Locarno 2024: crítica de «México 86», de César Díaz
Una militante guatemalteca se escapa a México desde donde sigue denunciando injusticias en su país. Cuando su hijo va a vivir con ella se replantea qué hacer con su tarea. Con Bérénice Béjo.
Tras ganar la Cámara de Oro del Festival de Cannes en 2019 con su opera prima, NUESTRAS MADRES, el realizador guatemalteco César Díaz regresa a una similar temática en MEXICO 86, otro film centrado en los conflictos sociales y políticos que tuvieron lugar en su país a lo largo de varias décadas. Aunque el título parezca prometer algún costado futbolístico en su tema, la relación con el mundial de fútbol es mínima, en cierto punto anecdótica, ya que lo principal es que la historia transcurre en ese año y en ese país, con el Mundial ganado por la Argentina como fondo, casi como distracción.
Antes de llegar a México la historia arranca en Guatemala diez años antes, en 1976, cuando María (la actriz franco-argentina Berenice Béjo) es testigo del asesinato de su marido por parte del aparato del gobierno de su país y debe escapar a México, dejando allí a su hijo a cuidado de su madre. La película la reencuentra en 1986 viviendo en Ciudad de México de modo clandestino, con otro nombre (Julia) y con un trabajo como periodista en una revista en la que está tratando de revelar secretos del gobierno de Guatemala, particularmente los nombres de los organizadores y participantes de escuadrones de la muerte.
El problema que se transforma en el eje central del relato es que su madre (Julieta Egurrola) llega a México desde Guatemala con su hijo Marco (Matheo Labbé) y el chico se termina quedando y yendo a la escuela ahí, ya que la abuela está mal de salud y no está en condiciones de tenerlo en su país. Para María/Julia la llegada de Marco la enfrenta a un enorme problema. Por un lado, porque sin querer el chico podría revelar su verdadera identidad. Y, por otro, porque su trabajo podría poner en riesgo al niño. Y si bien existe la posibilidad de volver a sacarlo del país –le recomiendan mandarlo a Cuba– ella se da cuenta que no quiere dejarlo y que necesita establecer una relación más fuerte con él.
La pregunta central que Díaz se hace en este film –que, él mismo admite, es bastante autobiográfico– es si se puede tener una vida militante y políticamente activa cuando uno tiene niños. No solo porque los chicos pueden correr riesgos por las decisiones que uno tome sino ante la posibilidad de que al adulto le pase algo y eso deje un terrible trauma en los pequeños. Es así que, ante los peligros que ella va atravesando en su investigación por revelar secretos de los grupos armados de Guatemala –de a poco va quedando claro que la están espiando y persiguiendo–, la duda y la tensión crecen también desde el terreno familiar.
Leonardo Ortizgris encarna a un militante mexicano que la ayuda en su trabajo –y que no sabe nada de fútbol ya que odia a Maradona– que consiste en hacer averiguaciones y preguntas que muchas veces las ponen en el medio de tensas situaciones. Más allá de algunas limitaciones con el acento que Béjo utiliza (el «vos» le sale más en argentino que en guatemalteco y algunas inflexiones del idioma revelan sus muchos años en Francia) y cierta previsibilidad en el desarrollo de los acontecimientos, Díaz logra crear un clima de thriller político propio del cine de los años ’70, un espíritu deudor, en pequeña escala, del cine de Costa-Gavras u otros directores que se centraron en conflictos humanos en situaciones políticas complejas.
Distinta en estilo a la más contemplativa NUESTRAS MADRES, la nueva película de Díaz toma las características de un thriller político clásico. Y lo que pierde por falta de originalidad lo gana en tensión narrativa, nervios y emoción. De otro modo, lo que el realizador hace es seguir contando una etapa oscura de la historia de su país y una muy marcante en el orden personal, ahí donde la autobiografía se vuelve universal y termina narrando no solo la historia de muchos guatemaltecos sino la de miles de latinoamericanos que atravesaron similares circunstancias dramáticas.