My French Film Festival 2024: crítica de «Perro feroz» («Chien de la casse»), de Jean-Baptiste Durand (MUBI, Amazon Prime, Qubit, Claro)
La relación entre dos amigos de un pueblo se tensa cuando aparece una chica en la vida de ambos en este drama francés nominado a siete premios César. Disponible en las plataformas asociadas al My French Film Festival.
Una historia clásica de amistad, romance y crecimiento en un pueblo chico del sur francés, PERRO FEROZ tiene una inusual sensibilidad para acercarse a este tipo de relatos, encontrando sutiles tensiones entre sus tres protagonistas jóvenes. Mezcla de retrato con drama que recién en su segunda mitad acrecienta sus tensiones, la opera prima de Durand crece además por la extraordinaria actuación de su trío protagónico, en especial del magnético Raphaël Quenard, recientemente consagrado en la película de Quentin Dupieux, YANNICK, interpretando al más conflictivo de los tres protagonistas.
Dog (Anthony Bajon) y Mirales (Quenard) son dos amigos que viven en Le Pouget, un pequeño pueblo francés de la región de Occitania –cercano a Montpellier, en el sur de ese país– y que están en ese limbo entre el estudio que ya dejaron y el trabajo que todavía no tienen. Dog es silencioso, parco y juega a la playstation todo el tiempo. No parece tener demasiada motivación ni interés en nada en particular, más que pasar tiempo con Mirales o juntarse en la plaza con otros amigos o conocidos del barrio.
Mirales, un tanto más grande en edad, es bastante distinto: verborrágico (de la nada se le da por citar a Montaigne) y con dotes de líder, maneja a su amigo de acá para allá mientras vende porros, se pavonea por la ciudad y conversa con vecinos. Tiene, además, un simpático y bonito perro que parece ser su gran obsesión. Pero se nota que tiene más problemas que los que deja ver: algún sueño frustrado como cocinero, dificultades con las mujeres y así.
La tensión entre los dos aparece cuando Dog levanta un día con su auto a Elsa (Galatea Bellugi), una chica que viene a pasar un mes en el pueblo a cuidar la casa de su tía. Pronto la suman al grupo que se junta en la plaza a conversar y es bastante obvio que ella prefiere estar con el tímido Dog y que no tolera demasiado al expansivo Mirales. El se da cuenta que su aparición lo empieza a separar de su amigo –que sigue callado y solo quiere que lo dejen hacer su vida en paz– y empieza a tensionar la relación con los dos, incomodándolos y peleándose con ambos. En paralelo, y a partir de una confusa situación con una chica que vive en el mismo edificio que Dog, a los amigos los empieza a buscar y molestar una bandita un tanto más agresiva del barrio.
No más que esto es lo que estructura, narrativamente, esta sensible opera prima francesa: una historia de amistad, un tanto codependiente y con algún tipo de sutil confusión sexual, entre dos jóvenes muy diferentes que pasan gran parte de su tiempo juntos. Dog no parece ser un tipo ni muy carismático ni inteligente, pero su capacidad para estar ahí, en silencio, como sostén y oído para los otros, lo vuelven una persona buscada. En ese sentido –y pese a estar enfrentados–, Linares y Elsa son más parecidos entre sí. Y quizás por eso compiten por la atención excluyente de Dog.
PERRO FEROZ es un relato de pueblo chico, de jóvenes aburridos y con pocas posibilidades de salir adelante (a Mirales le gusta cocinar pero le es difícil conseguir trabajo de eso) y que están en ese limbo de no saber bien qué hacer con sus vidas. Como sucedía en YANNICK, Quenard interpreta a Mirales como un tipo que puede ser, a la vez, simpático y agresivo, tierno y tóxico, amable y violento. Se trata de un actor eléctrico y magnético, cuyo único problema es que tiende a opacar a casi todos los demás en escena. Aquí, el único que le compite a la hora de llamar la atención es su perro.
Si bien tiene algunos apuntes cómicos, JUNKYARD DOG (tal es su título en inglés) va pasando de ser un retrato de observación de costumbres a ponerse más intensa y hasta violenta. No solo por la actitud cada vez más exasperada (y exasperante) de Mirales, sino por otras cosas que suceden y que comprometen la relación entre los protagonistas. Más allá de algún exceso sentimental sobre el final, la opera prima de Durand se caracteriza por la sutil manera de captar esas secretas tensiones que existen entre amigos, y entre chicos y chicas de un barrio, «perros de la calle» con sus particulares códigos y con esas pequeñas pero poderosas historias que les dejarán marcas para el resto de sus vidas.