Ciclos: Fritz Lang y la Segunda Guerra Mundial

Ciclos: Fritz Lang y la Segunda Guerra Mundial

por - Ciclos, cine, Clásicos, Críticas
29 Ago, 2019 03:59 | Sin comentarios

Del sábado 31 de agosto al 18 de septiembre tendrá lugar en la Sala Lugones un ciclo titulado «Hollywood en guerra» en el que se verán 14 películas dirigidas por realizadores extranjeros radicados en los Estados Unidos sobre el conflicto bélico. Entre ellas se destacan cuatro dirigidas por Lang, analizadas aquí.

El sábado 31 comienza en la Sala Lugones un ciclo titulado «Hollywood en guerra» en el que se exhibirán 14 films sobre la Segunda Guerra Mundial dirigidos por realizadores europeos radicados en los Estados Unidos. El programa del ciclo completo, que incluye títulos de Alfred Hitchcock, William Wyler, Ernst Lubitsch y Michael Curtiz, entre otros, puede encontrarse aquí.

«Man Hunt»

En este post quería centrarme en un cuarteto muy específico de películas que se exhibirán en el ciclo. Son las dirigidas por Fritz Lang entre 1941 y 1946, películas en las que el realizador nacido en Austria y director-estrella de la industria alemana antes de la llegada de Adolf Hitler al poder (con películas como M, METROPOLIS, la serie de films de MABUSE y SPIONE/ESPIAS, entre otras) pudo poner en escena situaciones y personajes de un universo que conoció de primera mano, como bien sabrán los que han leído alguna biografía suya y saben de su conflictiva y extraña relación con el nazismo.

La serie de films se inicia en 1941 y culmina en 1946. Recorriéndolas cronológicamente es inevitable notar el giro hacia una mayor oscuridad y complejidad en paralelo a una manera más directa y brutal de atacar al régimen nazi que, en la primera película, se mencionaba con cierta discreción ya que aún Estados Unidos no estaba en guerra con «el Eje». Esa película es LA CAZA DEL HOMBRE (MAN HUNT, 1941). Allí Lang retoma temas y recursos formales ya expresados en su filmografía previa. Es la historia de Alan Thorndike, un hombre detenido y torturado por los nazis cuando, en apariencia, intentaba matar a Hitler en su residencia en Bavaria. Thorndike (Walter Pidgeon) logra escaparse de sus captores tras un fallido intento por tirarlo de un risco, regresa a Londres y trata de evitar ser descubierto por los espías nazis enviados allí a capturarlo.

Utilizando una oscura paleta de grises y sombras, mostrando las calles de Londres (de estudio, en realidad) como si fuera un escenario de película de terror, Lang construye un universo paranoico en el que nunca nadie (ni Alan ni las personas que se cruzan con él, especialmente una joven mujer con la que inicia una casta relación amorosa) está seguro de sobrevivir. La persecución por los subterráneos de la ciudad es seguramente la escena más recordada de una película en la que la paranoia y la negrura acostumbrada en la obra de Lang encuentran en el nazismo una más que justificada excusa no solo narrativa sino visual, ya que el estado permanente de fuga de Thorndike invita a pensar escenarios e iluminación que pueden considerarse cercanos al film noir, estilo que el propio Lang –entre otros inmigrantes europeos– habían ayudado a instalar en Hollywood.

«Hangmen Also Die!»

LOS VERDUGOS TAMBIEN MUEREN (HANGMEN ALSO DIE!, 1943) es una película bastante diferente por varios motivos. Si la primera fue una típica producción de estudios (Fox en este caso), con las limitaciones impuestas por ellos (como Estados Unidos no estaba en guerra, los nazis todavía no habían adquirido del todo las características temerarias de films posteriores y hasta los de Fox pidieron que una escena de tortura al protagonista solo se mostrara fuera de cuadro), en la nueva película todo fue muy diferente, aunque no en todos los casos para mejor. Producción independiente, partió de un caso real y de una historia coescrita entre Lang y nada menos que Bertold Brecht. Una producción ambiciosa y problemática (la biografía de Lang de Patrick McGilligan detalla, con el acostumbrado cinismo del autor, las tensiones de esa producción), la película se basa en las consecuencias del asesinato de Reinhard Heydrich, el «Verdugo de Praga», que había ocurrido pocos meses antes de escribirse el guión.

