Berlinale 2023: crítica de «La memoria infinita», de Maite Alberdi (Panorama)
En este documental la directora de «El agente topo» retrata la relación entre el periodista Augusto Góngora, que sufre Alzheimer, y su mujer, la actriz Paulina Urrutia. Se presenta en la Berlinale tras ser premiada en el Festival de Sundance.
Enfermedades degenerativas mentales como el Alzheimer suelen ser tratadas, en la vida y también en el cine, con una mezcla de silencio, oscuridad y dramatismo. Es una elección comprensible, ya que se trata de un tema denso y complejo que cada persona, familia y cineasta (en el caso de que se haga una película al respecto) trata como quiere o, mejor dicho, como puede. El caso de LA MEMORIA INFINITA es distinto a todo lo que se ha visto en el tema. Se trata de una película amable, abierta y luminosa que no desmerece ni le quita gravedad a la enfermedad sino que entiende, también, que una buena manera de tratarla es desacralizarla. Por un lado, desde las imágenes. Y, por otro, desde la propia actitud al enfrentarla.
La película de la directora chilena de EL AGENTE TOPO y LA ONCE –a esta altura una especialista en adultos mayores– no es, estrictamente, un documental sobre la enfermedad en sí sino una que cuenta la historia de amor entre el que la padece, el reconocido periodista chileno Augusto Góngora, y su esposa de los últimos veintitantos años, la actriz y ex Ministra de Cultura Paulina Urrutia. Desde que Góngora anunció públicamente su enfermedad, allá por 2014, con Urrutia han tratado de visibilizar en la medida de lo posible su vida y su tratamiento, mostrándose en eventos, lugares públicos y salidas, para dejar en claro no solo que es posible no encerrarse sino que esa apertura a hechos culturales y el encuentro con el cariño de los amigos y de la gente ayuda a que la enfermedad demore su efecto degenerativo en la memoria.
Y Alberdi es parte de ese proceso. Fue su propio interés en seguir el caso –la directora admiraba a Góngora y seguía sus programas de cine en la televisión, algunos de los cuales se ven aquí– el que la llevó a abordarlos y a convencerlos de filmar este documental. Y LA MEMORIA INFINITA es el retrato de ese proceso, de esa lucha y, fundamentalmente, de esa historia de amor, dedicación y cariño que marca la diferencia entre una cosa y la otra, entre la rápida decadencia y la posibilidad de seguir luchándola por más tiempo. Por más que el proceso sea irreversible, la forma y los tiempos de llevarlo son muy distintas. Y eso es lo que con similar afecto retrata la cineasta.
El problema –para todos los involucrados– es que en el medio del proceso llegó la pandemia y eso lo complicó todo. Por un lado, la propia película pasó a «dirigirse» a distancia, por la propia Urrutia, usando la cámara por primera vez pero de todos modos consiguiendo, quizás gracias a eso, escenas de una intimidad única, sin perder jamás el pudor y la respetuosa distancia con los momentos más críticos del estado de su marido. El principal inconveniente para Góngora fueron las cuarentenas que, pensadas para otro tipo de enfermedad, terminaron complicando su Alzheimer, ya que la mejor manera de demorar ese proceso degenerativo pasa por la entonces dificultosa socialización, en una de las tantas consecuencias indirectas de la pandemia.
Alberdi no pone el eje necesariamente ahí pero deja en claro que el contacto humano es esencial en estos casos. A falta de poder salir, el refugio termina siendo la relación de pareja y LA MEMORIA INFINITA hace eje en eso. Lo que la película –que ganó el premio al mejor documental internacional en el Festival de Sundance– agrega como una inteligente y apropiada metáfora es el trabajo periodístico de Góngora, especialmente los noticieros clandestinos que conducía durante la dictadura pinochetista. La cruel ironía de ser uno de los cuidadores, en más de un sentido, de la memoria histórica, cultural y política de su país e ir perdiendo de a poco esa memoria en lo personal es algo fuerte y hasta duro de procesar. Pero así como a Góngora le preocupan y obsesionan sus libros, sus amigos, sus hijos y su mujer, uno está seguro también que esas memorias que él terminará perdiendo permanecerán para siempre en ellos y en todos los chilenos.
La directora MAITÉ ALBERTI se ha ganado un justo reconocimiento internacional en su película EL AGENTE TOPO donde en un registro que transitaba el límite estrecho entre documental y ficción retrataba la vida en un geriátrico que albergaba gente de la tercera edad de clase media alta.
En LA MEMORIA INFINITA ratificaba todo lo bueno que había mostrado en su película anterior y eleva más el nivel para contar la relación de una pareja fuertemente comprometida con la historia de Chile contemporáneo. Esta pareja está conformada por el periodista Augusto GÓNGORA quien filmó varios reportajes y testimonios de quienes sufrieron la dictadura de Pinochet y su pareja es Paulina URRUTIA, una actriz de teatro también militante luego ministra de cultura de Michele BACHELET.
El tema es que Agustín padece Alzheimer desde el 2014 y Paulina decide que se conozca y con la ayuda de la directora comienzan a filmar la vida cotidiana con el objeto que la gente sepa qué hacer en estos casos. Lo cierto es que la película no es para nada sensiblera aunque por momentos al espectador pueda resultarle dura, especialmente las escenas filmadas durante la pandemia donde todo se agrava, Lo que se impone ante todo en esta excelente película es la conmovedora historia de amor entre ambos y la difícil batalla que hay que dar contra el olvido (9/10)