
Festivales de Rotterdam/Estrenos: crítica de «¡Caigan las rosas blancas!», de Albertina Carri
En esta secuela o «spin-off» de «Las hijas del fuego», cuatro amigas emprenden un viaje de Argentina a Brasil con la excusa de filmar una película en el camino.
Anunciada inicialmente con el título LAS HIJAS DEL FUEGO 2 y luego renombrada como se la estrena ahora, ¡CAIGAN LAS ROSAS BLANCAS! no deja de ser una secuela, más o menos directa, de aquella película que Albertina Carri hizo en 2018. En el film –que participa del Festival de Rotterdam y se estrenará el mes que viene en Argentina– Violeta (Carolina Alamino) encarna a una directora de cine que, tras tener éxito con un anterior film pornográfico/lésbico, consigue hacer otro, supuestamente más formal e industrial, con elenco, sets y un apoyo económico importante de una productora brasileña. Pero a Violeta le incomodan ciertas presiones y formalidades de la estructura industrial por lo que decide agarrar el mismo bus y a las mismas amigas de su anterior aventura con la intención de iniciar una nueva. Si hará con ellas o no una película, eso de entrada parece secundario y poco importante.
En una de esas situaciones en la que la ficción y la realidad se entremezclan —¡CAIGAN LAS ROSAS BLANCAS! es también una coproducción internacional con Brasil, una más cara que la «guerrillera» LAS HIJAS DEL FUEGO–, lo que la trama sigue acá es a una cineasta en crisis con ese tipo de producción, decidida a recuperar su vital impulso previo a partir de ese recorrido que la debería llevar al litoral argentino y de ahí a Brasil. Hay una excusa argumental ligada a encontrar a un amigo de ellas que está en problemas, pero a la larga el asunto prueba ser exactamente eso: una excusa para poner a Violeta, Carmen (Rocío Zuviría), Rosario (Maru Marcet) y Agustina (Mijal Katzowickz) on the road, dispuestas a atravesar las más extrañas situaciones que se les presenten.

Y eso es exactamente lo que pasa: una avería en el bus escolar en el que viajan las conecta con una singular pareja de mecánicas (Laura Paredes y Valeria Correa), llegan a la casa de ese enigmático amigo en la que viven extrañas situaciones y así, en un derrotero que las lleva hasta San Pablo y luego a lugares un tanto más extraños y poéticos. En el medio hay algunas situaciones de tensión, choques entre las amigas y lúdicos encuentros sexuales, pero mucho menos que en la película anterior. Aquí aparece otro eje, más ligado a la flora, a la naturaleza y a la conexión entre las plantas («¡Más plantas!» es casi el grito de guerra de la protagonista) y los humanos, y así las chicas van abandonando de a poco –primero a la fuerza y luego, en apariencia, por decisión– los soportes tecnológicos para ir reencontrándose con ese mundo físico, palpable, real, hasta fundirse con él.
En el recorrido aparecen formatos como el Super-8 –toda una bella secuencia en San Pablo está filmada así– y algunos momentos de lecturas poéticas que llevan el film a un territorio más onírico y a la vez político. En el medio permanecen las tensiones y conflictos entre Violeta y sus productoras, que le presentan otros proyectos para filmar. Pero es claro que el objetivo de la(s) directora(s) es otro: utilizar el esquema de la coproducción para hacer el tipo de película que quieren, una que salga más de las derivas temáticas y estilísticas elegidas por Carri y no tanto de las presiones de lo que sea que llaman mercado.
Con un elenco y un equipo técnico compuesto en su gran mayoría por mujeres, ¡CAIGAN LAS ROSAS BLANCAS! continúa la exploración feminista y lésbica iniciada por la realizadora de GEMINIS ya hace muchos años, buscando congeniar las ideas visualmente más radicales de LAS HIJAS DE FUEGO con otras de corte más teórico y analítico, sin que el resultado final deje de ser un tanto extravagante y bastante poético. El recorrido puede ser dispar y por momentos un tanto caprichoso, pero ese «capricho» está en el corazón mismo de la propuesta. Si bien no fue pensada en este contexto brutal, al estrenarse hoy es imposible no verla como una película rabiosamente feminista y furiosamente política.