Estrenos: crítica de «Imprenteros», de Lorena Vega y Gonzalo Javier Zapico (Sala Lugones y MALBA)
Este ensayo documental continúa y complementa las experiencias narradas por la actriz y directora Lorena Vega en su exitosa obra teatral homónima. En MALBA y Sala Lugones.
Trasladar los conflictos y traumas familiares al formato cinematográfico suele ser una tarea muy compleja, una que involucra una larga serie de factores –formales, narrativos, estéticos, personales– que suelen ser muy difícil de congeniar. La pregunta habitual en este tipo de memoirs cinematográficas es entender qué hay en el texto –en la película en sí– que pueda motivar a un espectador a involucrarse en esa suerte de sesión psicoanalítica o «espiritista», como alguien comenta en IMPRENTEROS, que siempre son los retratos autobiográficos armados desde el ensayo documental.
Cada film tiene un punto de partida diferente que lo abre a posibilidades distintas y específicas. En este caso existen dos que resultan contradictorios entre sí y que no siempre se complementan. Reconocida (y excelente) actriz de teatro, cine y, en menor medida, de televisión, Lorena Vega tiene a favor el hecho de ser una persona pública o relativamente pública, situación que genera un interés del espectador respecto a lo que tiene para contar, algo que usualmente no tiene un director de cine que narra su propia vida. A falta de otro elemento que le de peso específico al relato –una conexión con hechos del mundo real que sean de carácter universal–, eso ya de por sí produce curiosidad, intriga.
El elemento que le corre en contra es que IMPRENTEROS es una película derivativa de otros textos previos, unos que el film evoca pero no termina de contener, que menciona, cita y refleja pero que no los integra al punto de volverlos innecesarios. Es que esta saga familiar, en la que se cuenta la relación de Lorena y de sus dos hermanos con su padre –y con la imprenta de su padre, el negocio si se quiere familiar– comenzó como una muy exitosa obra de teatro y se extendió a un libro, cuya creación en medio de la pandemia es el marco de posibilidad de la película. Dicho de otro modo: si el espectador no vio la obra quizás le falten elementos como para que la película lo interpele de la manera deseada por sus creadores.
Es por eso que es difícil separar este texto de aquellos otros. El documental en sí funciona como una posdata o una manera de repasar y revisar en imágenes cinematográficas esos dos procesos previos (obra y libro), pero no alcanza para englobar la experiencia completa, como sí podía hacerlo la obra. Entendido de esa manera, como trabajo complementario, IMPRENTEROS es un muy inteligente aporte, más como un documental de procedimiento (un detrás de escena, si se quiere) que uno autobiográfico, una muestra de las diversas formas artísticas de adaptar una experiencia de vida más que una película que hable a fondo de esas experiencias.
La historia que engloba todo tiene que ver con la complicada relación que Lorena y sus hermanos tuvieron con su padre, un tipo bastante frío, distante y abandónico que ellos, de todos modos y de distintas maneras, igualmente extrañan y hasta admiran. Y a partir de esa tensa relación IMPRENTEROS propone una reflexión sobre la conversión de esa experiencia en un libro –aquí se describe ese proceso más que el de la obra–, algo que es temática y cinematográficamente relevante ya que la literatura y la imprenta están históricamente ligados entre sí. Y filmar los procesos de trabajo de una imprenta son más cinematográficos que teatrales.
Es así que la película va y viene de la obra a la historia familiar y de allí al proceso de armado, financiación y finalización del libro, sin dejar nunca (o casi nunca) de lado la trama –o trauma– familiar que le da origen. Recuperar las máquinas y el espacio perdido es también recuperar parte de la historia. Y si no se puede hacer en la vida real, se lo evoca. En el teatro, mediante sus procedimientos específicos. En cine, gracias al poder de verdad que tienen las imágenes en sí. En el escenario, una coreografía imita el flujo de trabajo en una imprenta. En el cine, son las propias máquinas las que se imponen, las que hacen acto de presencia. Y ayudan a cerrar, un poco más, las heridas abiertas.
-Jueves 1, viernes 2, sábado 3 y domingo 4 de agosto a las 21. Martes 6, miércoles 7 y jueves 8 de agosto a las 18, en la sala Leopoldo Lugones.
-Desde el sábado 3 de agosto a las 22 en el Auditorio del Museo de Arte Latinoamericano (MALBA) + presentación por parte del equipo. Todos los sábados de agosto.