No-estrenos: 9 documentales que no pasaron por los cines (reseñas)

No-estrenos: 9 documentales que no pasaron por los cines (reseñas)

por - cine, Críticas
13 Dic, 2018 01:03 | Sin comentarios

Estas películas recientes, en su mayoría estadounidenses, están entre lo mejor que dio el género documental a lo largo de 2018 y pueden estar entre las nominadas al Oscar. Entre ellas, títulos notables como «Minding the Gap», «Hale County This Morning, This Evening», «Three Identical Strangers», «Studio 54» y «Desenterrando Sad Hill», entre otras. Todas ellas pueden encontrarse online y algunas en Netflix.

Esta nueva lista de «no estrenos» de 2018 se centra exclusivamente en documentales, muchos de ellos probables candidatos a quedarse con el Oscar en su categoría. Casi todos ellos tienen un sistema narrativo del tipo periodístico que los vuelven un poco repetidos: entrevistas, material de archivo, alguna filmación en tiempo presente y más entrevistas. Es un formato válido pero reduce muchísimo las posibilidades del género cuando se lo usa de manera casi mecánica. Parece que en los Estados Unidos casi no existe otra forma de pensar el documental. Obvio que hay excepciones, ya todos sabemos cuáles son, pero parece que cuando se quieren ganar premios o ir a Sundance, hay que optar por acá.

Esta es una lista de documentales que, como digo siempre, se encuentran «por ahí». Es probable, ya que su circulación online es más reducida que la de las ficciones, les sea difícil encontrar subtítulos en castellano, pero sí hay en inglés de todos ellos. Aquí están las críticas de otros dos films muy valiosos sobre los que ya escribí previamente: SHIRKERS (Netflix) y WHAT YOU GONNA DO WHEN THE WORLD’S ON FIRE? Volviendo a lo que decía antes, más allá de lo repetido del sistema, hay muchas historias y personajes interesantes para descubrir y explorar más a fondo en estos films.

 

HALE COUNTY THIS MORNING, THIS EVENING, de RaMell Ross

Uno de los pocos documentales estadounidenses de este año, al menos entre los que podrían ser candidatos al Oscar, que puede ser considerado «observacional» (junto, claro, al del eterno Fred Wiseman, MONROVIA, INDIANA), este film de RaMell Ross no hace más que aplicar las técnicas que ya son habituales en otros cineastas, especialmente de otras latitudes, a la hora de narrar la historia de un grupo de personas y de un lugar. No hay entrevistas. No hay narración. Casi se podría decir que no hay una trama en el sentido estricto de la palabra. HALE COUNTY… hace honor un poco a su título y se dedica a observar a una comunidad y a un grupo de gente que vive en ella.

Fotógrafo de profesión, Ross procede de manera similar a la que lo haría en ese ámbito, encontrando momentos, pequeñas situaciones, apuntes visuales –tanto casuales como algunos más épicos– del lugar en el que trabaja como entrenador de básquet (sí, es fotógrafo y entrenador de básquet) y que va descubriendo con su cámara. La captura de la vida en esa comunidad afroamericana del sur norteamericano tiene algunos puntos en común con el último film de Roberto Minervini (ver aquí) pero su construcción narrativa es aún más lírica, episódica, observacional.

Hay un grupo de personajes que domina el relato, pero no se los puede considerar protagonistas. Una pareja ya con un hijo y que espera mellizos, un estudiante universitario que juega al básquetbol y su madre, entre otros, entran y salen del relato, se los escucha hablar y comentar algunas situaciones pero no en el formato entrevista. El protagonista es la experiencia: la gente en el lugar, la vida afroamericana casi rural, cierto lirismo del momento que no está llevado al extremo preciosista tan común en otros cineastas que se acercan a este modo de relato cabalgando sobre epifanías. Aquí las hay, pero son pocas y parecen brotar casi naturalmente de la experiencia. Son momentos encontrados: una mujer que canta, chicos que juegan, el humo que parece en un momento cubrirlo todo. Retazos de vidas capturadas. Cine.

