
Estrenos online: crítica de «Caos: los crímenes de Manson» («Chaos: The Manson Murders»), de Errol Morris (Netflix)
Este documental dirigido por el prestigioso realizador de «The Thin Blue Line» explora explicaciones alternativas para analizar los conocidos asesinatos que tuvieron lugar en 1969 en Los Angeles.
A más de 50 años del hecho es lógico preguntarse qué puede aportar un nuevo documental sobre los asesinatos del Clan Manson más que alimentar la industria del true-crime. Uno pensaría que poco y nada. Lo cierto es que el estreno de CAOS podría pasar desapercibido como uno de los tantos documentales sobre célebres casos criminales si no fuera porque el prestigioso y veterano Errol Morris está detrás de cámaras. Autor de premiados clásicos del género como THE THIN BLUE LINE, MR. DEATH, THE FOG OF WAR y AMERICAN DHARMA, Morris ha sabido crear documentales de investigación que se meten en la historia social, política y policial de los Estados Unidos, mezclando casos violentos y extremos con historias ocultas de ese país, especialmente las ligadas a espionaje, servicios secretos y operaciones militares encubiertas.
¿Cómo se conectan los asesinatos del Clan Manson, una banda de supuestos hippies que un líder mesiánico manejó y convenció de matar gente, con las temáticas que le interesan a Morris? El origen es un libro, que Morris transforma en investigación documental. Se llama CHAOS: Charles Manson, the CIA, and the Secret History of the Sixties y es el fruto de 20 años de investigación del periodista Tom O’Neill, a quien le pidieron escribir una nota sobre el tema para el treinta aniversario de los asesinatos (en 1999) y se metió tanto en el asunto que siguió estudiándolo hasta publicar el libro en 2019. La palabra central del libro es «Caos». Es el nombre de un programa de la CIA que, junto a otros como COINTELPRO (del FBI) y MKULTRA (CIA) fueron iniciados en los años ’50 y ’60 con distintos objetivos políticos.
En el caso de MKULTRA –ya estudiado por Morris en su serie WORMWOOD— se trató de un programa de experimentación psicológica por el cual, mediante el uso de drogas psicoactivas y alucinógenas (como el LSD), se trataba de conseguir que la gente actuara «por comando», respondiendo a órdenes de otros sin cuestionarlas. Ese programa –cuyas intenciones pueden verse en la clásica película EL EMBAJADOR DEL MIEDO, de 1962, referenciada varias veces aquí– podría tener alguna relación con la manera en la que Manson lograba que sus fieles seguidores hicieran lo que él quería, a tal punto de asesinar sin miramientos ni remordimientos a Sharon Tate y cuatro personas más un día, y a matrimonio LaBianca al día siguiente. Y los otros dos programas, que estaban dedicados a infiltrarse en organizaciones de izquierda, subversivas o hasta contraculturales, son también parte de la tesis de O’Neill que Morris presenta y de la cual también se permite dudar.

El documental contará el caso en sí con sus datos más conocidos (la historia real es bastante distinta a la que cuenta Quentin Tarantino en ERASE UNA VEZ EN HOLLYWOOD), con algunas historias previas que conectan a Manson con la industria musical californiana (como el miembro de los Beach Boys Dennis Wilson o el productor musical Terry Melcher) a la que deseaba ingresar con sus canciones, con otros crímenes cometidos previamente, con los asesinatos de 1969 en sí y con el juicio posterior que fue llevando la historia por el lado del supuesto mesianismo de Manson y su sensación de que el mundo estaba en una guerra racial y había que combatirla. Esa es la teoría más canónica –a la que se suman los Beatles y el Album Blanco–, pero O’Neill intenta pensar otra: ¿podría haber sido Manson un agente de la CIA infiltrado con el objetivo de destruir los movimientos progresistas desde adentro? ¿O alguien usado como tal?
Sí, suena como una de esas imposibles teorías conspirativas que tanta fama logran en Estados Unidos. Y es muy probable que lo sea. Es cierto, de todos modos, que los crímenes del Clan Manson marcaron el cierre de los años ’60, ya que liquidaron buena parte de la contracultura creando la sensación de que las drogas, el hippismo o los movimientos de izquierda llevaban rápidamente a comportamientos violentos. Pero suena un tanto improbable que sea parte de un elaborado plan organizado a lo largo de los años. Morris no dice, de todos modos, que esa sea la respuesta. Su film –en el que casi no usa sus ya clásicas entrevistas mirando a cámara– va observando los distintos hilos narrativos del caso y presenta el de la conspiración como uno a tener en cuenta.
El documental acaso sea menor y no cambie demasiado lo que la mayor parte de la gente cree que pasó en esos días y, especialmente, todo lo ligado a los choques culturales que crearon las «condiciones de posibilidad» para que algo así sucediera. Pero de todos modos es un inquietante material que sirve para introducirse en un mundo feroz, cruel y salvaje que todavía –más de medio siglo después de los hechos– sigue siendo bastante incomprensible. Es lógico querer encontrar respuestas que expliquen todo como un elaborado juego de conexiones, pero como dice un todavía encarcelado ex miembro del clan, entrevistado telefónicamente, acaso las respuestas verdaderas sean las más obvias y sencillas. Lo demás es parte de una cultura del entretenimiento que sirve para vender libros, películas, series de TV y hasta documentales. Aún los de Errol Morris.