Estrenos: crítica de «La Ciambra», de Jonas Carpignano
La película del realizador de «Mediterránea» retoma a algunos personajes de aquel filme para contar, de un modo cercano al documental, las desventuras de Pío, un adolescente de una familia romaní en Calabria que intenta seguir los pasos en el mundo del delito, de sus mayores, metiéndose en problemas.
El realizador italiano presentó sus dos películas en el Festival de Cannes y, de algún modo, LA CIAMBRA deriva en parte de aquella ya que Pio, el adolescente protagonista de este filme es uno de los personajes de aquel. Aquí, el pequeño toma el rol protagónico a partir de que los miembros mayores de su familia de origen romaní que vive en el sur de Italia –su padre y su hermano– van cayendo preso y él siente que es su tarea ponerse a cargo de algunas de las actividades delictivas que practicaban ellos.
En medio del caos de la vida cotidiana en este pequeño pueblo, que Carpignano captura con una naturalidad asombrosa haciendo sentir por momentos al espectador que está viendo un documental, Pio vuelve a conectarse –como en el anterior filme– con Ayiva, un refugiado/inmigrante africano. Y es a partir de los compromisos que empiezan a surgir con los «trabajitos» que tiene con su familia y la relación de amistad que lo une con él que empiezan algunos de los problemas que conformarán el eje dramático de esta historia de crecimiento y de pérdida definitiva de la inocencia.
La película se organiza, un poco también como PROYECTO FLORIDA, a partir de situaciones, momentos y anécdotas que parecen no haber sido guionadas hasta que la narración empieza, sí, a tomar un rumbo más claro y preciso, ligado a las complicaciones en las que se mete, en sus incipientes pasos delictivos, el pequeño Pio, quien siempre parece creerse más grande de lo que realmente es.
Con producción ejecutiva de Martin Scorsese, LA CIAMBRA tiene elementos del cine del norteamericano, en especial en la descripción de un día a día que es peligroso pero a la vez casual y hasta banal dentro de familias cuyas vidas están ligadas a algún tipo de delito. No se trata de una empresa mafiosa (en Calabria, para eso, está la todopoderosa ‘Ndrangheta), sino de una familia marginal que comete delitos pequeños para sobrevivir. Pero las decisiones que Pio debe tomar lo afectarán del mismo modo.
Tal vez un poco larga para su escueta propuesta narrativa (dura dos horas), la película de Carpignano es, pese a la oscuridad de su mundo y temática, de una frescura y naturalidad necesarias en el cine italiano, una que muchos de los jóvenes que están apareciendo allí estos años están trayendo. Es cierto, tiene mucho de relectura del clásico neorrealismo, pero uno que captura a la perfección cómo ha cambiado el país desde entonces (la década posterior a la Segunda Guerra) hasta hoy, con problemas nuevos y otros que continúan siendo los mismos.
Y esa cercanía con el personaje y con la verdad cinematográfica hacen también que el director jamás se pare a mirar desde afuera ni juzgue. Sus ojos son los ojos del personaje y ambos miran al mundo desde el mismo lugar, como un lugar fascinante y terrible en iguales proporciones, uno que no juzgan pero que, ambos saben, probablemente traiga más sinsabores que alegrías.