 

STUDIO 54, de Matt Tyrnauer

Aún los que éramos niños en la época de Studio 54 habíamos oído hablar de él. En cierto momento se volvió un ícono de la ciudad de Nueva York, de cierta época y música, de cierto estilo de vida hedonista que hoy parece de otra galaxia. Ver el documental shockea aún porque uno nota lo mucho que han cambiado las cosas, tanto Manhattan –hoy totalmente «gentrificada»– como los estilos de vida. El film se centra más en la historia específica del lugar y no tanto en lo musical. Su eje son las anécdotas y la historia de sus dueños, Steve Rubell e Ian Schrager. Y es éste quien, según asegura al principio del film, cuenta su versión de la historia, públicamente, por primera vez.

STUDIO 54 es la historia de dos amigos universitarios de Brooklyn que decidieron hacer negocios en Manhattan y emprendieron un proyecto con el que pretendían amalgamar lo mejor de las distintas discotecas de la ciudad. Rubell era el extrovertido y visible. Schrager, el cerebro detrás de los escritorios. En lo que entonces era una zona muy desmejorada y peligrosa de la ciudad (Avenida 8 y Calle 54, hoy totalmente cambiada) armaron en un teatro una gigantesca discoteca que se convirtió en el centro de la acción neoyorquina desde 1977. Pero sus propias ambiciones, su arrogancia y sus problemas impositivos, entre otros, hicieron que ese sueño caótico, fantástico y hedonista cayera por su propio peso, con una lógica brutalmente cinematográfica de manual de película de Scorsese.

Tyrnauer no analiza en exceso la relevancia cultural/musical del lugar pero, tomando en cuenta que es un documental aprobado por su principal narrador y hoy exitoso empresario, logra igualmente ahondar bastante en secretos de su funcionamiento (donde escondían dineros y drogas, entre otros detalles). Es cierto que se queda mucho en la cronología y la anécdota puntual, pero la cantidad de videos del lugar y la época (y la banda de sonido) que ofrece lo vuelven un documento atrapante: Studio 54 contado por uno de sus dueños y con materiales inéditos hasta ahora. No más, ni menos, que eso.

 

MINDING THE GAP, de Bing Liu

Uno de los mejores de todo el grupo y el que más le escapa al formato «talking heads» (cabezas parlantes, gente hablando a un entrevistador anónimo con su nombre y profesión apuntados abajo), este film se centra en las vidas de un pequeño grupo de amigos de la adolescencia, skaters, con problemas familiares y de otro tipo. La particularidad del film de Bing es que él es parte integrante del grupo –y personaje a la vez de la trama aunque se lo ve poco– y los ha filmado desde su adolescencia hasta hoy. El eje de la película pasa por observar los cambios personales en las vidas de cada uno de ellos con el paso del tiempo (hay filmaciones de una década atrás y otras actuales) y la revelaciones de sus difíciles historias familiares.

En cierto modo, ese «gap» del que habla la película son dos. Uno, literal, propio de la práctica del skate. Y el otro ligado a ese gap/salto de tiempo que convirtió a esos adolescentes en fuga, cuyas vidas complicadas encontraban una salida en el skate, en estos adultos que no siempre lograron del todo escapar a esas violentas tradiciones masculinas que los precedieron. Es una película sobre lo cerca que el joven rebelde está de convertirse en el adulto que odió y lo difícil que puede volverse todo cuando uno pierde, o se separa, de ese férreo núcleo de amigos que lo ayudan a atravesar esas dificultades, especialmente en ciudades como la de Rockford, Illinois, una de las más pobres y violentas de EE.UU. Y de las que tienen mayor índice de desocupación.

