Estrenos online: crítica de «Wallace y Gromit: la venganza se sirve con plumas» («Wallace & Gromit: Vengeance Most Fowl»), de Nick Park y Merlin Crossingham (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Wallace y Gromit: la venganza se sirve con plumas» («Wallace & Gromit: Vengeance Most Fowl»), de Nick Park y Merlin Crossingham (Netflix)

A 20 años de su anterior largo, regresan los clásicos personajes animados del inventor loco y su inteligente perro para lidiar con un viejo enemigo que reaparece. Desde el 3 de enero en Netflix.

Entre las secuelas inesperadas del cine contemporáneo hay que sumar una nueva: WALLACE Y GROMIT: LA VENGANZA SE SIRVE CON PLUMAS. El nuevo film de Aardman Animations funciona como continuación no del primer largo de la dupla del inventor loco y su fiel perro, estrenado en 2005, sino como secuela de THE WRONG TROUSERS, uno de los primeros cortos de Nick Park y equipo, hecho allá por 1993. Más de treinta años después, regresan Wallace y Gromit pero también uno de sus enemigos más acérrimos: Feathers McGraw, el pingüino criminal que les ha hecho la vida imposible.

Los films del estudio británico han sido pocos ha lo largo de los 35 años desde que arrancaron con A GRAND DAY OUT pero, salvo contadísimas excepciones, han sido fantásticos. Conocidos internacionalmente más que nada por la saga POLLITOS EN FUGA, las películas del animador Nick Park y compañía empezaron a popularizarse bastante antes, a partir de esta dupla de queribles vecinos de Yorkshire: un veterano, formal y un poco tontuelo inventor llamado Wallace y su muy inteligente y sagaz perro Gromit. Ambos han vivido todo tipo de aventuras y, en LA VENGANZA SE SIRVE CON PLUMAS, retoman el contacto con su enemigo con plumas, uno que parecía ya encerrado de por vida en prisión.

El nuevo film retoma el robo de THE WRONG TROUSERS y muestra, en el tono cine negro clase B que caracteriza a esta saga, al pingüino en cuestión siendo llevado a un zoológico que le funcionará como cárcel. Mucho tiempo después retomamos a un cada vez más alienado Wallace, quien ha generado tantos inventos para manejar su rutina que solo tiene que quedarse sentado y esperar que sus gadgets hagan las cosas por él, desde sacarlo de la cama, a vestirlo, prepararle el desayuno y hasta dárselo en la boca. Gromit, como siempre, mira todo con una mezcla de sorpresa, desconfianza e incomprensión.

Pero lo que realmente le molesta al perro es un nuevo invento de su patrón, un robot gnomo al que llama Norbot que hace todas las tareas del jardín con una precisa aunque impersonal velocidad. Para Gromit es una tragedia ya que a él le encanta cuidar el jardín. Si a eso se le suman los celos que le produce la atención que Wallace le pone a su gnomo, la cosa empeora. Pero Norbot es un éxito y todos los vecinos del pueblo quieren contratarlo, lo cual puede generar algunos ingresos extra para este hombre siempre corto de dinero y con deudas acumuladas.

En paralelo, lo que ninguno sabe es que Feathers se ha enterado de la existencia de este gnomo robot y se las arreglará para cambiar sus comandos y hacer que trabaje para él. No solo uno, sino muchos. Así, este ejército de rebeldes gnomos de jardín pondrán la ciudad patas para arriba mientras su nuevo jefe trama un plan para salir de la cárcel y recuperar aquella joya robada décadas atrás y que hoy, se supone, está en manos de la policía más torpe de toda Gran Bretaña.

Con su característico humor británico, mucho ingenio visual, gags muy graciosos y llenos de detalles, esta nueva entrega de esta saga de animación stop-motion, con muñequitos de plastilina, prueba seguir siendo la mejor carta de Aardman, una que logra ser nostálgica y actual a la vez, algo que está instalado en la propia estética atemporal de la saga. Esa «actualidad» está reforzada por una buena cantidad de efectos digitales que se notan particularmente en las escenas de acción y que no encajan del todo bien con el tono más manual del resto del film. Pero hoy son parte del lenguaje de la animación y resulta imposible, parece, evitarlos.

Si uno ve los cortos originales se sorprenderá no solo por su costado manual sino por el tempo y el ritmo más pausado de su desarrollo, desde el habla al movimiento de los personajes. Esa actualización del estilo de Aardman, vista también el año pasado con la también largamente demorada y no del todo lograda secuela de POLLITOS EN FUGA, le hace perder algo de la originalidad de sus productos clásicos, pero aún así logran distinguirse —WALLACE más que POLLITOS— de la mayoría de la animación «industrial».

Y esa relación ambigua con la tecnología es parte de la trama de LA VENGANZA… Para Gromit, la llegada de los robots abre la posibilidad a la destrucción del trabajo manual y el reemplazo por uno automatizado e impersonal, pero Wallace lo defiende hasta las últimas consecuencias. Tras una serie de aventuras, a la conclusión que llega la película –o, habría que decirlo, el estudio– es que lo mejor pasa por utilizar la tecnología pero siempre bajo el control y el cuidado de los humanos. Y eso, pingüinos más, gnomos menos, es lo que hace hoy Aardman Animations.