Es un film de estructura más compleja y «teatral» que otros de Lang, en el que no aparecen tanto sus acostumbrados recursos visuales pero en el que sí se expone un grado de paranoia y persecución casi insoportables. El doctor Franz Svoboda (Brian Donlevy) comete el crimen en cuestión y el pueblo checoslovaco se encarga de esconderlo y encubrirlo para la desesperación y furia de la Gestapo y los jerarcas de la ocupación nazi allí. Para obligarlos a entregarlo empiezan a tomar rehenes al azar para luego ir matándolos. Uno de ellos es un profesor universitario (Walter Brennan), padre de la mujer (Anna Lee) que ocultó a Svoboda inmediatamente después del asesinato, lo que hace dudar a la mujer respecto si entregar o no al autor del hecho. En una trama que va expandiéndose en enredos hasta incluir los arreglos entre nazis y colaboracionistas, Lang propone –acaso a partir de su contacto con un Brecht más esperanzado en la capacidad de los pueblos de resistir al regimen– una mirada menos negra y un tanto más optimista de esa resistencia.

En LOS VERDUGOS TAMBIEN MUEREN, por una vez en el cine de Lang, la gente se une para proteger y salvar a uno de los suyos en lugar de funcionar como turba acusatoria o conspirativa, como sucede en muchas otras películas suyas. Si bien sobre el final-final Fritz se las arregla para darle un toque de negrura propio, la película puede ser leída como un militante llamado al combate en un 1942-1943 en el que la participación de Estados Unidos en la guerra recién empezaba a desplegarse. Así como sucede en MAN HUNT, esta película cierra con una especie de amenaza al nazismo. El primer film cierra con la idea de que siempre alguien estará girando por Alemania tratando de matar a Hitler. Acá, con un simple sobreimpreso de «Not The End» en lugar del típico «The End».

«Ministry of Fear»

Si bien Lang la ha despreciado en algunas entrevistas (a Bogdanovich le dice que se quedó dormido viéndola cuando la pasaron por televisión y en el libro de McGilligan es rápidamente despachada), PRISIONEROS DEL TERROR (MINISTRY OF FEAR, 1944) hoy se sostiene mejor que las anteriores dos. En su planteo casi hitchcockiano, esta adaptación de una novela de Graham Greene logra combinar una compleja estructura de acontecimientos (trampas, traiciones y dobles traiciones) con un oscuro y por momentos fascinante tratamiento visual, mucho más denso que el de las dos películas previas.

Nuevamente estamos en el terreno de la persecución y el ocultamiento de hombres perseguidos por el régimen. Stephen Neale es un hombre que sale de una clínica psiquiátrica en la que estaba internado por motivos que desconocemos y, en apariencia de forma casual, queda en medio de una red de espionaje nazi dentro de Gran Bretaña cuando de una feria se lleva una torta por error que debía ir a las manos de un espía. La «torta» en cuestión lo va metiendo en más y más problemas. Y sin saber qué hay en ella ni porqué lo persiguen, Neale (Ray Milland) trata de huir y, a la vez, de resolver el misterio en el que está involuntariamente involucrado. Misterio que involucra un posible inside job nazi dentro del gobierno inglés.

En PRISIONEROS DEL TERROR regresan de forma magistral las oscuras atmósferas londinenses, con una excelente composición de planos y una serie de secuencias que van de la acción (el brutal tiroteo del final) a la persecución, pasando por otras casi surrealistas que Neale ve y que llevan a que la película trate de meterse en su peculiar estado mental ya que, no olvidemos, el hombre arranca el film en una clínica psiquiátrica. Hay séances en las que una serie de personas trata de comunicarse con los muertos, un grupo de caridad que acaso no sea tan caritativo y, ahora sí, ya estamos en época de plenos bombardeos nazis sobre Londres. Aquí reaparece el tema de la desconfianza permanente ante todo y todos (un cartel en el subterráneo dice «No hable en voz alta, puede ayudar al enemigo«) y salvo por una escena final completamente fuera de lugar, se trata de una película que sobrevivió el paso del tiempo de una manera impecable.