La película tiene «entrevistas» pero son casuales, casi charlas entre amigos, ya que Bing está detrás de la cámara y se parecen más a conversaciones, algunas muy dolorosas, en las que el propio director se cuestiona su rol en la película. Y es la propia cámara del realizador, un experto en filmar skaters, la que le da a MINDING THE GAP una frescura y energía kinética que pocos documentales tienen, contrastando la libertad de esos movimientos callejeros con las dificultades de la vida cotidiana. Uno de los mejores documentales sobre la «América profunda» de estos años en los que ese universo de clases bajas y desocupadas del «Rust Belt» volvió a cobrar notoriedad tras la victoria de Donald Trump en esos estados. Un «coming of age» doloroso pero que permite entender las extrañas maneras en las que nos convertimos en adultos.

 

RBG, de Betsy West y Julie Cohen

Este tipo de documental es el que pone al espectador crítico en problemas. Se trata de un retrato de la vida de Ruth Bader Ginsburg, una de las personas más importantes de los últimos 50 años de la cultura norteamericana, una abogada, jueza y miembro actual de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, cuyos fallos, opiniones y disensos muestran una línea de conducta intachable y una larga lucha por la igualdad de las mujeres, por las que peleó en cada ámbito por sus derechos. Es, también, un personaje fascinante, por su propio carácter y por la forma en la que avanzó en su carrera, cuando ser abogada mujer era casi impensado (en Harvard las mujeres eran el dos por ciento en los años ’50).

Y si bien las directoras cuentan su historia de una forma clara y elocuente, muchos de los recursos utilizados son totalmente televisivos, banales, más que discutibles. Una musicalización pop, un intento de reforzar sus características de ícono mediático (a través del uso de hashtags o de su apodo «Notorious RBG»), una banalización de sus discursos y testimonios a partir del uso de frases fáciles de memorizar, la película convierte a una mujer increíble en una figurita instagrameable, una anciana simpática y trabajadora vuelta estampa en una remera, pin o hasta tatuaje. Es entendible el intento de la producción y dirección de volver accesible a las nuevas generaciones a esta maravillosa octogenaria cuyas decisiones en la Corte Suprema cambiaron la historia de las mujeres en EE.UU., pero el gesto se vuelve exagerado, brusco, banal. Y termina por no respetar la inteligencia del espectador, a quien imaginan incapaz de valorar a «RBG» por su trabajo puro, duro y sin necesidad de #hashtags.

 

SAD HILL UNEARTHED, de Guillermo De Oliveira (Netflix)

La pasión cinéfila no tiene límites. Por más absurdos y ridículos que suenen para muchos, los fans más fetichistas del séptimo arte suelen embarcarse en las más ambiciosas y delirantes aventuras con tal de conocer, encontrar, visitar o recuperar algo ligado a alguna de sus películas favoritas. Y DESENTERRANDO SAD HILL –título original de esta película española– se centra en la obsesión de un grupo de cinéfilos de la Madre Patria que rescatan, en medio de un campo perdido de Burgos, el escenario de la larga secuencia final de EL BUENO, EL MALO Y EL FEO, de Sergio Leone, que quedó literalmente enterrado por el tiempo.

En paralelo, la película cuenta la particular historia de ese rodaje de 1966, que se hizo en España, y específicamente, los detalles ligados a ese «trielo» final, un duelo entre tres que cierra de manera espectacular ese extraordinario western, con comentarios de Ennio Morricone, Clint Eastwood y entrevistas grabadas al propio Leone, además de otros colaboradores y hasta algunos extras españoles del film. A la vez, el eje principal del relato es la búsqueda y recuperación del cementerio en el que transcurre esa mítica escena, hoy tapado por el pasto y el tiempo.

La película es formalmente bastante tradicional, alejándose poco y nada de los modelos clásicos de «cabezas parlantes» y la opinión de «especialistas», y es más interesante cuando trabaja sobre el film original que sobre la recuperación de la locación y sus encargados de llevarla a cabo. Con un final emotivo aunque plagado de decisiones de montaje inexplicables (se ve que el director es muy fan de Metallica porque de otro modo no se explica tanto protagonismo de James Hetfield, por más que el cantante sea fan de la película y abra los conciertos de la banda con la inolvidable melodía que baña esa escena), la película la disfrutarán más que nada los que conocen la película (de la que se ve poco y nada aquí) y admiran a Leone. Para los demás será, acaso, una curiosidad. En el mejor de los casos, les dará ganas de ver el clásico del realizador italiano. De ser así, misión cumplida.

