Estrenos: crítica (y final explicado) de «No te sueltes» («Never Let Go»), de Alexandre Aja

Estrenos: crítica (y final explicado) de «No te sueltes» («Never Let Go»), de Alexandre Aja

por - cine, Críticas, Estrenos
02 Nov, 2024 06:35 | 1 comentario

En este drama de terror una madre tiene encerrados a sus hijos en una cabaña perdida en el bosque bajo la amenaza de que el Mal está afuera y vendrá por ellos. Con Halle Berry. Estreno: 7 de noviembre.

El miedo al mundo exterior, las fantasías (o realidades) acerca de lo que pasa más allá del pequeño universo que conocemos y en el que crecimos se han vuelto un tema preocupante de la actualidad. Tendría que ser al revés, si uno se pone a pensar en la cantidad de información que circula, pero curiosamente ese rechazo a lo distinto, a lo diferente, al afuera va creciendo. Este fenómeno puede ser cotidiano y pasarle a cualquiera –ver el mundo según los límites de los algoritmos de las redes o los medios de comunicación que uno consume–, pero en otros casos puede ser más severo, preocupante y violento.

NO TE SUELTES, dentro de sus modos pertenecientes al género de terror, habla de ese encierro, el de una familia que vive separada del mundo, casi como si fuera una mini-secta religiosa que ha sobrevivido al Apocalipsis precisamente por eso: por no tener contacto con los demás. Mamá (Halle Berry) vive en una cabaña en un bosque con sus dos hijos mellizos, Samuel (Anthony B. Jenkins) y Nolan (Percy Daggs IV) y su perro Coda. Los chicos han crecido allí con ella y no conocen otra cosa más que ese limitado espacio físico. Según Mamá, el mundo afuera ha desaparecido y no existe más nada. ¿La culpa? El Mal. Y mejor no encontrarse con eso porque ellos perecerán también.

Para evitarlo, Mamá ha creado (o heredado de su familia) una suerte de religión que conlleva ciertos rezos y hábitos. Pero la principal forma de contener a sus hijos es con una soga. Mamá los ha convencido de que deben atarse a una cuerda cuando salen al exterior, una que le permite ir a buscar comida y no alejarse de la casa más que unos pocos metros (¿20? ¿30?). Según ella, si se sueltan, el Mal podrá tocarlos y con eso, llevarlos para su lado, como un zombie cuando muerde a una persona sana. Y si el Mal los toca, les dice, entrará a la casa y los tres pasarán a mejor vida.

Para probar que eso no es tan absurdo como suena, el francés Alexandre Aja (ALTA TENSION, INFIERNO EN LA TORMENTA) nos muestra a Mamá enfrentando presencias agresivas y fantasmales que se le acercan peligrosamente pero no la atacan, supuestamente, porque ella se ata también. Pero ella sola –y los espectadores– ven a esas criaturas, que no son otra cosa que su madre y su marido, ambos en apariencia muertos. Los chicos no los ven. Solo confían en ella. Aunque Nolan está empezando a dudar acerca de si es verdad lo que Mamá dice. El más obediente Sam, en cambio, le cree todo.

Cuando el hambre empiece a acechar en un inverno especialmente duro, la tenue calma familiar empezará a romperse. Sin tener para comer empezarán a surgir opciones, una más complicada que la otra. Y a la hora de tomar algunas decisiones al respecto, la «soga» que sostenía la mínima estabilidad de los tres empezará a romperse y seguirá rompiéndose cada vez más. Nolan querrá soltar la cuerda para ir a buscar comida, pero los otros se opondrán. Y la idea que contraproponen, digamos, enfurece al chico. De allí en adelante, nada volverá a ser igual.

Sin entrar en spoilers (de eso hay abajo), lo más inquietante de la película de Aja es lo que tiene para decir acerca de ese tipo de encierros, de cómo un mundo manipulado por una persona inestable puede trastornar la vida de una familia y cómo la fragilidad mental puede complicar cualquier tipo de relación, especialmente cuando el que la sufre es una persona con poder sobre los demás. No importa si Mamá tuvo un pasado como víctima de abusos, si sufre algún tipo de severo disturbio psiquiátrico o si el Mal –así, con mayúsculas– existe de verdad y tiene formas reptilianas, donde NO TE SUELTES se mete es en el complicado territorio de la educación, la confianza y el amor familiar, y cómo todo eso puede perturbar las mentes de muchos chicos y hasta pasarse generacionalmente.

De no ser por su pertenencia al género –que lleva a la película a manejar ambigüedades que analizaré más abajo–, NO TE SUELTES bien podría ser un efectivo y enervante drama familiar acerca de una madre psicológicamente perturbada por un pasado violento que ha encerrado a sus hijos con la supuesta misión de evitarles una experiencia similar a la suya. Pero como aquí hace falta asustar e impresionar a los espectadores, Aja lleva las cosas hacia otro terreno. Indefinido y poco claro, por lo que vale la pena tratar de aclararlo.

