Integral Andréi Tarkovski: sobre «La infancia de Iván» (Sala Lugones)

Integral Andréi Tarkovski: sobre «La infancia de Iván» (Sala Lugones)

por - Ciclos, cine, Clásicos, Críticas
12 Feb, 2025 09:18 | Sin comentarios

La opera prima del realizador ruso se centra en la supervivencia durante la guerra de un niño que ha perdido a sus padres a manos de los nazis. El viernes 14 a las 21. Repite el sábado 15 a las 14.30 y el miércoles 19 a las 18.

Unos años antes de transformarse en un nombre fundamental del cine de autor internacional, Andrei Tarkovski debutaba en el cine con la adaptación del cuento Ivan, de Vladimir Bogomolov, centrado en las duras experiencias de un niño soviético durante la Segunda Guerra Mundial. Narrativamente más accesible y simple que sus posteriores films, LA INFANCIA DE IVAN –con la que ganó el León de Oro del Festival de Venecia– presentaría al mundo a un talento ya bastante desarrollado y muy singular. En esa época se podía relacionar al film con otros relativamente similares salidos de esa etapa de apertura post-estalinista de la Unión Soviética, títulos como PASARON LAS GRULLAS, EL DESTINO DE UN HOMBRE o LA BALADA DEL SOLDADO, pero el film probó ser mucho más que eso. Los indicios del estilo Tarkovsky estaban ahí. Solo había que verlos.

La película incluye escenas oníricas, flashbacks y algo de material documental pero, en lo esencial, lo que narra es la historia de Iván, un chico de unos 12 años que sobrevive tras la muerte de sus padres a manos del ejército alemán durante la Segunda Guerra. Un chico intenso, demandante, por momentos hasta agresivo, Iván se reencuentra con el ejército ruso tras escaparse de los nazis atravesando pantanos y cruzando ríos, y rápidamente es recibido por un importante coronel que lo conoce, lo manda a buscar y pone a los soldados a su disposición. Una vez reintegrado a las fuerzas, Iván querrá seguir participando de riesgosos operativos militares, pero todo se complica cuando sus superiores le indican que lo mejor es que abandone el frente y vuelva a estudiar a la escuela militar, algo que el chico no quiere hacer.

Así, entre pesadillas en las que aparece su madre, escenas perturbadoras de la actualidad y las intensas situaciones que debe vivir junto a los soldados, LA INFANCIA DE IVAN (1962) va contando la vida de un chico que se ve forzado a crecer rápidamente y que está metido en una serie de asuntos y circunstancias que no deberían ser para personas de su edad, ya que hay algo de él que todavía se reconoce en situaciones y sensaciones propias de la infancia. Eso no impide que él quiera meterse en conflictos bélicos ni ir a frente. Al contrario. Tan perturbado ha quedado con su historia y sus vivencias, que lo motiva el deseo de venganza, con los evidentes riesgos que eso implica. Y eso lo llevará a ser parte de una de estas riesgosas misiones.

En el medio, Tarkovski sumará algunas escenas más prototípicas ligadas a una mujer –interpretada por la que era entonces su pareja– que aparece en la posta militar y a la que varios hombres quieren conquistar. Pero lo central seguirá pasando por ver cómo Iván y los oficiales que lo rodean lidian con un chico arriesgado («Ha hecho cosas que no podría hacer un adulto«, dicen) y bastante obcecado, que lo único que quiere es ir a frente, sea como sea. «El tiene una sola cosa en la cabeza: venganza«, dirán. Y ese planificado viaje será más complicado de lo que él piensa.

LA INFANCIA DE IVAN va entrelazando imágenes oníricas y reales en un continuo que si bien es lo suficientemente claro como para que el espectador no las mezcle –algo que sí sucederá en películas posteriores del realizador de SOLARIS y STALKER–, para el protagonista acaso no lo sean tanto. De esa manera, los mundos se cruzan y esa «infancia» aparece, a la vez, como algo idealizado y brutal, esperanzador y cruento, inocente y cínico. El Iván que no pudo hacer nada para defender a sus padres es el Iván que busca vengarse como único modo de vida.