 

McQUEEN, de Ian Bonhote

No se trata ni del Steve McQueen actor ni del cineasta, sino de Alexander McQueen (o «Lee» para sus amigos, ya que ese era su primer nombre), el famoso diseñador de modas inglés que terminó siendo víctima del propio sistema que aspiraba combatir. En su veloz ascenso por el mundo de la moda, «Lee» pasó de ser un regordete y tímido colaborador de diseñadores ingleses a una estrella de la moda, trabajando para Givenchy y Gucci, además de tener su propia compañía. La película sigue ese recorrido, esa evolución suya como innovadora star de la moda internacional en paralelo a sus caídas personales, ligadas al exceso de trabajo, el consumo de drogas y problemas personales.

La película recorre de manera bastante académica su vida y carrera (con entrevistas a colaboradores, familiares, amigos y especialistas) y se luce especialmente en materiales de archivo que exhiben las presentación inusuales de McQueen, que más que presentaciones de modelos en pasarelas eran pequeñas instalaciones/performances, cada vez más oscuras. El lado familiar, acaso, pata importante de su crecimiento pero también de su caída (la figura de la madre es central), seguramente inspiradora de esas perturbadoras visiones, no parece lo suficientemente bien explorada. Pero el film nos descubre –a los que no vivimos en el día a día del mundo de la moda– a un personaje complejo, fascinante, perturbado, de apariencia simple y regular (al verlo, especialmente en su primera década como profesional, uno jamás lo confundiría con un divo de la moda europea) pero que se va volviendo más y más oscuro, como sus colecciones y presentaciones, hasta el final de sus días.

 

THREE IDENTICAL STRANGERS, de Tim Wardle

De los documentales, digamos, de estructura convencional de este grupo, este es el que tiene una historia más apasionante y extraña. Centrada en un caso que se hizo conocido hace bastantes años, explora el «after» –lo que pasó después– llegando a zonas tan impensadas como sorprendentes en un sentido que bordea el relato de suspenso. Los tres extraños idénticos del título son trillizos que fueron dados en adopción a distintas madres en un mismo radio de 100 kilómetros en el estado de New York y que, a los 19 años, se reencontraron por casualidad (ya verán cómo: el encuentro es muy divertido). Fueron, claro, la noticia del momento y se la pasaron entonces (fines de los ’70 y principios de los ’80) yendo por todos los canales de televisión, dando entrevistas y hasta poniendo un restaurante en Manhattan donde atendían y saludaban a la gente. Pero una vez que el circo mediático terminó las vidas siguieron. Y todo cambió.

Lo mejor sería no revelar demasiado lo que sucedió y lo que se fue descubriendo muchos años después a partir del trabajo de un investigador especializado en estudios con mellizos y trillizos. Lo más esperable está y tiene que ver con cómo tras esos años de descubierto amor fraternal y fama súbita los trillizos se fueron distanciando entre sí. Pero lo otro, que tiene que ver con el origen de esas adopciones, mejor dejarlo a ser explorado por el espectador, casi en plan episodio de una serie de misterio televisivo. Temáticamente la película explora las diferencias entre los elementos biológicos y culturales que nos hacen quienes somos. Pero las revelaciones de cómo se llega a este estudio no solo sorprenderán sino que, en cierto sentido, darán miedo. De esas que nos hacen ponernos a mirar alrededor y pensar que acaso mucho de lo que consideramos «normal» acaso no lo sea tanto y que hay fuerzas desconocidas y un tanto perversas que se mueven por debajo de nuestra realidad. Un festín para los paranoicos.