FINAL EXPLICADO (SPOILERS)

A diferencia de otras «explicaciones» que hemos dado acá, el caso de NO TE SUELTES está más abierto a la interpretación. De entrada uno tiene la impresión –es lo más lógico, después de todo– que los dos chicos son víctimas de una madre que tiene alguna perturbación del tipo esquizofrénica y que ha inventado una serie de mentiras y reglas para controlarlos y, a su manera, protegerlos. Mentiras en las que ella cree también. Las visiones que tiene son propias (tienen que ver con su historia previa, incluyendo un marido problemático también) y los chicos la siguen porque es lo único que conocen. Hasta que Nolan empieza a dudar y, con el hambre y la necesidad de salir a buscar comida, la cosa se complica.

Nolan quiere soltar la soga y dejar la cabaña en busca de alimento. Pero Mamá y Sam se oponen. ¿Su solución? Matar al perro y comérselo. Nolan se enfurece ante la idea pero el obediente Sam acepta. Cuando Mamá va a matar al inocente Coda, Nolan le corta su cuerda y la encierra en el invernadero. Sin poder matar al perro y desesperada, Mamá ve al agresivo fantasma de su madre y decide matarse cortándose el cuello. De otro modo, supone, terminaría matando a sus hijos.

Ahí todo se pudre entre los hermanos, ya que Sam no perdona a Nolan por la muerte de su madre. Con el correr de los días, Sam va empeorando física y mentalmente. Y Nolan decide duplicar el largo de su cuerda (la madre ya no la usará después de todo) y salir a buscar ayuda. Un hiker escucha su pedido de auxilio y va hasta la cabaña, pero Sam lo mata, convencido que es un truco del Mal, de esos que la madre les advirtió toda su vida. Poco después aparece la hija de este hombre, buscándolo, y un confundido Sam decide seguirla, al punto de cortar su soga para alcanzarla.

Allí la película duplica la apuesta porque Sam empieza a ver a esa niña convertida también en un demonio. Y la chica –ya convertida en una maléfica criatura– se mete en él volviéndolo aparentemente uno de ellos. Ya «poseído», Sam encierra a Nolan en la cabaña, le prende fuego con él adentro y se saca una foto con la vieja Polaroid que le regaló la madre, mientras su hermano trata de salir de la casa sin poder lograrlo.

Adentro de la casa Nolan se topa también con el fantasma de su madre pero logra «desactivarla» con un fuerte y amoroso abrazo «curativo» que la hace desintegrarse. Encerrado en un subsuelo, el chico zafa del incendio y lo rescata un helicóptero, que se lo lleva al mundo real que sí, sigue existiendo pese a lo dicho por Mamá. Eso sí, su hermano sobrevive también, viaja en el mismo helicóptero, pero parece definitivamente poseído por ese Mal. De hecho, sobre el final vemos la Polaroid con una mano «reptiliana» apoyada sobre el hombro de Sam, dando a entender que todo eso es real.

Entonces, ¿es el Mal real o no? ¿En qué quedamos? La película no es concluyente y juega a dos puntas, intentando que el espectador nunca sepa si es todo un invento de la mente de su madre, si es una serie de alucinaciones, si es algún tipo de manifestación psiquiátrica hereditaria (Mamá se lo pasa a Sam en este caso, como a ella se lo pasó quizás su madre), si todos tuvieron una educación religiosa extrema (o Mamá se convirtió, a juzgar por sus fotos de joven y su tatuaje en la espalda, o trató de escapar y regresó) o si, bueno, realmente hay criaturas extrañas viviendo entre nosotros que pueden poseernos.

Mi lectura de la situación es que el guión intenta dejar la puerta abierta para que existan las discusiones y las posibles secuelas. Pero que si se lo piensa con un sentido más o menos lógico, de lo que la película habla es de algún tipo de historia familiar de locura y violencia que se va transmitiendo por generaciones. La soga, como metáfora, es lo que debería atarlos a todos a la «cordura» o «sanidad», por lo que no es casual que cuando se sueltan tanto Mamá como Sam tengan sus alucinaciones. El chico se ha criado con tanto miedo de soltar esa soga que, cuando termina haciéndolo, es obvio que su cerebro estallará en mil pedazos. Por algún motivo, Nolan ha logrado romper esa secuencia y parece el más cuerdo de todos.

Si bien esa es la lectura más lógica (la característica «reptliana» de las criaturas aporta a esa idea de teoría conspirativa), Aja tira una punta controvertida: la foto. Cuando vemos esa imagen no hay allí un punto de vista determinado (no la ve solo Sam sino que la vemos los espectadores sin estar él presente), por lo cual se asume, cinematográficamente hablando, que es parte de la realidad. Es decir: el Mal existe. ¿Complicado? Bueno, así es la industria del cine. Si se quiere dejar la puerta abierta para hacer secuelas lo mejor es que haya algo de verdad ahí afuera. Con la imaginación, por más perturbada que sea, parece que no alcanza.