Lo que esa mezcla propicia es a pensar el tiempo de la manera elongada y poética en la que lo hacía el director soviético, con un trauma de origen –la muerte de la madre– como un eje en el que vemos esa evolución quebrarse y deformar el presente. Desde la puesta en escena Tarkovski deconstruye esa (ir)realidad mediante el uso de ángulos sesgados de cámara, personajes que se mezclan entre sí y una suerte de pantanosa ciénaga –entre las muchas alusiones que hay al agua, desde el río hasta un aljibe– que marca la conjunción entre ambos mundos. En LA INFANCIA DE IVAN la inocencia está perdida de entrada y solo se la vislumbra en esos momentos en los que el chico vuelve a ser chico aunque sea por un instante.

La guerra aparece bastante poco de un modo gráfico y recién sobre el final todo eso que se escucha a lo lejos –ruidos de disparos, algunas luces que surcan el cielo, gritos y voces en alemán– se hacen carne física, en imágenes. Pero está presente a cada paso, en cada momento, desde la perturbación y tensión que abruma a todos los personajes. Se trata de un problema «adulto» del que los soldados quieren alejar a Iván, pero no hay manera de hacerlo. No solo porque el chico quiera ser parte de sus operativos de espionaje sino porque la guerra ya lo atravesó de un modo irreparable, se vaya o no del frente.

Para el final (SPOILERS, si no vieron la película), Tarkovski deja en un relativo misterio la suerte de Iván, al que pierden de vista otros soldados en medio de un complicado operativo. Tras un corte brusco vemos, tiempo después, la llegada de las autoridades soviéticas a los bunkers y oficinas nazis (hay escenas muy crudas del caso Goebbels) y, ya en el terreno de la ficción, notamos que en una de las tantas fichas burocráticas consignando los muertos y ejecutados aparece la foto de Iván. Pero en la última escena –de vuelta, el tiempo como algo circular–, lo vemos de vuelta en su verdadera infancia: inocente, feliz, corriendo a la vera del río.

«Se dice que el tiempo es irreversible –escribe Tarkovski en Esculpir en el tiempo–. Y esto es bastante cierto en el sentido de que «no se puede traer de vuelta el pasado», como suele decirse. Pero, ¿qué es exactamente ese «pasado»? ¿Es simplemente lo que ha transcurrido? ¿Y qué significa «transcurrido» para una persona, cuando para cada uno de nosotros el pasado es el portador de todo lo que permanece constante en la realidad del presente, en cada momento actual? En cierto sentido, el pasado es mucho más real o, en cualquier caso, más estable, más resistente que el presente. El presente se desliza y se desvanece como arena entre los dedos, adquiriendo peso material solo en su recuerdo.»

Si bien LA INFANCIA DE IVAN es iniciática en su exploración del tiempo –incluyendo su propio tiempo interno, si se quiere «narrativo»–, allí están los elementos centrales que se complejizarán a lo largo de su obra. Es, considerando el resto de su obra, su film más social y realista, pero está muy lejos de respetar los cánones que involucran esas dos palabras, especialmente en esa etapa del cine soviético. Es una película sobre el horror de la segunda guerra, sobre la destrucción de la infancia y sobre el fin de la inocencia, pero es también una formalmente bella y ambiciosa exploración acerca de eso que nos hace humanos. «El cine es la mas verídica y poética de todas las artes«, escribía el realizador. Y en esa combinación de dos términos en apariencia distantes entre sí está la manera de entender su obra.


Del viernes 14 al domingo 23 de febrero se llevará a cabo en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530) un ciclo denominado Integral Andréi Tarkovski. El programa está integrado por los siete largometrajes que dan forma al núcleo de la filmografía del gran autor ruso, en copias en su mayoría enviadas desde Moscú y restauradas por los legendarios estudios Mosfilm.

Entradas y más información: https://complejoteatral.gob.ar