Estrenos online: crítica de «Nadie sale con vida», de Santiago Menghini (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Nadie sale con vida», de Santiago Menghini (Netflix)

Una inmigrante ilegal mexicana se aloja en un edificio de Cleveland donde empieza a escuchar y ver cosas extrañas y peligrosas en este prometedor pero finalmente bastante convencional film de terror.

En los últimos años ha crecido en popularidad –o al menos en cantidad de producción– la idea de hacer cine de terror para tratar dramas sociales que generalmente se solían narrar mediante formatos más realistas. No es nada nuevo, es cierto, el cine de terror llevan haciendo esto hace décadas (y la literatura, siglos), pero en los últimos años la conexión se ha vuelto más directa, hasta subrayada. No son películas en las que uno puede suponer que esos temas están a través de metáforas. Ahora están presentados, dichos, expuestos en primer plano. Tengo la impresión que el éxito de HUYE! es, en cierta medida, responsable de esta moda. Pero no todas las películas tienen la inteligencia y la creatividad de ese gran film de Jordan Peele.

En NADIE SALE CON VIDA, un título con muchas reminiscencias por donde se lo mire, Santiago Menghini elige el tema de la inmigración a los Estados Unidos. Es una película sobre los problemas de adaptación, los abusos –económicos y de los otros– que sufren los que llegan a ese país sin demasiadas posibilidades ni dinero y muchas veces cargando pesadas mochilas con historias personales o familiares difíciles. Lo vemos de entrada en una escena en la que una chica brasileña está hablando por teléfono desde un departamento algo oscuro en una ciudad norteamericana y empieza a escuchar ruidos cada vez más raros, voces. Y pronto verá que no está sola.

La historia central comienza después, con la llegada de Ambar –una inmigrante ilegal que viene de México, interpretada por Cristina Rodlo– a ese mismo edificio de departamentos, ubicado en una zona difícil de Cleveland. Allí la atiende el dueño del lugar, un tipo con cara de piedra llamado Red (Marc Menchaca), que le dice que hay solo otra inquilina en todo el lugar y le pide que le pague anticipadamente. Para Ambar es complicada la adaptación: tiene muy poco dinero encima (y lo necesita para pagar unos documentos falsos), trabaja en un taller de ropa en el que claramente la explotan y tiene cada vez más densas pesadillas con algo que parece haber sucedido con su madre en el pasado.

Pronto empezará a escuchar esos ruidos –acaso lo mejor de la película sea su trabajo sonoro– y a darse cuenta que hay bastantes otras chicas en el mismo edificio, de distintas nacionalidades, que se comportan un tanto raro. También está el hermano de Red, un tal Becker, al que durante un buen tiempo no vemos y ni siquiera sabemos si existe o no. Realidad y pesadillas se empiezan a mezclar cada vez más en la cabeza de Ambar hasta que pronto entramos en un territorio claramente de género en el que iremos descubriendo objetos milenarios peligrosos, ataques violentos y otras cosas que ya llevan al film a un terreno de terror puro y duro.

Con elementos similares al reciente film británico HER HOUSE (ver crítica acá), NADIE SALE CON VIDA presenta un planteo atrapante ya que la experiencia de una chica inmigrante ilegal, sola (tiene familiares cerca, pero no siempre están a mano) en un país que no conoce puede ser atemorizante ya que tampoco tiene la posibilidad de llamar a la policía ante un posible peligro. Y el clima bastante de estilizado realismo que arma Menghini ayuda a generar tensión. Pero pronto el guión empieza a agregarle a la trama, de forma bastante descolgada, algunos elementos demasiado caprichosos en lo narrativo como para que su historia tenga demasiado sentido. Se vuelve confusa y predecible a la vez: uno no entiende bien qué pasa (hay cosas muy raras en el subsuelo) pero adivina a cada segundo hacia donde irá.

Basada en una novela británica escrita por Adam Nevill y «transplantada» a los Estados Unidos, la opera prima de Menghini promete mucho más de lo que cumple ya que, tras una primera mitad inquietante y oscura, le cuesta mucho hacer el traspaso al relato más clásico de horror. Quizás sean más problemas de guión o de montaje final, ya que se ve que Menghini tiene talento para la creación de climas y la puesta en escena, pero en algún momento es como si lo sobrenatural se lo llevara puesto todo. La idea de basar las películas de género en situaciones sociales realistas puede ser muy valiosa, pero requiere de mucho talento para que el espectador haga el recorrido que va del drama personal a la aparición de criaturas monstruosas sin perder la credibilidad promediando el viaje. Y eso, lamentablemente, no sucede acá. Y cuando ese pacto se rompe, las películas de a poco se desintegran.