ese sentido la serie de los Clippers funciona de forma similar a las carreras deportivas de ambos equipos: puede ser interesante de seguir, pero nunca será como la de los Lakers.