Series: crítica de «Senna», de Vicente Amorim (Netflix)

Series: crítica de «Senna», de Vicente Amorim (Netflix)

Esta muy convencional serie brasileña recorre la vida personal y profesional del célebre corredor de Fórmula 1, de sus inicios a su trágica muerte en las pistas. Estreno: 29 de noviembre.

Los críticos utilizamos muy a menudo el término «convencional». En general damos por sentado su significado y creemos no necesitar dar más explicaciones. Pero cuando uno ve una serie como SENNA y se predispone a usar ese adjetivo para definirla, se siente obligado a ir un poco más allá, a explicar a qué se refiere con eso. Al decir «convencional» uno sintetiza que aquello que ha visto se organiza según parámetros probados, conocidos, tradicionales, convenciones tan formateadas y estandarizadas que el espectador muchas veces las naturaliza, ni siquiera se da cuenta de cuáles son los mecanismos que están siendo utilizados. SENNA es convencional en su concepción más negativa de ese adjetivo: se apega a todas y a cada una de las leyes narrativas de las series (o miniseries, pero también de las películas), no ofrece nada por fuera de lo esperable y se ocupa, con un esfuerzo de producción notable, a reproducir miméticamente hechos de la vida real con algunas alteraciones ficcionales. Es ver una dramatización de los momentos importantes de la vida de una persona y no mucho más que eso.

SENNA se presenta como la serie más cara jamás hecha en América Latina. Y los valores de producción se notan en la reconstrucción de época, en las decenas de carreras que se ven, en el mundillo que rodea al automovilismo y en un montón de locaciones –muchas filmadas, por lo que entiendo, en Buenos Aires, luego alterada física y digitalmente– en las que esas competencias tuvieron lugar. Hay mucho cuidado en los detalles: vestuarios, ambientación, sonido, diseño de producción y de arte. Y mucho ojo a la hora de montar las escenas de carreras pensando en un espectador más acostumbrado a los videojuegos que a los que ven carreras los domingos por la mañana. Pero parece que todo el esfuerzo que se ha puesto en el look de la serie no se aplicó a lo que cuenta y, sobre todo, a cómo lo cuenta.

El problema fundamental de SENNA está en el guión o en lo que quedó del guión al hacerse y editarse la serie para llegar a su formato final. Es un relato lleno de baches y de problemas narrativos, pero ese es el menor de sus problemas. El más importante pasa por sus pobrísimos diálogos, llenos de frases hechas, de «information dumps», de personajes que funcionan «en representación» de o «como metáforas» temáticas, y de una enorme cantidad de escenas que son más propias de una telenovela que de una serie de la importancia y el prestigio que uno espera de una producción tan grande.

No creo, sin embargo, que se trata de un error o un descuido, no imagino que en los años que lleva la producción de la serie nadie haya notado la banalidad de casi todo lo que se cuenta y se dice. Al contrario, mi sensación es que es así ex profeso, sus diálogos didácticos, engolados, llenos de obviedades, de sentido común, obvios y reiterativos («ganaste tres títulos mundiales«, le dicen a Ayrton una y otra vez, entre las tantas en las que le cuentan su propia carrera) son así porque creen que allí encontrarán al público, que la audiencia no es más sofisticada que eso y que si quieren hacer un producto «popular» deben banalizar todo. Mi sensación es que se equivocan y que el público es más inteligente que eso, pero son ellos los que saben del «negocio» así que quizás tengan razón, y lo anodino y previsible de SENNA sea exactamente lo que la gente busca.

Lo que tiene sentido adelantar de la trama pasará por la aparición de algunos personajes ficticios que sirven para explicar las relaciones de Senna con la prensa (allí aparece el personaje de la periodista Laura Harrison, interpretada por la actriz inglesa de ascendencia brasileña Kaya Scodelario) y con los niños (crean a un personaje, un chico fanático suyo llamado Marcelo, que los representa a todos), mientras que el resto de los acontecimientos de la vida de Ayrton (Gabriel Silva) se narran de un modo canónico, con los hechos muy conocidos y no tanto siendo reproducidos de manera visualmente mimética. SENNA tiene un par de baches inmensos (años enteros pasan de un momento a otro) y eso lo que genera es la sensación de estar viendo un «grandes momentos en la vida» de alguien. Hay, además, poca continuidad temática entre situaciones, más allá de la más o menos lograda rivalidad con Alain Prost o ese breve desvío narrativo centrado en su relación con Xuxa (una Pâmela Tomé idéntica a la diva de la TV).

Tampoco ayuda mucho que la mayoría de los actores –especialmente los que hablan un idioma que no sea el portugués– reciten sus líneas de una manera que bordea el acto escolar y que todas las escenas de diálogos tengan un carácter trabajoso, forzado, con poquísimos momentos creíbles o vitales, más allá de las escenas de carreras. No soy un experto en las telenovelas brasileñas pero conozco bastante el cine de ese país y es bastante evidente que SENNA se inspira más en las primeras que en lo segundo, que su construcción dramática es más propia de la televisión (o del cine brasileño más comercial) y que lo que se ve no está a la altura de las muy buenas ficciones que se hacen en ese país. Cada escena dramática o importante está subrayada al extremo por medio de la música o el montaje, hay un momento épico y bombástico atrás de otro y rara vez uno siente que algo parecido a la vida o a la realidad fluya.

De hecho, cuando en la serie aparecen imágenes de las carreras reales –o de la vida de Senna, especialmente al final–, uno tiene la sensación de que en esos videos de baja resolución hay más verdad que en las seis horas de ficción que uno está viendo. Los creadores de SENNA apostaron a ir de cabeza por todas y cada una de las convenciones del melodrama, pero los episodios ni siquiera logran transmitir la emoción que uno debería sentir al ver una vida llena de logros, sacrificios y conflictos como la que tuvo el corredor brasileño, «Beco» para sus amigos y familiares. No. Lo que uno ve es la vida de un santo, una persona sin dobleces ni defectos enfrentada a un sinfín de seres egoístas y monstruosos (no niego que haya sido en buena medida así, pero acá parecen caricaturas) que hacen lo posible por impedirle triunfar.

Más allá de un par de ligeras escenas de sexo, SENNA bien podría ser una serie para niños y quizás ese sea su target principal. Es obvio que los «fierreros» o los especialistas que mejor conocen la vida del corredor brasileño o bien ya saben todo lo que se cuenta acá o se dedicarán a encontrarle los miles de errores que hay en las situaciones risibles que se presentan (necesito que alguien me confirme que el «cuaderno» que lleva Ayrton con la programación y los resultados de sus carreras es real, porque me cuesta creer que algo así haya existido), por lo que mi sensación es que la serie busca a un espectador con una conexión mucho más casual con su vida y con la Fórmula 1. Y a los chicos, al menos a los que se les permita ver alguna brevísima escena hot de Senna y Xuxa.

Pero a los fans recientes de este deporte, los que llegaron por DRIVE TO SURVIVE (o, en el caso de Argentina, por la aparición de Franco Colapinto) y quieran conocer a uno de los grandes personajes de su historia de la Fórmula 1 les vendría mucho mejor ver, también en Netflix, el documental de Asif Kapadia sobre Ayrton en lugar de esta muy profesional, muy cara, muy presentable pero excesivamente torpe y banal ficcionalización de su vida. Es más breve, más contundente, más emotiva y, en dos horas, cuenta más y mejor la vida del gran corredor brasileño que esta serie convencional demais.