Estrenos: críticas de «Adiós entusiasmo», de Vladimir Durán y «Cetáceos», de Florencia Percia

Estrenos: críticas de «Adiós entusiasmo», de Vladimir Durán y «Cetáceos», de Florencia Percia

Dos de los estrenos argentinos de esta semana apuestan por combinar comedia y drama de maneras inusuales. La opera prima de Durán, cineasta colombiano radicado en la Argentina, apuesta por el absurdo para contar la historia de una extraña familia mientras que Percia se centra en la crisis y las nuevas posibilidades de vida que se le abren a una mujer tras separarse.

ADIOS ENTUSIASMO, de Vladimir Durán

Una de las propuestas más extrañas y originales del cine latinoamericano reciente es esta opera prima del colombiano Durán, realizador y actor que vive en Buenos Aires hace ya muchos años (hizo aquí también cortometrajes). Salvo por un personaje del filme que es de ese origen (encarnado por el propio director), si uno no sabe que el cineasta es colombiano tranquilamente podría estar hablando de una película cien por ciento argentina. El filme tiene una estructura y un tono muy curiosos, y transcurre durante gran parte del tiempo en una casa en la que vive una madre con sus cuatro hijos: tres chicas más grandes y un niño más pequeño.

Formalmente la película se construye, casi, como un ejercicio de teatro del absurdo, donde los jóvenes van conversando, interpretando canciones y jugando, lúdicamente, a lo largo del acotado espacio de la casa, como si todo el filme fuera un registro de la convivencia durante unas horas de un grupo un tanto intenso de personas. La curiosidad de la situación está dada porque en la casa vive también la madre de los chicos, pero ella está encerrada por algún tipo de enfermedad en un cuarto de difícil acceso por lo que solo se escucha su voz (es la de Rosario Blefari). Con ella se comunican –y le pasan objetos y le dan de comer– por un hueco entre cuartos, al punto que uno puede pensar que la madre bien es un personaje imaginario o acaso ya no está con ellos. Pero Durán jamás aclara o explica la bizarra situación. Y hace bien en no hacerlo.

En ese espacio tiene lugar su festejo de cumpleaños, al que ella “asiste” solo auditivamente, mientras sus hijos, familiares (su hermana, encarnada por Verónica Llinás) y amigos se reúnen en la casa, cantan canciones, saltan, bailan y hablan de sus particulares obsesiones. Como relato, ADIOS ENTUSIASMO se plantea como una suerte de experiencia de convivencia, donde esos juegos y conversaciones priman sobre cualquier formato argumental convencional, como si Durán hubiera dejado a los actores experimentar situaciones de manera libre para luego hacer su recorte dramático, emparejando familia creativa con familia real. Y si bien la necesidad de los protagonistas (interpretados por Martina Juncadella, Laila Maltz, Camilo Castiglione y Mariel Fernández) de “actuar” permanentemente –para su madre o para la cámara, que funcionan como sinónimos– puede resultar por momentos un tanto agotadora no deja de exhibir la particular forma de funcionamiento de una familia, a su manera, más funcional que la mayoría.

En la Sala Lugones, desde el jueves 15 al 28 de marzo (salvo sábado 24) a las 21.30.

 

CETACEOS, de Florencia Percia

La opera prima de Percia es un retrato de una mujer enfrentada a una crisis que, como dice la vieja frase, siempre puede convertirse en una oportunidad. Clara (Elisa Carricajo) se muda a una nueva casa con su pareja, Alejandro (Rafael Spregelburd), pero él enseguida acepta irse a un largo viaje por trabajo y ella se descubre sola, sin muchos planes, en un lugar nuevo y en el que no conoce a nadie. La crisis parece severa, pero de a poco se va produciendo un doble juego: la distancia con Alejandro va empezando a ser más emocional que solamente física y al conocer a una vecina del departamento (Carla Crespo) que insiste en invitarla a lugares, empieza a experimentar con nuevos amigos, nuevas experiencias y situaciones inesperadas.

Si bien la trama contada de esa forma puede dar a entender que se trata de una película convencional, casi de “autoayuda” femenina, en la cual una mujer descubre una nueva vida cuando se aleja de su pareja, la propuesta de Percia es un tanto más curiosa. Por un lado, por las formas: la realizadora hace eje en la extrañeza, en la inquietud y en los tiempos de soledad de Clara y jamás plantea los dos lados de “la fuerza” como opciones binarias. Por un lado puede estar su marido, un personaje un tanto canchero que se va volviendo irritante (ya una especialidad de Spregelburd), aunque solo lo veamos por Skype, y por otro un grupo variopinto que incluye turistas europeos y un grupo un poco más particular en cuanto a las actividades que realiza (allí aparecen Susana Pampín y Esteban Bigliardi) y que la lleva a experimentar por zonas para ella desconocidas.

Percia apuesta a que sigamos ese extraño viaje con la protagonista por más que no necesariamente nos podamos identificar del todo con su manera de actuar –un poco a la deriva, como dejándose en apariencia llevar por las opiniones de los demás– o con sus decisiones ante las distintas situaciones que le toca atravesar. La película se construye y explaya a partir de pequeños momentos y gestos de Carricajo y compañía, apostando por un asordinado tono absurdo  y por un humor que coquetea con la angustia pero que jamás pierde de vista la verdad emocional de su atribulada protagonista.