«Cloack and Dagger»

La última película de Lang sobre la Segunda Guerra es A CAPA Y ESPADA (CLOACK AND DAGGER, 1946), protagonizada por Gary Cooper y Lilli Palmer. Similar a las anteriores en muchas de sus cuestiones específicas (el hombre perseguido que debe esconderse, una red de espionaje tanto de su lado como de parte de los nazis) tiene algunas particularidades que la diferencian de las previas. Primero, que fue filmada y estrenada con la guerra ya terminada, lo cual le quita el caracter militante de las previas. Y, segundo, que se aleja un tanto del tono noir de las anteriores y toma las características más claras de las películas de espionaje que luego se establecerían del todo en el transcurso de la Guerra Fría hasta llegar al ejemplo de James Bond y compañía.

Sin embargo, en ambos aspectos, la película tuvo un proceso curioso. La «militancia» ya no iba por el lado de la participación en la guerra sino que se esbozaba una crítica a la «Era Atómica» que poco antes Estados Unidos había iniciado. Cuando el científico que interpreta Gary Cooper recibe la misión de averiguar si los nazis estaban haciendo su propia bomba atómica se enoja con su interlocutor –miembro de la OSS, precursora de la CIA– y critica a las autoridades por solo interesarse en la ciencia para la guerra y no para curar enfermedades. De todos modos, Cooper es rápidamente convencido (con la idea de que es mejor que la bomba «la tengamos nosotros y no los nazis») y se suma a la misión que lo lleva a viajar a Suiza y luego a Italia con el objetivo de obtener esa información y liberar a los científicos que están siendo forzados a ser parte del plan del Reich.

«Cloak and Dagger»

No solo eso. Lang contó a Bogdanovich que la película tenía otro final en el que se volvía de manera crítica sobre el tema nuclear, además de descubrirse tumbas de muertos en campos de concentración, pero que el estudio decidió cortarlo. Acaso no casualmente los dos guionistas del film, Ring Lardner Jr. y Albert Maltz, unos años después aparecieron en las listas negras de Hollywood acusados de ser miembros del Partido Comunista. Es que si bien la película es una celebración de la OSS, los guionistas pretendían incluir un costado crítico más evidente que solo quedó reducido a esa primera escena.

Más allá de los problemas políticos (o peleas con guionistas y/o productores) que solía tener el «intenso» Lang, A CAPA Y ESPADA funciona muy bien la mayor parte del tiempo como película de suspenso. Si bien el clásico interés romántico del film frena la acción durante casi media hora, la relación que se establece entre el Profesor Jesper (Cooper) y Gina (Lilli Palmer), mujer de la resistencia italiana que lo acompaña en parte del proceso dista mucho de ser típica ya que el personaje de Palmer es inusualmente fuerte para la época. Pero lo más destacado en lo formal de la película –algo que también se discute en el libro de Bogdanovich– son las peleas mano a mano que Cooper tiene con tres diferentes rivales, en especial con el tercero. Son mucho más violentas de lo habitual para la época, algo que el propio Lang admite y relaciona con un par de especialistas en karate de la OSS que lo asesoraron en dichas escenas. La última, especialmente, parece anticipar la escena de LA CORTINA RASGADA, que Hitchcock filmó veinte años después y que deja en claro lo difícil, violento y complicado que puede ser matar a un hombre utilizando solo las manos.

Hasta en eso, a lo largo de sus extensas y casi paralelas carreras husmeando en el universo del thriller, el suspenso y el peligro, Hitchcock y Lang competían. Como en este ciclo también, ya que además de estos cuatro títulos del austríaco incluye tres (CORRESPONSAL EXTRANJERO, SABOTEADOR y OCHO A LA DERIVA) del británico. Esta vez le tocó ganar al del monóculo.

Días y horarios de las películas de Fritz Lang del ciclo «Hollywood en guerra» en la Sala Lugones del Teatro San Martín.

LA CAZA DEL HOMBRE: Lunes 2 a las 14, 16.30, 19 y 21.30. Repite Domingo 8 a las 14.
LOS VERDUGOS TAMBIEN MUEREN: Miércoles 4 a las 14, 18.30 y 21.
PRISIONEROS DEL TERROR: Domingo 8 a las 16.30 y 21.30. Repite Martes 17 a las 14, 16.30 y 19.
A CAPA Y ESPADA: Jueves 12 a las 14, 16.30 y 19.