Festivales: crítica de «Monólogo colectivo», de Jessica Sarah Rinland (Locarno/Toronto/San Sebastián)

Festivales: crítica de «Monólogo colectivo», de Jessica Sarah Rinland (Locarno/Toronto/San Sebastián)

por - cine, Críticas, Festivales
26 Ago, 2024 12:07 | Sin comentarios

Este ensayo documental se centra en la labor de personas que se dedican, en distintos ámbitos, al cuidado y la protección de los animales. En los festivales de Locarno, Toronto y San Sebastián.

Las películas de la realizadora argentina-británica Jessica Sarah Rinland, distintas como son entre sí, bien podrían tener un mismo título o funcionar a partir de una misma idea. Son films –documentales, experimentales, ensayos, instalaciones, largos y cortos– sobre gente que trabaja con sus manos. Si hay algo que se repite, casi constantemente, en películas como THOSE THAT, AT A DISTANCE, RESEMBLE ANOTHER, SOL DE CAMPINAS y MONOLOGO COLECTIVO son imágenes de manos, en detalle, manipulando objetos, plantas o animales, tocando, investigando, cortando, alimentando o cualquier otra cosa que pueda ser considerada como «poner manos a la obra«. Sus películas son una celebración del cuidado, la obsesión y la dedicación de personas que parecen hacer lo que aman y amar lo que hacen.

En MONOLOGO COLECTIVO, expresión de Jean Piaget que analiza la manera en la que se comunican los chicos de cierta edad, Rinland deposita su cámara, organiza sus detallados planos, en las personas que trabajan en distintos zoológicos argentinos con diferentes animales. Si bien ya no se los llama así debido a la manera en la que hoy se piensa la relación con los animales que están en ese tipo de habitats («ecoparques» es uno de los nombres que hoy se usan y también el modo de trabajo con ellos es bastante diferente), hay algo que permanece más allá de eso y es el trabajo de las personas que se dedican a cuidarlos, a alimentarlos y a estar pendientes de sus necesidades.

Rinland no organiza su material de una manera convencional. Salvo por algún momento en el que asistimos a un tour en el que se cuenta una parte de la historia de lo que fue el Zoológico de Buenos Aires (hoy Ecoparque), lo que hace es poner la cámara y el micrófono encima del día a día laboral de los que trabajan con los animales en distintos bioparques, centros de rescate de animales, fundaciones y reservas naturales que existen en zonas como La Plata, Corrientes, Lago Epecuén y otros lugares del país, además del ubicado en el porteño barrio de Palermo. De hecho, salvo por algún que otro plano, ni siquiera vemos a los animales de cuerpo entero, sino también partes de ellos: la trompa de un elefante, la cabeza de un oso, algún tipo de loro o chimpancé y así.

El objetivo de la película, si es que tiene alguno que pueda ser definido de esa forma, no pasa tampoco por la exhibición noble en plan «material promocional de fundaciones», ni retrato psicologista de algún abnegado héroe que arriesga su vida metiéndose en la selva para salvar alguna especie u otro formato al uso de tanto documental que suele quedar nominado a premios de academias. Lo que hay aquí es una inmersión casi táctil en el trabajo cotidiano del cuidado de los animales: darles de comer, comprarles comida, limpiarlos y lavarlos, lidiar con sus problemas de salud y así. El secreto está en los detalles y, si se quiere, ese objetivo «conservacionista» se logra a partir de verlo como un trabajo que hay que tomarlo con compromiso y dedicación.

Lo que une a MONOLOGO COLECTIVO con las otras películas de Rinland –cuyas temáticas son diferentes– pasa por ahí, por tratar de entender cómo se filma la dedicación, como se transforma la precisión de una labor en un contenido cinematográfico. En ese sentido, su cine parece poner la mirada fundamentalmente en las manos de las personas, como si el mundo –inclusive el cinematográfico– pudiera entenderse y apreciarse mejor a partir de ahí. En el acto de hacer.