Series: crítica de «La diplomática – Temporada 2» («The Diplomat»), de Debora Cahn (Netflix)

Series: crítica de «La diplomática – Temporada 2» («The Diplomat»), de Debora Cahn (Netflix)

En la segunda temporada de esta serie, la embajadora estadounidense en Gran Bretaña se mete en aún más problemas al querer ayudar a resolver un par de atentados. Con Keri Russell y Rufus Sewell. En Netflix.

Hay varias maneras –y combinaciones de maneras– de acercarse al mundo de la alta política y el espionaje internacional. Es, más que un género, una temática, un mundo plagado de reuniones, contactos sospechosos, mentiras, medias verdades, engaños sobre engaños y, si la situación lo requiere, alguna escena de acción. Al no ser un género como tal se lo puede abordar de mil maneras: como película de acción, de suspenso, como drama, como comedia, como sátira o usando combinaciones de todas esas y otras formas. LA DIPLOMATICA (ver crítica de la Temporada 1 acá) se mueve en una zona que es familiar pero a la vez tiene algunos puntos novedosos. O, bueno, relativamente novedosos.

Es una serie cuya protagonista es la embajadora de los Estados Unidos en Gran Bretaña y tiene en su centro un problema diplomático severo: un atentado a un buque británico que dejó muchos muertos, algo que precede a la llegada de Kate Wyler (Keri Russell), la embajadora en cuestión, a su cargo. Pero es un problema con el que no le es fácil lidiar, especialmente en un país lleno de castas, secretos y falsas formalidades como es el Reino Unido, donde todos parecen odiarse y sonreírse al mismo tiempo. La serie podría optar por crear un thriller internacional en función de eso, pero lo que hace es una mezcla entre relato de intriga de cámara, lleno de tensas reuniones en salones, y una comedia de enredos centrada en el choque entre la directa Kate y sus más sinuosos colegas y contrincantes.

SPOILERS DEL FINAL DE LA TEMPORADA 1 La segunda temporada se ocupa durante sus dos primeros episodios en lidiar con las consecuencias de la explosión de una bomba en un coche que dejó una víctima de la embajada y heridos al principal colaborador de Wyler, Stuart Hayford (Ato Essandoh) y a su marido, Hal (Rufus Sewell), que es otro diplomático de carrera que ahora le toca cumplir el incómodo rol (para él al menos) de «príncipe consorte». ¿Cómo se conecta eso con el atentado al barco que da inicio al conflicto? ¿Quiénes son verdaderamente los responsables? ¿Y a quiénes corresponde acusar en los medios?

El Primer Ministro británico, Nicol Trowbridge (Rory Kinnear), implica públicamente a Roman Lenkov, un mercenario-mafioso ruso que es señalado como el culpable. Pero no todos están seguros que haya sido él. Quizás lo acusan porque es más fácil sacarse el problema de encima de ese modo que viendo realmente quiénes pueden estar detrás del asunto. Y eso lleva a agravar más el problema. Es que mientras los británicos actúan bruscamente tratando de resolver las cosas por ese lado –generando más tensión internacional–, quizás haya otros ejes y personajes que revisar. Y eso llevará a que la temporada de la serie se organice en torno a saber quién realmente está detrás de esos atentados.

Hay, claro, muchos sospechosos (además de Lenkov está el propio gobierno británico, los estadounidenses, algún grupo disidente interno, otro país, alguna combinación inesperada de factores) y LA DIPLOMATICA va girando todo el tiempo respecto a quién o quiénes pueden ser los culpables. Y, lo que quizás sea más difícil es saber cómo actuar al respecto, especialmente con «la gente», a la que siempre conviene explicarle las cosas de una manera simple, sencilla y en la que los gobernantes sean los héroes y los sospechosos de siempre, los villanos. ¿Pero qué pasa si no es tan así?

A la par de la literal intriga internacional hay otros asuntos en juego que tienen más que ver con las cómicas y muchas veces incómodas situaciones que vive Wyler frente a los «jugadores» que la rodean. La mujer se viste de modo descuidado y de «oficina» en un país donde formas, modales y vestuarios son muy importantes, y eso le genera más de un inconveniente. En paralelo está la tirante relación de colaboración y fastidio con su marido Hal, que la ayuda pero que también parece competir con ella. Y, por último, el evidente interés que existe por parte del presidente de los Estados Unidos de llamar a Kate como potencial reemplazante de una vicepresidenta (la gran Allison Janney), que podría ser obligada a renunciar a su cargo.

En algún momento, los problemas nacionales y los internacionales se combinarán. Y a partir del tercer episodio la serie cobrará un ritmo trepidante y una tensión creciente, mientras más puertas y misterios se abren por todos lados. La aparición de Janney –en un gran personaje– le dará un gran empuje final a la trama, uno que vendrá con una importante acumulación de sorpresas y revelaciones en los últimos episodios. Pero ya desde antes, con algunas revelaciones de la política interna británica, LA DIPLOMATICA encontrará su ritmo tras dos primeros episodios en los que parece girar sobre sí misma sin avanzar a ningún lado. Sí, es de esas temporadas que «se ponen buenas» a partir del tercer episodio…

Los que aportarán mucho a la hora de darle credibilidad al mundo que la serie retrata son dos grandes actores británicos como Rory Kinnear (MEN, PENNY DREADFUL y las últimas películas de James Bond) que interpreta al conflictuado Primer Ministro, y Celia Imrie (BETTER THINGS), en el papel de una política del Partido Conservador que sabe más de lo que dice. Ali Ahn, como la jefa de la CIA en Gran Bretaña, tendrá un rol fundamental también y algo más desdibujado quedará Essandoh, a quien intentan usar muchas veces como «relevo cómico» sin lograrlo del todo. Y la dupla protagónica, por supuesto, lleva con mucha comodidad y tensa química las riendas del asunto.

LA DIPLOMATICA quizás no tenga el encanto ni el humor salvaje de SLOW HORSES –otra serie británica de intriga internacional, aunque más centrada en los espías de a pie–, pero encuentra la manera de mezclar suspenso, intriga internacional, comedia y política de una forma eficaz, logrando moverse entre todos esos géneros de una manera más que fluida. No es sencilla la tarea para Kate Wyler, pero tampoco lo es para Deborah Cahn, la creadora de la serie. La segunda sale muy bien parada del desafío. La primera, bueno, habrá que ver la temporada para saberlo.