
San Sebastián 2025: crítica de «The Voice of Hind Rajab», de Kaouther Ben Hania (Perlak)
Con audios reales y escenas reconstruidas, el film de la directora de «Four Daughters» convierte la súplica desesperada de una niña palestina en un testimonio cinematográfico estremecedor.
Encontrando maneras inusuales de combinar ficción con documental, como lo hizo en su anterior film FOUR DAUGHTERS, la realizadora tunecina Kaouther Ben Hania ofrece en THE VOICE OF HIND RAJAB una suerte de división de la ecuación entre lo audio (documental) y lo visual (ficcionalizado). Tomando como eje el caso de una niña palestina que quedó atrapada en un auto con sus familiares muertos a su alrededor en medio de un bombardeo en Gaza, lo que hace la película es tomar los audios verdaderos de la niña dejando mensajes o hablando con los voluntarios de un centro de ayuda en Cisjordania mientras ellos tratan de encontrar una ambulancia que pueda ir a rescatarla de allí. En tanto, las escenas en ese centro están dramatizadas, con actores, de un modo más convencional.
El esquema es llamativo pero por lo general funciona. En ese sentido, la película tiene algo de LA CULPA, el thriller de Gustav Moller que tuvo una remake hollywoodense protagonizada por Jake Gyllenhaal. En todos los casos la acción transcurre básicamente en un solo lugar –un centro de atención de urgencias– y lo que se juega de verdad transcurre en otro u otros espacios que escuchamos y no vemos. Así funcionan los dos planos paralelos y los dos dramas de esta película: los esfuerzos del equipo de ayuda por rescatar a la niña y lo que imaginamos y oímos que está atravesando.
La decisión de no mostrar –al menos hasta cierto punto– las imágenes de lo que pasa es valiosa y sensata: dramatizarla con actores bordearía lo morboso y brutal. Es suficiente escuchar la sufrida voz de la niña para que uno se de cuenta la horrenda situación que le toca vivir. En el lado «ficcional» de la historia hay, de todos modos, una correspondencia con la realidad, ya que cada uno de los actores principales interpreta a una persona determinada que estuvo lidiando con el caso.

Todo lo que vemos sucedió el 29 de enero de 2024 cuando los voluntarios del Palestine Red Crescent reciben una llamada desde Alemania en la que le informan de unos familiares suyos que quedaron atrapados bajo fuego tratando de salir de Gaza. Cuando logran comunicarse con ellos, a quien escuchan es a una niña de tan solo seis años que sigue viva rodeada de familiares que han muerto mientras sigue habiendo disparos a su alrededor. Hind, la niña, pide que vayan a buscarla. Pero queda de entrada claro que no será nada sencillo hacerlo.
El film –ganador del Gran Premio del Jurado en Venecia– seguirá en paralelo los complicados y denodados esfuerzos del equipo por conseguir que puedan ir a rescatarla –algo que requiere un complicado trabajo estratégico, político y en el territorio– mientras, a la vez, tratan de no perder la comunicación con la niña y calmarla en su dificilísimo estado. Pero si bien los esfuerzos, negociaciones y trabajo de campo avanzan de a poco, las cosas vuelven a complicarse y trabarse una y otra vez en una situación que también cambia todo el tiempo.
Amarga, brutal y en más de un sentido desesperante, la película encuentra una manera pudorosa pero a la vez directa, honesta y también emotiva de presentar una situación de enorme carga dramática sobre un tema dolorosísimo como son los bombardeos del gobierno de Israel a Gaza que comenzaron a fines de 2023 como «represalia» por la invasión de Hamas a territorio israelí. Ben Hania no necesita hacer grandes statements políticos porque la propia situación los deja en evidencia: no hay mucho lugar ni espacio para la vida en ese azotado lugar del mundo. Y la tragedia que se escucha aquí se repite, a diario, por hace ya casi dos años.
Lo que vuelve notable a la película es la manera en que utiliza la forma —el sonido como testimonio y la imagen como reconstrucción— no solo para transmitir la urgencia y el calvario de la niña, sino también para plantear algunas preguntas más amplias sobre cómo el cine puede dar testimonio de un hecho de este tipo. Ben Hania ha construido una carrera experimentando con modos cinematográficos híbridos y aquí vuelve a empujar los límites, creando un film que es a la vez ético, personal y político.