Series: reseña de «Long Bright River», de Liz Moore y Nikki Toscano (Max)

Series: reseña de «Long Bright River», de Liz Moore y Nikki Toscano (Max)

Una mujer policía de Filadelfia busca a su hermana, adicta, que desapareció hace un tiempo y nadie la ha vuelto a ver en este drama policial protagonizado por Amanda Seyfried. En Max.

Tan antiguo como el primer best seller sobre policías buscando a personas desaparecidas, tan clásico como todo thriller que involucra a mujeres en riesgo, pero atractivo quizás por seguir patrones reconocibles, LONG BRIGHT RIVER se suma a la larga serie de policiales que funcionan, a la vez, como dramas ligados a complicadas y traumáticas historias familiares. Es, además, un retrato de los bajos fondos y zonas peligrosas de Filadelfia, narrado a partir de la experiencia de una policía local que busca a mujeres muertas o desaparecidas, entre las que se podría encontrar su hermana.

Protagonizada por Amanda Seyfried y con un tono que recuerda a MARE OF EASTTOWN, ON CALL o, la mejor de todas ellas, la británica HAPPY VALLEY, la serie se basa en la novela homónima de 2020 escrita por Liz Moore y se centra en Mickey Fitzpatrick, una policía de Philly que patrulla las calles de la ciudad. Ella es de esa misma zona, pero a diferencia de muchas chicas que conoció de la escuela y que hoy son adictas y se prostituyen para pagar sus hábitos, la chica logró salir a flote. Su historia no es sencilla –y no es clara de entrada–, pero hoy tiene un puesto en la policía, un hijo de siete años y un ex marido con el que casi no se comunica.

Pero el problema que nos convoca es, aparentemente, uno distinto: varias chicas que circulan por una densa avenida de la ciudad conocida por sus riesgos y su decadencia (tráfico, prostitución, delitos y refugios de gente sin hogar) han desaparecido y, en algunos casos, las encontraron muertas. La policía lo toma como algo rutinario –son «chicas perdidas», dicen, y esto pasa todo el tiempo–, pero Mickey ve algo raro en el patrón de esas muertes: las chicas aparecieron con insulina en la sangre y todas tuvieron algún paso o contacto por la zona del aeropuerto.

Pero hay un problema aún más grave: entre las chicas que hace tiempo no aparecen está Kasey (Ashleigh Cummings), su hermana, que lleva una semana desaparecida y nadie la ha visto. Si bien es adicta también y tiene una tendencia a desaparecer del mapa por largos tiempos, Mickey teme lo peor. Y duplica sus esfuerzos en la investigación. La serie tomará ese dato para explorar el complicado pasado de la relación de ambas y cómo se quebró a partir de la imposibilidad de Kasey de salir de las adicciones.

Entre ese y otros flashbacks a distintas épocas aparecerá la figura de su ex-compañero Truman Dawes (Nicholas Pinnock), un detective que fue dado de baja tras sufrir una lesión y con el que Mickey terminó algo distanciada. Angustiada por la desaparición de su hermana (caso que Truman conoce bien del pasado), el hombre se decide a ayudarla a ingresar a este angustiante y desesperante mundo del tráfico, la prostitución y la violencia de género sin dejar de lado la historia familiar que termina por ponerle moño al paquete dramático.

Todo lo dicho ya se ha visto en versiones ligeramente diferentes, pero el tono oscuro y denso de la serie, la excepcional actuación de Seyfried como la perturbada protagonista y algunos detalles relativamente originales del caso, permiten que uno siga LONG BRIGHT RIVER con cierto interés. Por supuesto que sobran episodios, hay una exageración con los cliffhangers y hay más subtramas falsas que las necesarias, pero la serie avanza con el clásico tono noir de este tipo de relatos que logran enmarcar una trama policial remanida en el marco de un ciudad en crisis y con personajes –como las dos hermanas y su familia–, que son más complejos de lo que en principio aparentan ser.

Sin ser una serie de «denuncia», LONG BRIGHT RIVER pone el ojo en la decadencia de ciertas zonas céntricas de grandes ciudades estadounidenses, sumidas en las crisis de los opioides y otras dificultades. La serie no tiene la ambición de THE WIRE –que transcurría en la vecina y en algunas cosas similar Baltimore y comparte con esta al actor John Doman, que encarna al abuelo de la protagonista, dueño de un bar–, sino que apuesta más al nervio pulp del policial de lectura rápida. Pero los creadores, los guionistas y el grupo de mujeres directoras a cargo de los episodios logran llevar hacia adelante la propuesta a partir de darle fuerza al contexto que rodea al caso. No cambiará las reglas de nada pero los fans del policial oscuro mezclado con denso drama familiar sabrán apreciar su búsqueda.