Series: reseña de «Étoile: danza de estrellas», de Amy Sherman-Palladino y Daniel Palladino (Amazon Prime Video)

Series: reseña de «Étoile: danza de estrellas», de Amy Sherman-Palladino y Daniel Palladino (Amazon Prime Video)

En esta comedia sobre el mundo de la danza, los ballets de Nueva York y París intercambian parte de su elenco creando un caos en ambas compañías. Con Luke Kirby, Charlotte Gainsbourg y Lou De Laâge. En Amazon Prime Video.

Una comedia en el mundo del ballet, ÈTOILE es el nuevo trabajo de los creadores de LA MARAVILLOSA SRA. MAISEL, uno que apunta a llevar esa similar y maníaca energía al universo de bailarines, coreógrafos y empresarios del mundo de la danza. Ambientada en la actualidad pero con similar tono al de aquella otra comedia –diálogos veloces, movimientos constantes, cierta aparatosidad física–, a la nueva serie le cuesta llegar a los niveles de MAISEL. Los problemas son varios y muy diversos pero hay uno que se destaca especialmente: los personajes.

ÈTOILE funciona con un grupo bastante irritante –por no decir insoportable– de protagonistas, muchos de los cuales se esfuerzan por mantener ese tono pícaro y acelerado de comedia de diálogos constantes y plagados de doble sentido y referencias culturales. Sin mucho atractivo personal –y en algunos casos con severas dificultades al tener que decir esos diálogos en un idioma que no le es propio–, a los protagonistas de la serie se los siente todo el tiempo impostando y exagerando un tono supuestamente chispeante y gracioso que se vuelve rápidamente insostenible.

ÈTOILE cuenta la historia de un intercambio cultural. O algo así. Jack McMillan (Luke Kirby) es el director ejecutivo del Metropolitan Ballet Theatre de Nueva York y Geneviève Lavigne (Charlotte Gainsbourg) cumple similar rol en Le Ballet National de París. Ambos son (o fueron) amantes y tienen una relación un tanto tensa. A los dos los une algo: sus ballets están en crisis. El público cada vez va menos, los propios bailarines no parecen muy inspirados y creen que la culpa es del Covid, de TikTok y de la cultura actual que ha alejado a los jóvenes de la danza. El diagnóstico puede ser certero, pero la forma de intentar resolverlo es un poco caprichosa.

Geneviève propone intercambiar bailarines y coreógrafos entre las compañías. Y esto termina involucrando a un grupo de artistas que se mudarán de Nueva York a París y viceversa. La más llamativa es Cheyenne Toussant (Lou De Laâge), la étoile (estrella) de la compañía francesa, que viaja a disgusto a Nueva York. Creída, pedante y francamente insoportable, la chica arriba a Manhattan como un tornado revolucionando a toda la compañía. A Francia llega Mishi Duplessis (Taïs Vinolo), una mucho más tímida bailarina francesa que había sido rechazada allí y logró el éxito en Nueva York. De los demás, el más visible y extravagante es Tobias Bell (Gideon Glick), un bizarro y excéntrico coreógrafo que no se quita nunca los auriculares y parece vivir en su propio planeta.

Con este mayormente tedioso grupo humano –al que hay que sumar al británico Simon Callow encarnando a un políticamente complicado y ampuloso millonario que pondría la plata para financiar la movida–, los Palladino intentan construir algo que arranca como comedia pura y dura y que, con el paso de los episodios, va agregando algunos componentes dramáticos. Apurada y grandilocuente, llena de extensos diálogos que los intérpretes recitan de memoria (ver y escuchar a los bailarines franceses haciendo referencias a la cultura pop norteamericana hablando a toda velocidad en inglés es una experiencia tan improbable como poco recomendable), con los habituales esfuerzos coreográficos de puesta en escena característicos también de MAISEL y una serie de circunstancias que están más cerca de AMELIE que de otra cosa, ÈTOILE es problemática, trabajosa y, más de una vez, irritante.

En MAISEL el sistema funcionaba porque los protagonistas eran comediantes de profesión, porque el tono se aplicaba mejor a una época (los años ’50 y ’60) que en el imaginario se caracteriza por ese tipo de estilo y porque, convengamos, los personajes principales podían ser fastidiosos pero en el fondo eran bastante entrañables. Aquí, tan solo ver la «presentación en sociedad» de Cheyenne en una escena que parece parodiar a la parodia, alcanza para darse cuenta que va a ser muy difícil subirse al literal barco que la lleva hacia territorios desconocidos. Como la serie misma, es una historia que va demasiado confiada y segura de sí misma hacia ninguna parte.