 

THE OSLO DIARIES, de Mor Loushy, Daniel Sivan

Este documental de origen israelí investiga a fondo las negociaciones que tuvieron lugar en Oslo entre israelíes y palestinos entre 1992 y 1995 para obtener una paz duradera en la región. Spoiler alert: ya se sabe que eso jamás se logró. Pero de todos modos es fascinante adentrarse en la historia secreta de esas negociaciones, comenzadas por un grupo de académicos de ambos países y que luego fueron creciendo hasta convertirse en asunto de estado. El documental recupera, mediante entrevistas a los implicados y reconstrucciones de situaciones, lo que fueron esas negociaciones en Oslo y en los países implicados, poniendo el eje en las luchas internas en cada uno de ellos por avanzar o no en esas conversaciones, en función de las agendas políticas de cada uno de los implicados.

Para los que no conocen el caso, o tienen –como yo– recuerdos imprecisos, es fascinante observar los dobles discursos, las intrigas, los secretos, las luchas internas y los manejos políticos de la situación. También saber lo cerca que estuvieron esos acuerdos de volverse realidad y cómo las circunstancias –y decisiones brutales de ciertos sectores nacionalistas– fueron complicándolo todo, de maneras que impactan hasta hoy. Es cierto que el «reenactment» (actores haciendo de personas reales en un documental) es un recurso que me interesa poco y hasta me parece éticamente discutible, pero también es innegable que los realizadores lo hicieron muy bien y encontraron la manera de mezclar esas escenas de ficción en el flujo del relato sin que distraigan ni molesten, encontrando a actores que parecen idénticos a los verdaderos participantes de las negociaciones. A tal punto funciona bien que podríamos considerar por momentos que es un film de ficción, o un falso documental que inventa/recuerda/imagina situaciones que quizás jamás existieron tal como se las ve. Otras sí, claro, y fueron dolorosas y echaron el trabajo de años por la borda de un día para el otro.

 

WON’T YOU BE MY NEIGHBOR?, de Morgan Neville

En algún viaje por Estados  Unidos, en los años ’90, vi por televisión a un personaje curioso en un programa para chicos que hablaba y actuaba de una manera bastante «old fashioned» casi graciosa. Había leído de la existencia de este tal Mr. Rogers y me pareció en ese momento entre anticuado y creepy. Pero no conocía su historia y este documental es fundamental para entenderla. No se trata de un gran film, dejemos eso en claro. Convencional por donde se lo vea es, en el mejor de los casos, un bien organizado, noble y amable homenaje a una figura fundamental de la televisión norteamericana de varias décadas, alguien que logró educar a generaciones en valores humanos fundamentales que hoy parecen bastante olvidados.

El tal Mr. Rogers era un pastor que empezó a trabajar en programas de TV para chicos y que, con un tono calmo, paternal y amable, utilizando muchas veces marionetas y muñecos, entretuvo a chicos por décadas en un estilo que hoy sería impensable y molestando al ala más conservadora de la sociedad con sus discursos de igualdad y aceptación del otro. Neville pone el acento en la carrera, la vida, las anécdotas y, especialmente, en las enseñanzas éticas del personaje, en cómo a través de esos años logró interpelar a su propia sociedad y ayudar a los chicos a superar situaciones traumáticas que veían en las noticias, desde asesinatos políticos de los ’60 a accidentes o ataques terroristas.

Neville (director de 20 FEET FROM STARDOM, Oscar 2013 y de THEY’LL LOVE ME WHEN I’M DEAD, sobre Orson Welles) toca, apenas, algunos temas personales que se le cuestionaron a Rogers, y lo libera de toda culpa y cargo. Como retrato de un personaje importante de la cultura popular norteamericana es una película aceptable. Cinematográficamente, no tanto. Y la casi «santidad» del personaje en cuestión vuelve al film un tanto cansino y previsible. No es que uno desee encontrar los secretos y perversiones del personaje, pero al menos otro ángulo que lo vuelva un personaje más complejo.