Ciclos: crítica de «Nubes flotantes» («Ukigumo»), de Mikio Naruse (Sala Lugones
El martes 3 de septiembre comienza el ciclo «Mikio Naruse, (re)descubrir a un maestro» en la Sala Lugones. Acá, unas líneas acerca de una de sus mejores películas y sobre su filmografía.
Del martes 3 al martes 24 de septiembre se llevará a cabo en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530) el ciclo: Mikio Naruse, (re)descubrir a un maestro. El programa está integrado por dieciséis films del gran cineasta japonés, en copias 35mm especialmente enviadas desde Tokio, e incluye piezas clásicas de su filmografía como Cuando una mujer sube la escalera, Nubes flotantes y La voz de la montaña, además de films que se exhibirán por primera vez en nuestro país. El ciclo está organizado por el Complejo Teatral de Buenos Aires, dependiente del Ministerio de Cultura de la Ciudad, junto con la Fundación Cinemateca Argentina, The Japan Foundation y el Centro Cultural e Informativo de la Embajada de Japón.
Considerado históricamente «el cuarto» cineasta japonés en trascendencia internacional, después de los más reconocidos Akira Kurosawa, Kenji Mizoguchi y Yasujiro Ozu, la reputación de Mikio Naruse fue creciendo con el paso de los años. Su menor repercusión se debe a una serie de factores: el hecho de no tener una temática clara y repetida a lo largo de las décadas en la que se lo pueda encasillar para así analizar y las pocas películas –de las casi 90 que hizo, entre mudas y sonoras, a lo largo de su carrera– que están disponibles internacionalmente y/o han formado parte de retrospectivas sobre su obra. De hecho, que se lo considere como un realizador de melodramas o «películas femeninas» tiene que ver con ese recorte, ya que fueron esas las películas que más distribución tuvieron y a las que se podía conectar más claramente en términos de temas y estilos.
De todas ellas, una de las más conocidas es NUBES FLOTANTES, de 1955, quizás de las que más claramente representan su conexión con el melodrama. Basada en una novela de Fumiko Hayashi, la película cuenta una historia de amor y desamor a lo largo de varios años entre Tomioka (Masayuki Mori) y Yukiko (Hideko Takamine), un hombre casado y una mujer soltera que se conocen en Indochina durante la Segunda Guerra Mundial y tienen un affaire. Todo comienza, en realidad, con el regreso de Yukiko a un Japón devastado por el conflicto bélico y su decisión de ir a buscar a Tomioka a su casa. Allí lo recibe su esposa –ante la que Yukiko se presenta como una compañera de trabajo de él– y, pese a la mirada sospechosa de la mujer, ambos se van juntos a caminar, paseo que termina en un reencuentro.
La película contará en un par de breves flashbacks su romance en Indochina y se extenderá luego a lo largo de lo que parece ser una década, organizada narrativamente como una serie de encuentros y desencuentros entre ambos. El, incapaz o imposibilitado de dejar a su mujer, irá entrando y saliendo de la vida de Yukiko, mientras que ella se verá obligada a sobrevivir de modo muy precario en un país que muy de a poco va recuperando la normalidad. En el medio, Tomioka probará ser bastante mujeriego, complicará su vida a partir de sus idas y vueltas –con otras mujeres, con su esposa, con su trabajo– y ella irá transformándose en una mujer cada vez más angustiada y frustrada por sus actitudes pero a la vez será incapaz de dejarlo. La del film será una historia de amor corrida de eje, sufrida y desigual que irá acompañando la recuperación económica del país y los cambios culturales de la época.
Mikio Naruse hace funcionar su trama de una manera tal que, por un lado, invoca a los melodramas clásicos –tanto japoneses como occidentales, ya que en ciertos temas las similitudes son muchas– y, por otra, inserta valores o modalidades más «modernas» en la forma en la que relata su historia, empezando por apuntes más cercanos al neorrealismo –ligados a la realidad socioeconómica del país, vista en cada calle, cada esquina y hasta dentro de las casas– y también por el modo en el que la historia parece girar sobre sí misma, en una especie de presente continuo, como si la saga de esta complicada pareja se jugara una y otra vez, con aparentemente pequeñas diferencias, de la misma manera a lo largo del tiempo.
A lo largo de sus dos horas, Naruse introduce temáticas y situaciones arduas que podrían transformar a Yukiko en una víctima de un hombre cruel y manipulador pero, al menos hasta cierto momento de la historia, no lo hace. En breves escenas nos enteramos que ha sido violada, que tiene que robar y prostituirse para comer y que pasa frío y hambre en su vida cotidiana. Esa desesperación, a la que de todos modos le hace frente, es la que parece atarla a Tomioka, quien así como la ayuda económicamente y aparece cada tanto en su vida, de golpe parece aburrirse y abandonarla. Una secuencia que transcurre en un hotel al que se van juntos a pasar un tiempo resume, con su mecánica de repeticiones y alteraciones, de encuentros y fastidios, esa lógica que se extenderá a lo largo de los años.
Entre los muchos autores que escribieron sobre Naruse uno de los más lúcidos fue Audie Bock, quien resume algunas ideas sobre su obra que aparecen contenidas en NUBES FLOTANTES. Para Bock, Naruse es ante todo un realista, aunque también depende del melodrama como modo narrativo. Sus personajes tienden a residir en los «márgenes de la respetabilidad,» donde los detalles de la vida cotidiana forman parte integral de sus dificultades. Sus personajes femeninos—esposas, viudas, geishas, camareras, mujeres de negocios y madres— se quejan incesantemente de sus circunstancias pero no se victimizan. Y los peligros de la vida moderna –los maridos infieles, los amantes, las deudas y las enfermedades– constituyen las fuerzas sociales que se amontonan en su contra. Su mirada sobre el mundo puede ser vista como pesimista pero en función de las circunstancias históricas en las que se inscriben sus personajes, sería más lógico calificarlas como realistas.
El crítico español Miguel Marías, otro que escribió reiterada y apasionadamente sobre la obra de Mikio Naruse, resume así el atractivo de su obra. «No tan deslumbrador y arrolladoramente fascinante como Mizoguchi, que se impone como uno de los grandes desde el plano inicial de la primera película suya que uno ve, pero también menos sobrio, discreto, confidencial y retenido que Ozu, Naruse se presenta hoy como un cineasta perfectamente clásico.»
«Nubes flotantes» se verá el martes 3 de septiembre a las 20.30 y el sábado 7 de septiembre las 15 y a las 21, en la Sala Leopoldo Lugones.